Adolf Hitler en Els Tres Porquets, que puede verse en el centro Fabra i Coats hasta el 12 de febrero.

“Los tres cerditos” y el lobo

Fabra i Coats estrena, por primera vez en España, la película Els Tres Porquets de Albert Serra, en formato instalación y de 101 horas de metraje

La película, rodada en 2012 con motivo de la feria dOCUMENTA de Kassel (Alemania) en su 13ª edición, está considerada, por muchos, la obra magna del director de Banyoles, que no cesa de recoger premios y menciones internacionales por su reciente y aplaudida Pacifiction (2022). Este estreno, aunque tardío, debemos agradecerlo a la insistencia de Joana Hurtado, directora de Fabra i Coats: Centre d’Art Contemporani de Barcelona, que, tras ver la obra original en Alemania, quedó fascinada por el film y se propuso traducirlo al catalán y traerlo a España ante la falta de interés general en el circuito cinematográfico del país. 

En Alemania, ha sido expuesta tres veces con distinto metraje: en formato instalación originalmente, y luego montada para formato cinematográfico. La obra nació de la propuesta que hicieron los organizadores del dOCUMENTA a Serra tras su paso por el festival, de rodar algo in situ. Inicialmente, el director pensó en localizar y establecer una rodaje entre Catalunya y Alemania, pero los organizadores le sugirieron rodar íntegramente en Alemania, todo un reto, ya que Albert Serra no habla alemán y tampoco conocía actores allí. 

El director eligió actores amateurs, gente del festival, trabajadores y organizadores del dOCUMENTA para los casting (desde un carpintero hasta un crítico de arte) y dispuso de total libertad para trasladar a su equipo habitual de técnicos a Kassel para rodar. Pensó en trabajar otra vez sobre un tema redundante en toda su filmografia: la historia y su relevancia en el pensamiento, las costumbres y el desarrollo de la cultura. Quiso hablar de la historia de Alemania y eligió tres textos de tres personajes que él consideró figuras claves de este país: Goethe, Hitler y Fassbinder. El plan de rodaje fue el de grabar una hora durante aproximadamente cien días divididos en dos partes: una parte desde principios de junio hasta mediados de julio, y luego, la última quincena de agosto. Los técnicos montaban el material de dos días antes y se proyectaba el material rodado de tres días anteriores, lo que daba un margen de un día para el error. El particular proceso de rodaje y sus vicisitudes, las dudas como creador de Serra y sus intenciones y sus logros, quedaron recogidos en un cuaderno de rodaje publicado en el suplemento Cultura(s) de La Vanguardia  bajo el título de Diaris de Kàssel

Por el proyecto, pasaron más de 50 personas y se establecieron extrañas disonancias fruto de la improvisación y el ensayo y error. Varios actores fueron utilizados para un mismo papel, el del director Fassbinder, a la hora de recitar sus palabras, mientras que la voz en off del entrevistador, sería la del propio actor Lluís Serrat (habitual de Serra i conocido por su papel de Sancho en Honor de Cavallería). Clemens Alban acabaría siendo Hitler y Harald Kimpel, Goethe.

Los textos escogidos son de gran relevancia: Conversaciones con Goethe, de Johann Peter Eckerman; Las Conversaciones Privadas de Hitler, transcritas entre 1941 y 1944; y Fassbinder por Fassbinder, editado por Robert Fischer. Los textos en tercera persona fueron adaptados en primera, de forma que los actores pudieran ponerlo, literalmente, en sus bocas. 

Para los decorados, se usó un palacete, un teatro “móvil”, que se trasladó en mitad de un campo, y el bar kitsch del mismo dOCUMENTA, el Ekstase Bar.

El director, Albert Serra, en la presentación de la instalación.

Para la proyección actual, Fabra i Coats ha diseñado una pantalla triangular de gran formato suspendida en el aire. En cada pantalla, vemos uno de los personajes, que a su vez, es una de las tres partes de la película. La película tiene una duración final de 101 horas divididas en 33 horas por pantalla. Para la traducción, se han tardado nueve meses y han colaborado entre 7 y 8 personas, más una correctora de catalán. En palabras del autor, “la nueva traducción dota de más fuerza al film por las características y la poética del catalán”.

La película, plantea un contraste histórico y un contraste de personalidades que no tienen nada que ver entre sí. Quizá les une, en palabras de Serra: “la megalomanía”. Pero lo cierto es que sí hay conexiones entre ellos. Son personalidades fuertes, que hicieron, en muchos casos, un mundo a su medida, no se sujetaron a una moda y marcaron, para bien o para mal, la historia con su paso.

Los textos que se recogen, son interpretados. Son una suerte de monólogos interiores en los que no hay lugar para la interpelación ni la interlocución con el espectador. Asustados, sienten la presencia voraz de la cámara, que los juzga, como si estuvieran detrás de un cristal en Nuremberg a merced de la opinión pública, que en su infantilismo, pretende reescribir la historia sacándola permanentemente de su contexto. El espectador es, ahora, testigo subjetivo de la realidad de estos seres. Unos personajes que recitan sin dramaturgia alguna, con total opacidad de ideas y emociones. Son gente real diciendo el texto y punto.

La pantalla triangular que el centro Fabra i Coats de Barcelona ha elegido para la proyección.

