Imagen película 'Pequeño País'
Imagen de la la película francobelga Pequeño País, de Eric Barbier.

Cuatro películas que nos trasladan a Burundi, Nueva York, Irán y Japón

Tras el paso de Johnny Depp e Isabelle Hupert y mientras llegan Trueba, Colomo y Karra Elejalde, nos detenemos en cuatro películas del BCN Film Fest que nos trasladan a cuatro esquinas del globo

El Festival Internacional de Cine de Barcelona pasó su primer fin de semana con enorme animación, entre otras cosas por la presencia de Johnny Depp, de Isabelle Hupert y Carmen y Dolores Chaplin, nietas de Charles Chaplin, que vinieron a presentar el documental sobre su abuelo. Ahora cambia el festival de grandes nombres, pero no de animación. Fernando Trueba, Fernando Colomo y Karra Elejalde vienen a presentar sus películas y a darle velocidad en su recta hacia el final.

Carmen y Dolores Chaplin, nietas de Charles Chaplin, en Barcelona.

Isabelle Huppert y Mamá María, la sorprendente y divertida película con la que ha venido junto al director, Jean-Paul Salomé, han aprovechado con estilo y buena cara sus días en la ciudad. La película, por su espontaneidad y su punto de amoralidad en el trato de una historia sobre policías y traficantes de estupefacientes, y la actriz, por su curiosidad cultural en Barcelona, pues ha dedicado su tiempo libre a visitar lugares como el Palau Güell y el MNAC. Johnny Depp, con fama de exprimir su presencia allá donde esté, y no precisamente en los aspectos culturales, no se ha encontrado una ciudad a la altura de sus enormes capacidades para la diversión, pero sí deja la sospecha de que si la ciudad hubiera tenido la atmósfera y animación de otras épocas menos “correctitas”, Depp tal vez se hubiera empadronado aquí.

Mientras se instalan ya en el festival El olvido que seremos y Poliamor para principiantes, los títulos de Trueba y Colomo, la Sección Oficial del Festival ha ofrecido varias películas de notable interés, como la francobelga Pequeño País, de Eric Barbier; Sueños de una escritora en Nueva York, de Philippe Falardeau; Yalda, la noche del perdón, del iraní Massoud Bakhisi, o La mujer del espía, del japonés Kiyoshi Kurosawa. Sin ánimo de darle la turra al lector sobre “el hecho fílmico”, ofrecemos a continuación un pequeño muestrario de las virtudes de cada una de estas películas tan alejadas entre sí (una en Burundi, otra en Nueva York, otra en Irán y otra en Kobe, Japón), pero ahora tan cercanas y a tiro, ahí en los Cines Verdi.

Pequeño País narra la historia de una familia belga (la madre es ruandesa) durante las matanzas entre hutus y tutsis a principio de los noventa. El relato es terrible, aunque atemperado en su crudeza al tener gran protagonismo la mirada del hijo de diez años de la familia. Aunque los sucesos, las causas y el genocidio son de difícil comprensión y digestión, la película desvela algunas claves raciales y sociales. No solo es interesante, sino también impresionante.

Sueños de una escritora en Nueva York, de Philippe Falardeau, interpretada por la joven actriz Margaret Qualley.

Sueños de una escritora en Nueva York cambia por completo de tono y lugar; es una comedia dramática sobre una joven escritora que entra a trabajar en una agencia literaria, pero no en una cualquiera, sino en la que lleva los derechos de ese unicornio literario llamado J. D. Salinger. Es fresca, desinhibida, melodramática y compone una relación fuerte entre la severa Sigourney Weaver, una especie de bulldog dueña de la agencia, y la joven actriz Margaret Qualley, con un físico muy a lo Andie MacDoweel (su madre) y un papel muy suave que serviría para envolver una docena de bocaditos de nata.

Yalda, la noche del perdón, del iraní Massoud Bakhisi.

Yalda, la noche del perdón tiene la virtud y el interés de transportarnos al Irán actual, donde una joven condenada a muerte por matar a su viejo marido se enfrenta, en un programa de televisión (un poco al estilo de los Tomates de aquí) a la que puede concederle el perdón, la hija del fallecido. Tanto la exposición de los hechos como la puesta en escena son fascinantes, pues se mezcla la seriedad de los sucesos con la trivialidad del programa televisivo: ¡los telespectadores votan a favor o no del perdón de la pena de muerte!… En fin, además de una película insólita, es una invitación a reflexionar sobre la moral, la diversidad cultural y social, y la idea de que el telecinquismo también necesita de una vacuna global.

La mujer del espía, del japonés Kiyoshi Kurosawa.

La mujer del espía es literalmente una maravilla, dirigida por el veterano Kiyoshi Kurosawa (nada que ver con el cineasta clásico), y narra una historia en los albores de la segunda guerra mundial con enorme precisión estética, con gran intriga prebélica y emocional, y con unos personajes clásicos y que supuran nostalgia y estilo. Hay mucha intención política y vocación de thriller en los pliegues del argumento, y su pareja protagonista, Yû Aoi y Issei Takahashi, son y están espléndidos, especialmente ella (Yû Aoi), con unos cambios de temperatura, tono y dirección en su personaje que mantiene al espectador tan despistado y perplejo como a Johnny Depp entre toques de queda barceloneses.