Miquel Barceló
Vicenç Altaió y Miquel Barceló en el auditorio de la Pedrera.

Miquel Barceló: el hombre de barro

Crónica de la exhibición del documental 'Barceló, traços de fang' y la conversación entre Miquel Barceló y Vicenç Altaió, con motivo de la exposición que acoge La Pedrera sobre la relación del artista con el barro. Y con la tierra.

Un pleno absoluto en el auditorio de La Pedrera para escuchar a Miquel Barceló en su conversación con Vicenç Altaió, previo pase del documental de Josep M. Civit Barceló, traços de fang, todo ello con el pretexto de la exposición sobre el artista que estos meses acoge el edificio (también de piedra fungible) de Antoni Gaudí. El autor del documental nos advierte que el barro está en todas partes, incluido el sonido, ya que los instrumentos que se oyen cuando no hay voz humana son percusiones y vientos elaborados con barro. Todo el documental es de barro, como Barceló es de barro, nos recordará después Altaió. La estancia en Mali durante su juventud lleva al artista a desarrollar una relación especial con el barro, con la paja, con las heces y la arcilla y los pigmentos, que llevan el Neolítico hasta el siglo XXI y las cuevas de Altamira hasta el taller de Vilafranca de Bonany.

Exposció Miquel Barceló La Pedrera
‘Família’ (2015), una de las piezas expuestas en la exposición de La Pedrera. © Miquel Barceló, VEGAP

Barceló dice ladrillo, y esto en el Principado nos suena mal sobre todo existiendo un nombre con connotaciones tan baleáricas como maó. Pero sí, el ladrillo como retrato de personajes y monstruos y como base para hacer tótems, rosas, desconsuelos. Durante el documental Barceló dialoga con Dolors Miquel sobre las obras expuestas en La Pedrera, empezando por el inmenso cráneo de mono con ruedas que se encuentra en el vestíbulo, y que según el artista sirvió de inspiración para los artesanos de Mali para hacer piezas para los turistas. O el autorretrato esférico, lleno de pinchos de pelo y de agujeros y bultos, con la escena explicada por el propio artista dándose puñetazos en la cara de barro. O la referencia a la performance Pasodoble, con Josef Nadj, la popular e impactante escena donde penetran dentro del barro y se hacen figuras de barro uno y otro. No se trata de enumerar aquí todas las piezas que aparecen en la exposición, pero sí mencionar cómo Barceló descubre en directo que los recipientes fundidos que debían representar a su familia, atravesados ​​por una especie de lengua roja, son objetos atravesados ​​de hecho por el pene de su padre. O su relación con la capilla de la catedral de Palma, conviviendo con las intervenciones de Gaudí, actualizando de hecho la filosofía estética de Gaudí como si un hilo invisible le transformara en su discípulo predilecto o en su reencarnación. Y eso, hoy, en La Pedrera.

La cerámica feminiza la escultura, asevera después Altaió, asociando la masculinidad más a metales y hierros. También Barceló feminiza los cuchillos, utilizando también la palabra ganiveta, porque en esta lengua tan surrealista que tenemos los objetos pueden tener género y todo es así de arbitrario. Según Altaió, Barceló es un loco salvaje que decide, en pleno movimiento nihilista donde los artistas de los años 70-80 aseguraban que la pintura había muerto, que hará pintura y que no tiene sentido decir que la perspectiva también ha muerto: “¿cómo superar la perspectiva?”, se pregunta, ante las risas del auditorio. Para Barceló la posmodernidad sirvió para volver a repartir las cartas, pero no para enterrar nada. De nuevo, todo puede resucitar.

La tierra esculpida sería la forma total de pintura porque no necesita pared, ni siquiera edificio, para aguantarse sola

Altaió liga al artista con las vanguardias mediante el argumento de la tierra: Miró ponía los pies en el suelo y la mirada al cielo, Dalí hacía que de los pies en el suelo surgieran raíces fuertes, Tàpies era un retorno a la tierra hecha materia y Barceló sería la continuación de esta devoción sólida y blanda y a la vez llena de identidad. Según el artista, no ve mucha diferencia entre la pintura y la cerámica o la escultura: la tierra esculpida sería la forma total de pintura porque no necesita pared, ni siquiera edificio, para aguantarse sola. De igual modo, cuando hay algo que no puede expresar pintando o esculpiendo intenta escribirlo (que sería lo contrario de lo que me sucede a mí) y Altaió considera que estos escritos deberían salir a la luz.

La exposición es una maravilla y no va de “cerámicas”, sino de tierra, de un hombre hecho barro como Dios representa que esculpió al hombre. Y te marchas pensando que, por mucho que todavía no se sepa nada sobre la fachada de la Gloria, el templo de Gaudí no podría tener un mejor continuador frente a tantos ilusos enterradores.

Exposció Miquel Barceló La Pedrera
Tòtem, 2019 © Miquel Barceló, VEGAP, Barcelona, 2023