Desde primera hora de la mañana de este domingo, Barcelona ha visto como sus calles se llenaban de ríos humanos en busca de libros y flores, celebrando un año más una fiesta, un tanto alternativa, que convierte a los escritores en estrellas de rock por los que no importa hacer mucha cola para conseguir una dedicatoria y, si se puede, un selfie. Se ha superado cualquier expectativa, sin importar que ya fueran altas, ocupando más espacio que nunca y con la cifra también más alta de la historia de paradas y firmas.
Nadie se acordaba que tampoco hace tanto multitudes como esta asustaban ni que un temporal, casi apocalíptico, había aguado el último 23 de abril. Más y más gente se había levantado por la mañana y había decidido dedicar el domingo a patear la ciudad, pudiendo empezar la ruta en Gran de Gràcia y bajar por la supermanzana literaria de Passeig de Gràcia, donde la impresionante Flora de Jaume Plensa le ha quitado protagonismo a la fachada llena de rosas de la Casa Batlló en las fotografías que todo el mundo quería subir a redes este año. Y, siguiendo, se llegaba a la Rambla, parada recuperada este Sant Jordi tras años de ausencia.
No importaba la hora que fuese, había unas ganas generalizadas de salir a lucir rosa y lectura, con dificultades para avanzar, hasta teniendo que hacer cola para entrar en el metro cuando uno se cansaba ya de tanta gente y se quería ir a casa. Puede que la saturación haya sido el resultado de una mezcla de factores como caer en domingo y el ímpetu poscoronavirus, a lo que se suma que cada vez sea una celebración más popular —si no lo ha sido siempre—, aún sin haber seducido masivamente a los turistas, con algunos de ellos teniendo la mala idea de sumergirse en el gentío en grupos organizados que tenían dificultades para seguir a los guías y sus paraguas. La única esperanza de la jornada ha sido que el partido del Barça redujera el flujo de bibliófilos.
En una jornada a la par eufórica y abarrotada, los autores han vuelto a encontrarse con sus lectores, mezclándose veteranos con primerizos, siempre superados por los más mediáticos que consiguen sin inmutarse colas quilométricas, como los televisivos Sandra Barneda y Ángel Martín, pero también por fenómenos como Iria G. Parente y Selene M. Pascual, Inma Rubiales, Defreds y Alice Kellen. Este año, después de muchas idas y venidas, los escritores han podido ver a sus lectores sin mascarillas ni paraguas, con la chaqueta sobrando en todo momento y con problemas para llegar de una firma a otra.
Para Rocío Quillahuaman, ilustradora y autora de Marrón (Blackie Books), este era su primer Sant Jordi y se ha sorprendido de toda la gente que se veía por las calles: “Pensaba que iba a ser más tranquilo”. A Quillahuaman, que acompañaba las dedicatorias con uno de sus dibujos, le ha hecho especial ilusión que se le haya acercado una lectora que quería llevar su libro a las bibliotecas de dos institutos, pensando que su historia podrá llegar a chavales que pasen por situaciones de discriminación como las que describe en sus memorias.
Otro primerizo ha sido Paco Cerdà con su 14 de abril (Libros del Asteroide), a quien una madre le ha pedido que firmara tres ejemplares para sus tres hijos, todos ellos interesados en los entresijos de la Segunda República que narra el autor valenciano, ganador del II Premio de No Ficción de Libros del Asteroide. No todo ha sido fácil y ha oído como alguien que pasaba delante de su parada se preguntaba quién carajo debía ser ese tal Paco Cerdà: “Te recuerda tu lugar en el mundo”. Por suerte, estaba acompañado por su pareja, Purificació Mascarell. Ella también se estrenaba este 23 de abril con Mireia (Drasana) y no se esperaba tanta gente en una fiesta que ha definido como “una mascletá literaria”.
Uno que se sentía como un primerizo ha sido Luis García Montero, quien lleva tres Sant Jordi firmando libros pero había venido más para acompañar a su mujer, Almudena Grandes, fallecida a finales de 2021. “Almudena decía que no hay premio más importante que los lectores”, ha recordado, explicando que en días como este participa de los sentimientos de los que le leen, con algunos acercándosele para decirle que recitaron sus poemas en su boda o en despedidas de seres queridos. Hasta ha habido una pareja que le ha confesado que se regalaron Completamente viernes (Tusquets) el uno al otro sin saberlo las ultimas navidades. “Almudena tenía razón”, ha remarcado, “quien celebra el libro celebra la vida en común”.
