No hay nada menos inmutable que el arte urbano. Precisamente, las pintadas y los grafitis dibujan lo contrario: un permanente estado de variación, de alteración del ánimo, ignición creativa y manifestación expresiva, ajeno a dogmas y territorios sagrados. La gran obra de hoy puede desaparecer mañana, sepultada por otro espray. Y todo el mundo está en paz con eso.
El street art propone una transformación constante que invita al hallazgo continuo. Cada avistamiento de una pintada se convierte en una suerte de privilegio íntimo y efímero. Barcelona siempre ha desbordado arte por cada rincón, pero ahora multiplica su expresividad creativa gracias a una radiación de talento urbano que hoy en día alcanza su máxima expresión.
Los impredecibles afloramientos gráficos en muros y persianas convierten a la capital catalana en una ciudad que está siempre a punto de ocurrir, donde nada permanece y las marcas externas revelan un metabolismo interno en perpetuo movimiento.
De vez en cuando, estas muestras de arte saltan a la actualidad, pero eso tampoco dura. En ese universo de trazos coloridos, símbolos rimbombantes y notorias firmas, la imagen más popular o polémica del momento puede ser rápidamente desplazada y olvidada. Pensemos por ejemplo en las recientes protestas en contra del encarcelamiento de Pablo Hasél y la acción colectiva a favor de la libertad de expresión que tuvo lugar en el Parc de les Tres Xemeneies del Poble Sec, capitaneada por el artista Roc Blackblock y su busto del rey emérito.
Primero fue el Ayuntamiento quien hizo desaparecer aquel dibujo del monarca con varias flechas clavadas, aunque acto seguido se disculpara ofreciendo medios para volver a pintar la imagen. Blackblock se negó a reproducir de nuevo el mural. A cambio, replicó con una estampa de Franco en el mismo lugar. Lo que pocos saben es que a los pocos días, su última obra, junto con la de multitud de otros artistas como LaCastillo o Sigrid Amores, que pintaron en el mismo muro más grafitis a favor de la libertad de Hasél y contra la censura, fueron destruidos con tachones vandálicos y anónimos. Ahora ya casi nadie habla sobre ello.
Murales nuevos y reivindicativos en Barcelona
Los jardines de las Tres Chimeneas se han alzado en los últimos tiempos como el gran epicentro del arte evanescente. Es cierto que allí encontramos una actividad nutrida y una intervención urbana permanente, pero pronto veremos que no es el único lugar. Cualquier día podemos pasearnos por ese espacio diáfano y concurrido al ritmo de la particular orquesta que conforman los esprays agitándose con los skaters rebotando contra el suelo para ver de cerca cómo muta la ciudad. A resguardo de altas chimeneas de aquella central eléctrica conocida popularmente como “La Canadiense” podemos ver aplicados grafiteros arqueándose sobre los muros, y deleitarnos con obras tan alucinantes como esa pintura de un hombre coronado que nos invita a devolverle la mirada con gesto pícaro, obra del activo Tim Marsh.
Cerca del bullicio hip-hopero de las Tres Chimeneas encontramos más explosiones de talento en la Plaça de Raquel Meller. La pared que corona esta pestaña de cemento sobre Paral·lel se ha convertido en un proyecto mural con carácter rotativo bautizado como Arnau Gallery, justamente por estar ubicado en un espacio emblemático de Barcelona: el antiguo Teatro Arnau. Esta iniciativa está dirigida y producida por Difusor y Street Art Barcelona. La última vez que pasamos por allí de la pared brotaba una animada selva urbana, habitada por una muchedumbre de animalillos multicolor. Es obra de Zach Oreo y Ekosaurio.
A los lados de ese gran mural se advierten otros dos, el primero situado en la esquina con Nou de la Rambla, una sobrecogedora pintura en la tradición del muralismo sudamericano, firmada por el artista chileno Estoy.
La pared de la Plaça de Raquel Meller se ha convertido en un proyecto mural con carácter rotativo
Fascina especialmente la que está situada justo al lado del cartel de la calle de les Tàpies: una mujer cyberpunk en tonos azules con la que Deih postula una Barcelona del 2049 y nos hace volar la imaginación a los mundos de Moebius.
Si hay un escenario que se significa hoy en día como espacio para la transformación y la reivindicación contemporánea, esa es la antigua prisión Modelo. Desde hace poco, sus muros acogen una nueva intervención artística, un mural feminista que representa la diversidad de las mujeres y sus roles en la sociedad. Esta obra de las ilustradoras Lola Vendetta, María Pichel, Amaia Arrazola, Vicky Cuello, Carolina Monterrubio y Marina Capdevila se ha realizado en colaboración con la publicación colectiva y autogestionada “Femiñetas”. Defiende el lema Juntas, diversas y rebeldes, con la necesidad de visualizar el activismo feminista y las políticas con perspectiva de género aplicadas en la ciudad.
La antigua cárcel Modelo se ha convertido en un escenario de transformación y reivindicación contemporánea, con intervenciones como “Juntas, diversas y rebeldes”
Más allá de esa reciente obra, recorrer el perímetro de la Modelo actualmente es como pasar por las diferentes estancias de un museo. A cada tramo de pared puedes encontrarte con un chimpancé gigante vestido con chándal caro, una cara invertida y sonriente, hipnóticos personajes en blanco y negro o alucinantes geometrías con coloraciones que saltan del plano.
