Un recorrido de casi 200 fotografías explora sus límites en Visiones expandidas. Fotografía y experimentación, exposición que se puede ver hasta el 20 de agosto en el CaixaForum Barcelona. La muestra exprime todo lo que define este arte, olvidándose de solo tener que quedar bien o retratar la realidad, y tejiendo alianzas con otros planteamientos, desde la ciencia, el cine y la crítica social hasta el surrealismo, el constructivismo y el futurismo. Y, sobre todo, atreviéndose a jugar, ya sea utilizando la boca como obturador, como hizo Jeff Guess, o llenando una lavadora de productos reveladores y fijadores en el cajón del detergente y ver qué pasa, como se le ocurrió a Steve Pippin. Pero tampoco hace falta plantear experimentos tan imaginativos y, a veces, solo hay que darle una vuelta a las cosas y pararse a mirar la belleza artística que se esconde en lo que enseña un microscopio o una radiografía.
La exposición, hecha en colaboración con el Centro Pompidou, como ya se hizo para Cámara y ciudad. La vida urbana en la fotografía y el cine (2020), se enfrenta a los diferentes elementos que configuran lo que se considera como una buena fotografía, forzándolos y superándolos, demostrando que si está mal iluminada o borrosa también puede ser digna de admiración y estar cargada de contenido. El recorrido empieza haciéndole trampas a la luz con uno de los principales exponentes de la fotografía experimental de principios del siglo XX, Man Ray y sus fotogramas —fotografía obtenida colocando un objeto entre el papel sensible y la fuente luminosa—, también conocidos como rayogramas en su honor. El artista estadounidense subvierte el proceso fotográfico y también el significado de los objetos que representa, completamente cotidianos pero descontextualizados, dotándoles de otras lecturas y relaciones.
Vera Lutter sube la apuesta con Rheinbraun I, August 21-22, 2006 para construir una mega imagen en negativo hecha con una cámara estenopeica —cámara negra en la que se introduce una superficie fotosensible—, creando una interpretación de la realidad fantasmagórica de un punto de extracción de carbón en Alemania. A través de una técnica diferente, lo transforma en un monstruo imponente, con personas convertidas en espectros que le merodean por el dilatado tiempo de exposición. Otros artistas presentes en la muestra del CaixaForum que inyectan una nueva vida a infraestructuras o espacios urbanos y naturales, son Tacita Dean, modificando un paisaje real para convertirlo en ficticio y apocalíptico en Quatemary, y Thomas Ruff, con imágenes captadas con cámaras térmicas en Nacht que consigue que sean casi alienígenas.
Luego viene el turno del movimiento, una característica que provoca alergia a cualquier fotógrafo, pero que en la exposición del CaixaForum sirve para expresarse desde otro punto de vista. Están las composiciones más estéticas como las de William Klein, más conocido por su faceta como fotógrafo de moda, y Raymon Hains, cercano al pictoralismo con Les deux croix.
También hay propuestas más reflexivas e íntimas, especialmente la de Alix Cleo Roubad, quien quiso autorretratarse a través de su respiración, colocándose la cámara encima del pecho y dejando que su aire empañara las instantáneas que captaba del paisaje que tenía delante, obteniendo una pieza oscura y misteriosa, otra vez un poco fantasmagórica. Más ligero, pero no menos cargado de significado, está Olafur Eliasson con su Pedestrian Vibes Study, en el que diecisiete fotograbados muestran con líneas muy finas cómo se mueve su propio cuerpo, lleno de luces led que dibujan sus movimientos en una habitación completamente oscura. El resultado podrían ser los informes que emite un monitor cardíaco, un sismógrafo o, incluso, un polígrafo.
Alix Cleo Roubad quiso autorretratarse a través de su respiración, colocándose la cámara encima del pecho y dejando que su aire empañara las instantáneas que captaba del paisaje que tenía delante
Otra parada de la muestra analiza la maleabilidad de la fotografía, utilizando de una forma distinta las técnicas clásicas para probar nuevas aproximaciones y, de rebote, visibilizar un gran ignorado de este arte, el proceso que hay detrás. Entre ellas, el impresionante y sobrecogedor fotograbado de Beatrice Caracciolo, con unas llamas granuladas en blanco y negro que parece que se puedan escapar del marco. También destaca la extraña composición de Pierre Cordier. Se trata de un quimigrama —una imagen producida aplicando productos químicos directamente y a plena luz encima de papel sensible— que podría ser muchas cosas y recuerda a formas orgánicas, como las gotas que se ven en las ventanas con la lluvia. Por último, Curtis Mann con Two Attemps (Olive harvest, Palestine) evocando el conflicto palestino en una imagen cotidiana, la recogida de olivas, con tan solo verter lejía en la imagen, teñiéndola de fuego al dañarla.
Visiones expandidas. Fotografía y experimentación en el CaixaForum recorre múltiples alternativas de un centenar de artistas de diferentes épocas, yendo desde principios del siglo XX hasta la actualidad. La muestra está teñida por un toque algo tétrico, ya sea porque rompe con lo de siempre o porque domina el blanco y negro, pero también presenta imágenes sugerentes y profundas, nada fáciles, lanzando preguntas al aire constantemente. Desde cómo dar una segunda oportunidad a negativos desechados y aparearlos con otros (Lisa Oppenheim) hasta cómo representar algo tan inmutable como una piedra a partir de muchos reflejos (Noémi Goudal). Y hasta hay quien se atreve a disparar al objetivo, claramente, rozando los límites de la técnica fotográfica.