Las historias que cuentan los cines, muchas veces, son más increíbles que las de las películas que proyectan. Es así para el Cinema Maldà, el único que aún queda en todo el distrito de Ciutat Vella y el barrio Gòtic, antes ocupado por emblemas como el Pelayo o el París, en Portal de l’Àngel. También tiene el honor de ser el cine con solo una sala más antiguo de Barcelona, inaugurado en 1945.
Con casi 80 años, el Cinema Maldà, recientemente galardonado como Ramblista d’Honor, ha tenido episodios para todos los gustos, protagonizados por robos, ruidos atronadores, inspiraciones Bollywoodianas… Hasta una pandemia, aunque ahora eso parezca de lo más cotidiano. “Nos ha pasado de todo”, resume su gerente y programador, Xavier Escrivà, en su pequeña oficina plagada de carteles de películas, situada en la misma taquilla donde vende sus entradas, que permiten al precio de una pasar la tarde viendo reestrenos en versión original.
El frenesí narrativo que hay detrás de la trayectoria de este cine barcelonés empieza por Escrivà, que tampoco se queda corto en cuanto a giros cinematográficos y casualidades afortunadas. Antes de acabar en el cine, Escrivà trabajaba de mozo muy cerca de la sala, en Mobles Maldà, donde hacía de todo, desde limpiar cristales a ir de una tienda a otra. Entre las múltiples tareas que desempeñaba, cuando salía de trabajar los viernes, se iba al Cinema Maldà para ver sus películas de autor e independientes. “Me enganchó este tipo de cine”, recuerda.
Un día, se despidió del Cinema Maldà el encargado de hacer pasar a los espectadores y colocarlos en las butacas. Corría 1987. Escrivà se convirtió en el nuevo chico de la entrada, pero ahí no quedó la cosa. Tiempo después, se jubiló el operador y a Escrivà le faltó tiempo para sacarse el carnet y ponerse a proyectar películas. “Como en Cinema Paradiso“, declara con una sonrisa.
Como en cualquier trama, siempre acaban llegando las dificultades. En 2003, el cine tuvo que cerrar por motivos seguridad y cuatro de sus trabajadores invirtieron para hacer las reformas necesarias, entre ellos Escrivà, pero no fue posible. Se vendió la licencia a un empresario indio, Hankar Kishnani, que quería proyectar exclusivamente películas de Bollywood, con 14 pases a la semana. Cuando abrió, el proyecto no acabó de funcionar y terminó cerrando de nuevo.
Fue en 2010 cuando Escrivà se convirtió en el gerente del Cinema Maldà, que recuperó su programación alejada de los títulos comerciales y su entrada única para ver más de una película, fórmula muy popular en los cines de reestreno desde los años 60, aunque lo hizo adaptándose a los nuevos tiempos. Si antes se ofrecían dos películas cada tarde, se pasó a incluir cuatro o cinco.
La nueva etapa tampoco empezó con el mejor de los contextos, en plena crisis económica global. “Cada año, íbamos sufriendo”, expone Escrivà. En 2014, tuvieron que lanzar una campaña de rescate para buscar amigos del cine que evitasen el cierre. De esa búsqueda de apoyos, que se ha mantenido desde entonces, se ha conseguido sumar a entre 100 y 150 patrones que, con una aportación anual de 100 euros, ayudan a sufragar costes y mantener la sala a flote.
Pero la crisis del 2008, amplificada por el golpe que ya había provocado el cambio de modelo que supuso la digitalización y la subida del IVA de 2012, no es todo lo que este cine barcelonés ha tenido que afrontar. Unas obras en el piso justo encima de la sala dificultaron su funcionamiento en 2018, con los martilleos como nueva banda sonora y una considerable caída de la facturación.
Pero la cosa no se queda ahí. Al Cinema Maldà le han entrado a robar dos veces. La primera fue en marzo de 2019, llevándose todo el dinero que tenían en la taquilla y la caja fuerte. Tal fue el susto que hasta Juan Antonio Bayona decidió arrimar el hombro con la proyección de Jurassic World: el Reino Caído y un coloquio posterior, asumiendo los costes y cediendo la recaudación al cine. Se colgó el cartel de completo y hasta hubo gente que se quedó fuera. Para Bayona, el Cinema Maldà es donde ha descubierto algunas de las mejores que películas que ha visto nunca y, a pesar de que llevaba tiempo sin ir, como le reconoció a Escrivà el día del acto, desde entonces se deja ver más. Al robo con un director heroico al rescate de por medio, le siguió otro en septiembre de 2020, esta vez con menos impacto.
Al Cinema Maldà le han entrado a robar dos veces, con un director heroico al rescate de por medio
Después de todo esto llegó la pandemia, que ahí está y aún se hace notar. El cine aguantó bien el primer confinamiento con los ahorros que le había dado una buena taquilla de principios de año, gracias a títulos como Parásitos y que en invierno, cuando hace frío de verdad, la gente se anima más a ir a ver películas. El apoyo de los patrones e iniciativas como packs de descuento y su cesta cultural por Navidad también les ayudaron a capear el temporal. El problema fue volver a abrir, con los gastos de siempre y sin la audiencia prepandémica.
Con idas y venidas, ahora, con la vuelta de la limitación de aforo al 70%, el Cinema Maldà lo vuelve a ver complicado, con muchos de sus habituales quedándose en casa. También les afecta la subida de la luz, con facturas que aumentaron en 800 euros mensuales en verano, obligando a reducir las películas programadas cada tarde y a cerrar algunos días. Con todo esto, el Cinema Maldà cumplió los 75 años en diciembre de 2020. No pudo celebrar la efeméride como se merecía, pero tampoco podrá negar que todos estos años le han dado una historia que ya desearían muchas películas.