Esta tensión, tan habitual en el cine de Albert Serra, entre la realidad y la ficción, entre el lenguaje del naturalismo documental y los personajes literarios, siempre se traslada a la figura final del plano, a los actores. Estos, cansados, hastiados e indiferentes, son obligados a encarnar una pieza de la historia sin drama, sin contexto, sin historia alguna más allá del texto.

Albert Serra habla de la historia desde los restos, reflexionando sobre quién y cómo se crean esos restos y quién y cómo se perciben, estableciendo un innegable puente con la actualidad

El título hace referencia al cuento infantil de Los Tres Cerditos en el que Serra parece ser el lobo que tira por tierra las tres construcciones que los personajes presentan. La moraleja que extraemos del film es la antigua tesis que defendieron Friedrich Hegel y Aldous Huxley de que “la única lección que nos enseña la historia es que no aprendemos ninguna lección de la historia”.

Así pues, superamos la caricatura de Hitler con un Hitler reinterpretado. Existe una aproximación más seria y profunda a través de sus palabras. Uno puede horrorizarse al coincidir con él en temas tan de fondo como el maltrato animal, la voluntad del pueblo ruso e incluso las conexiones entre Rusia y Ucrania que se alargan hasta la actualidad. Hay una caracterización grotesca del personaje, llena de ambigüedad y contradicción: solemnidad en el texto y a su vez, la sensación permanente de teatrillo, de farsa, de bigote postizo cercano a la burla. La reflexión: un análisis certero y sin filtros del gen de la destrucción y las distintas fases de la maldad.

Con Goethe, otro personaje contradictorio, caemos en el intencionado tedio de sus discursos políticos y utópicos, ahora desfasados, y que se eternizan mientras anda alargando el texto de un modo casi ridículo. Citas a Lord Byron, Shakespeare e ideas sobre la construcción de los estados y de cómo debería educarse a la población.

Adolf Hitler en Els Tres Porquets.

Para Fassbinder, el director alemán, Albert Serra plantea un espacio decadente de posguerra, un lugar enfermizo de marginados con un formato de entrevistas, algo más contemporáneo que sus predecesores. Hay una cierta intimidad, mezclada con decadencia, a veces moral, a veces física, y una serie de personajes dentro del mismo personaje que no deja ver la verdadera cara, lo turbio por encima de lo sincero.

“Los tres contenían una maldad intrínseca”, según Serra; y destaca, que en ningún momento existe por su parte ningún atisbo de apología ni reconocimiento, más bien todo lo opuesto, un afán de caricatura y de burla. De ahí el título: una ridiculización en forma de fábula de algo que “son unas construcciones que quedan en nada. Soplas, y se van al suelo”.

También hay mucho de una banalización general del arte contemporáneo, de la falta de seriedad en las ideas y de cómo estas se imponen a las nuevas generaciones. En definitiva, un ejemplo de lo efímero del discurso.

Goethe en el film de Albert Serra.

Y es que la película, de un modo accidental, no está creada para ser vista en toda su totalidad, sinó para ser vista por fragmentos. Ningún espectador puede visionarla por completo, principalmente por su duración y por el formato en la que se expone. Nace, pues, como una película infinita, de la que solo podemos disfrutar retales y nos aproximamos a los protagonistas de un modo indirecto. Son 24 horas de exposición ininterrumpida, como puede ser un Velázquez en el Prado, donde, cuando se apagan las luces y se va el último visitante, la obra sigue allí, existiendo por sí misma. La película, pues, avanza inexorablemente. Y esta es la reflexión final del cineasta: “lo importante es que la obra exista”.

Como espectador, uno debe plantearse qué relación ha planteado el autor para con él y con la obra, ya que si ese es el objetivo primordial y discurso e intención única de la misma (una suerte de misterioso e inconcebible Libro de Arena de Borges, pero en película), cabe destacar la posición de inferioridad delante de tan ambiciosa obra en la que nos encontramos. A algunos les sonará, irremediablemente, a ínfula pretenciosa debido a su duración. Albert Serra apunta, quizá anticipando este hecho, al que podría ser su formato ideal, el formato definitivo en el que podría presentarse en un futuro la obra: en un contenedor de vídeos online, con una barra de timeline, donde el espectador recupere las riendas y pueda pausar el film, ir al baño, pasarlo en fast forward, avanzar, retroceder, e incluso ir, directamente, al final.

Fassbinder en Els Tres Porquets.

La idea de no tener que esperar a ver terminar un film, de no quedarnos a contemplar el final de un espectáculo, es un tema de plena actualidad. A muchos periodistas ha sorprendido cómo la afición local del Mundial de Qatar no acaba de ver los partidos y abandona sus asientos por muy interesante que sea el partido. Este nuevo concepto de entender el entretenimiento nos hace reflexionar en qué y cómo gestionamos nuestra atención, nuestro tiempo libre y nuestro ocio. Lo que a algunos puede parecer una falta de respeto a los creadores, para otros es el fruto de una falta de atención generalizada, basada en la permanente necesidad de sorprender, de excitar, de provocar a un ritmo inasumible para ningún discurso con cierto calado o expectativas de profundidad. Estamos, pues, en tiempos extraños, donde las obras y sus creadores deben reinventarse o resistir. ¿Cómo mantenemos la atención del usuario en un mundo de futilidad, de temas etéreos y contenidos vacíos?

La proyección, que se podrá disfrutar hasta el 12 de febrero de 2023, estrena la programación del nuevo año dedicada a los artistas visuales más relevantes del momento.