En una jornada a la par eufórica y abarrotada, los autores han vuelto a encontrarse con sus lectores, mezclándose veteranos con primerizos, siempre superados por los más mediáticos
Más curtida estaba Imma Monsó, con unos 6 o 7 Sant Jordi en el historial, pero no más, puesto que no le gustan demasiado las multitudes. La escritora barcelonesa ha indicado que le ha costado ir de un punto a otro, incluso encontrarse con gente, por lo que le ha parecido una suerte que los lectores se pudieran acercar entre todo el gentío para que les dedicara su última novela, La maestra y la Bestia (Anagrama), u otros libros anteriores, como las recientes reediciones de Un home de paraula (Anagrama) y Tot un caràcter (Anagrama). También se veía cómoda a Marta Orriols, que estaba alucinando con tanta gente: “Teníamos todos muchas ganas”. En su cuarto 23 de abril firmando libros, han venido lectores a buscar La possibilitat de dir-ne casa (Proa), pareciéndole bonita la comunidad que se ha formado alrededor de sus lecturas, especialmente, las madres e hijas que vienen juntas a por el libro y luego se lo pasan.
Luego están los más expertos, como Rosa Montero, que por segundo año consecutivo ha acompañado sus dedicatorias de brilli brilli. “Me siento en deuda con mis lectores”, ha reconocido, señalando el bolso donde tenía más pegatinas y poniendo cifras a ese sentimiento. Según un estudio que ha citado, si una persona lee un libro a la semana, desde los ocho años hasta los 80 años, llegará a los 3.000 libros, por lo que a Montero le parece “un milagro” que la lean. “Ha habido media docena de caras que me han sonado de otros años, te entran ganas de ponerles un piso”, ha asegurado. Y David Trueba, a media mañana, ya se había encontrado con la lectora que cada año le trae Saber perder (Anagrama) para que se lo firme. Peligra el reencuentro del año que viene, se ha mudado hace poco a Girona y no podrá venir si no es festivo. No es la única que sigue esa tradición con el autor madrileño, otro le trae su primer libro, Abierto toda la noche (Anagrama), para que se lo firme año tras año. Igual hay que presentarlos.
Incluso ha habido quien se ha pasado la pantalla de las firmas como Eva Baltasar, animándose a brindar con cava tras su selección como una de las seis finalistas del premio Booker 2023 por Boulder (Club Editor), convirtiéndose en la primera escritora en catalán que lo consigue. En este galardón, tan solo habían sido preseleccionados con anterioridad escritores como Juan Goytisolo, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina, con este siendo el único que ha llegado a la final como Baltasar. A un mes de saber la resolución del jurado, Baltasar ha indicado que pasa la espera trabajando en su nueva novela, de la que no ha querido revelar detalles, y ha avanzado que, por si acaso, se preparará un pequeño agradecimiento porque no habla inglés.
Eso sí, una de las grandes sorpresas ha sido cuando los más pequeños han visto que hasta el mismísimo Geronimo Stilton había venido a Barcelona a dedicar libros. Vestido con su elegante traje, puede que un poco abrigado para este 23 de abril soleado, no paraba de estampar su dedicatoria a los emocionados niños y niñas que se acercaban a saludarle y se hacían fotos con él.
Jornada de récord
Según las primeras estimaciones de la Cambra del Llibre de Catalunya, este Sant Jordi ha sido “el mejor de la historia”, con un aumento de las ventas superior al 5% respecto al año anterior. En la misma línea se ha expresado el Gremi de Floristes de Catalunya, que calcula que se han vendido más de seis millones de rosas, la cifra más alta de todos los 23 de abril que se han celebrado en domingo.
En castellano, los libros de ficción más vendidos han sido: El ángel de la ciudad (Planeta) de Eva García Saenz d’Urturi, Cómo (no) escribí nuestra historia (Suma) de Elisabet Benavent, y El retrato de casada (Libros del Asteroide) de Maggie O’Farrell. En no ficción: Cómo hacer que te pasen cosas buenas (Espasa) de Marian Rojas Estapé, Hábitos atómicos (Diana) de James Clear y Encuentra tu persona vitamina (Espasa) de Marian Rojas Estapé.
En catalán, los más vendidos de ficción han sido: Les nostres mares (Proa) de Gemma Ruiz, 32 de març (Univers) de Xavier Bosch y El retrat de matrimoni (L’Altra) de Maggie O’Farrell. En no ficción: Gran Enciclopèdia del Barça (Blackie Books) de La Sotana, Crims: Pecats capitals (La Campana) de Carles Porta y De la sabana a Mart (Rosa dels Vents) de Xavier Sala i Martín.