Imma Monsó (Lleida, 1959) se estrena en Anagrama con La maestra y la Bestia, una novela de iniciación conducida por una tímida hija única que lee todo lo que ve y sufre por anticipado. Poniendo el foco en los primeros años de vida como los más determinantes de las décadas que vienen luego, la historia se envuelve de una ingenuidad que hoy se ha perdido, entre el marasmo de información y la facilidad de saberlo todo, o al menos creerlo. Con los silencios asfixiantes y las confusas verdades a medias de la posguerra de fondo, la trama va creciendo a medida que a la joven Severina le cae el velo.
“La novela reúne todas mis pérdidas del pasado”, sostiene la escritora Imma Monsó sobre una historia que empezó a escribir hace cuatro años y los acontecimientos han ido conduciéndola. Su madre, la que iba a ser la protagonista, falleció antes de la pandemia. Y, por aquel entonces, también se topó con el nombre de su padre en un libro que le llevó a buscarlo en las listas de represaliados de la dictadura, encontrándose con el expediente del consejo de guerra al que fue sometido cuando acabó la Guerra Civil por haber sido secretario de la CNT. Le impactó descubrir el pasado político de su padre e imaginarse por todo lo que había tenido que pasar, aún más por no haber sabido absolutamente nada previamente.
“No tenía ninguna intención de hablar de mis padres, pero, al final, he acabado haciéndolo, como suele pasar”, explica Imma Monsó. Ella quería que el personaje principal fuera su madre de joven cuando llegó como profesora a un pueblo de la Alta Ribagorça, donde conoció a su padre y vivió muchas anécdotas que más tarde le contó. Pero ha acabado poniéndose ella en la piel de su madre a través de Severina: “Empiezas a escribir intentando rescatar una cosa y pasa lo contrario”.
La maestra y la Bestia se convierte así en una novela con una intensa e íntima carga emocional desde la primera página, con una niña de siete años a punto de ser soplados que ya sabe que todo lo que la rodea algún día no estará y, por lo tanto, lo perderá. Empieza entonces su camino para prepararse para el dolor y el desamparo, un presentimiento que se hace realidad cuando sus padres mueren demasiado pronto. Pese a su naturaleza solitaria y su aislamiento sobrevenido, Severina tiene la necesidad de ir hacia los demás y dejarse querer. Con una gris dictadura que permite pocas opciones, la vía que encontrará para conseguirlo será ser la maestra de un arisco pueblo de montaña en el que personajes providenciales como Justa y Simeó, la Bestia, le irán guiando en su aprendizaje.
Todo esto, sin olvidar el humor de la escritora, recuerda su nueva editora, Isabel Obiols. “Para mi és indispensable, también cuando leo. Y noto cuando falta. El humor viene de poner distancia a las cosas que haces con pasión, porque se crea así un juego de cerca-lejos que da agilidad”, detalla Monsó. Y, aunque tenga ecos autobiográficos, la autora pone el foco en la ficción para construir una historia que se plantea como un “cuento de invierno”, según destila su título. La nieve, uno de los sueños de infancia de Severina, se alza como personaje, pero también como símbolo de la idealización que ella misma hizo de Vilaller, el pueblo en el que creció su padre, escondido bajo el nombre de Dusa. Dejó de ir con la muerte de su padre cuando ella tenía ocho años, estando, además, “lejos, lejos”.
La primera novela de Imma Monsó en Anagrama, publicada en catalán y castellano, con traducción de la escritora, se acompaña con las reediciones de Tot un caràcter y Un home de paraula. A pesar de que nunca se relee, “acabas saturado y lo cierras”, además del miedo de encontrar errores, lo ha hecho esta vez y fue menos malo de lo que se esperaba: “No he cambiado tanto, las cosas importantes las tenía dentro”.