Palau Requesens
Patio interior del Palau Requesens, que albergará la 'Casa de les Lletres'.

Las casas de las letras

Generalitat y Ayuntamiento impulsarán dos equipamientos de 'Casa de les Lletres' con un proyecto literario todavía inexistente

Desde el paleolítico inferior, las diferentes administraciones (municipales y de país) han prometido a la ciudadanía la creación de un proyecto llamado Casa de les Lletres; a saber, un equipamiento cultural en el que, contaba la teoría, se acogerían diversas asociaciones dedicadas a la creación y promoción de nuestra literatura. Después de lustros de espera –y haciendo justicia a un fenómeno típicamente catalán o, más en concreto, ancestral en el universo de la Plaça de Sant Jaume– esta misma semana descubríamos que Barcelona puede acabar disponiendo de dos proyectos homónimos. Primero, el de la Generalitat, que se ubicará en el Palau Requesens y acogerá la Institució de las Lletres Catalanes, la Reial Acadèmia de Bones Lletres y asociaciones de escritores como la AELC o el PEN Català y otras entidades que durante lustros han ocupado el quinto piso de mi querido Ateneu Barcelonès ahorrándose cualquier tipo de alquiler. De nada. 

Paralelamente, el Ayuntamiento de Barcelona ha informado que mantiene su proyecto, situado en las antiguas cocheras de Poblenou, pero con un futuro todavía incierto. Las autoridades municipales dicen que la evolución del sector editorial obliga a repensar el lugar (es un argumento curioso, porque quizás deberían repensar menos y currar un poco más). En cualquier caso, los nuevos proyectos todavía deben afrontar la reforma de sus respectivos edificios patrimoniales, con lo que el tema tiene pinta de ir para largo. Sea como fuere, y en esto también hemos seguido una gran tradición de la tribu, primero dispondremos a activar a los obreros del ladrillo a la espera de que los proyectos culturales se impongan por el arte mágico de la inercia. Al límite, el chiringo de la Generalitat es una suma de piezas ya existentes (revestido de conceptos vacíos como “equipamiento dinamizador del libro”) y el del Ayuntamiento se limita al silencio administrativo.

Con el espíritu de ayudar a las administraciones (me perdonarán la petulancia, pero de eso de pensar, repensar y leer compulsivamente sé un poco), me gustaría recordar algunas ideas muy básicas. Primera: cualquier Pla Nacional del Llibre i de la lectura, de Casa de les Lletres y de su tía en patinete pasa, en primer término, por mejorar nuestra competencia lectora en catalán. En este sentido, la Generalitat nos ha dado muestras de una política bastante errática, no sólo por una reacción altamente mejorable a los resultados del informe PISA, sino también porque esta semana –en un ejemplo manifiesto de desgobierno– decidía anular las pruebas de comprensión lectora que se hacen a nuestros niños para restaurarlas a toda prisa. La salud de la lengua cimienta lectores, la robustez del catalán asegura la vida de escritores y editoriales: sin este factor, cualquier otro invento es pura retórica. 

Paralelamente, y dispensadme si la cosa suena demagógica, el mejor favor que se puede hacer a la creación literaria de calidad en catalán es asegurar que nuestros escritores puedan subsistir con su trabajo y que las editoriales generen beneficios. Los burócratas de lo público me responderán que las cifras de compra de libros y de lectura van aumentando y que estas nuevas infraestructuras crearán estímulos para que la gente lea más y mejor y blablablá. Pero servidor devora muchos libros y conoce bien el sistema editorial del país (hablo de aquello que va más allá de la complacencia de Sant Jordi y la alegría de los cócteles posteriores a las presentaciones librescas, donde todo parece idílico) y puedo afirmar que en catalán no lee ni puto dios y que nuestras empresas del libro hacen milagros para llegar a fin de mes sin morir en el intento. Esto no es imputable a nuestros creadores, faltaría más, sino a una base lectora cada día más escuálida.

Nos sitúa en la esquizofrenia delirante de un país donde la gente contempla asombrada espacios físicos de primerísimo mundo con contenidos y proyectos de tercera división

Disimular esta realidad a base de nuevos equipamientos fastuosos, pero sin ningún tipo de proyecto cultural ambicioso, no sólo ayuda a disimular una realidad dramática, sino que nos sitúa en la esquizofrenia delirante de un país donde la gente contempla, asombrada, espacios físicos de primerísimo mundo con contenidos y proyectos de tercera división. A mí me encantaría equivocarme y que la realidad desmintiera mi pesimismo natural, pero empiezo a tener cierta edad, y he visto tantas cosas repensadas, reformuladas, retocadas y refritas que han acabado en meros nubarrones sin sentido, que ya no espero mucho de lo público en el ámbito cultural. Las administraciones no lo verán así, sólo faltaría, porque aquí todo se acaba juzgando a granel; y donde antes había una sola Casa de les Letres ahora hay dos, a la espera de que alguna otra administración se anime y la multiplique por tres, y así ir sumando ladrillos… mientras restamos lectores.