Otro acto reivindicativo contemporáneo a destacar es el movimiento del artista anónimo Sinpapeles. Este Banksy de Barcelona esparce su firma en cursiva, hecha con una estilizada letra ligada propia de un colegial, por jardineras, muros y estaciones de metro del centro de la ciudad. Su lema se ha visto incluso en el Macba o la Filmoteca. Con esta repetición de un mensaje unívoco, el artista trata de recordar que mientras alguien con papeles se beneficia, siempre habrá un buen número de extranjeros indocumentados limpiando casas y sirviendo mesas. Su voz resuena: hay quien incluso se ha tatuado su firma.
PobleNou es otra trinchera gráfica de acción permanente. En el antiguo barrio industrial de Barcelona la vanguardia del aerosol se multiplica por momentos. El arte urbano se abre paso sobre los tochos en enclaves como la Biblioteca de Sant Martí o la manzana de las calles Agricultura, Veneçuela, Treball y Pallars. En la confluencia de la calle Espronceda con Marroc, además de divisar una gigantesca columna romana ennobleciendo una vieja fachada, podemos ver a grupos de niños siendo instruidos en el arte de dibujar sobre el muro. Hace tiempo que esa pared se convirtió en lienzo.
Alcanzando el final de la calle de Pere IV de Poblenou nos saludan las coloridas formas geométricas que adornan la mayoría de bajos de esa acera, presidida por el centro de creación La Escocesa. En este marco de solares en construcción y locales desvencijados anida la fantasía. En la esquina de Pere IV con Selva de Mar asistimos a un estallido policromático donde se oculta un rostro misterioso. Justo al lado, una muchacha en bañador camina entre líneas doradas y destellos psicodélicos. Encima, un señor fuma desde su balcón. Por un momento, lo observamos como si fuera otro dibujo.
Muy cerca de aquí, en la esquina Selva de Mar con Perú, localizamos uno de los grafitis más populares de Barcelona: el fallecido cantante Pau Donés de Jarabe de Palo visto por el artista JLG Arte.
Otro submundo de la ilusión gráfica es la Nau Bostik, cuyo recinto desata un fabuloso muestrario de arte al aire libre. Visitar este espacio de creación joven de La Sagrera no solo es una oportunidad sensacional para sumergirnos en exposiciones fotográficas, retrospectivas históricas y mercadillos vintage. Todas sus fachadas están inundadas por expansivas muestras de arte urbano. La diversidad de formas y estilos es desbordante: aquí una cabeza de leopardo, allí una muchacha con vestido estampado en una postal evocativa; ahora manchas sinuosas mezclando tonos, al rato caricaturas histriónicas sobre fondo rosa, después un inquietante personaje con abrigo y pasamontañas firmado por Jofre Oliveras. Es un tránsito tan evocativo y epatante que apenas merece la pena tratar de explicarlo con palabras. Se hace obligado visitar la Nau Bostik y una vez allí ejercitar pupilas y cervicales para apreciar como se merece cada mural.
Más allá de estas concentraciones de street art, conviene tener claro que el espray puede salpicar cualquier rincón de nuestra ciudad. Un buen ejemplo es la rampa final de la calle Lepanto. En apenas unos pasos, o con un simple giro de cabeza, podemos disfrutar de dos obras gloriosas: en el número 409, la artista francesa Miss Van adorna una casa con dos vistosos personajes de atuendos venecianos; en el número 424 de la misma calle, la fachada posterior de un edificio desvela un colosal mural abstracto, obra del artista internacional SIXE. Se elaboró en el entorno del festival de arte urbano Open Walls Conference 2016, y está considerado el más grande de Barcelona.
Clásicos estoicos del arte callejero en Barcelona
Sorprendentemente, hay obras de arte callejero que han resistido el paso del tiempo. Barcelona les ha concedido el beneficio de la posteridad a algunos artistas, cuyas obras aguantan los años sin ser sustituidas o mancilladas. Así, aún hoy pueden contemplarse maravillas como el fotomosaico El món neix en cada besada, de Joan Fontcuberta, que sigue alumbrando imaginaciones y llenando Instagrams desde su rincón de la plaza de Isidre Nonell. Más allá de todo comentario lucen aún los archifamosos murales de Chillida y Keith Haring en la Plaza dels Àngels, junto al Macba.
Barcelona concede el beneficio de la posteridad a algunos artistas, cuyas obras resisten el paso del tiempo
Otra estampa a punto de considerarse clásica es el fabuloso mural de cómic que el historietista valenciano Daniel Torres pintó en 2011 sobre la fachada del número 89 de la calle Fluvià, en lo que solía ser almacén de la editorial Norma Cómics. Todo un homenaje a la línea fina y la elegancia de la bande dessinée, el cómic franco-belga.
La lista de muros que han logrado esquivar las arremetidas de los años es larga. El arte sigue integrándose con el barrio gracias a obras como Panorama, colosal retrato femenino del artista cubano Jorge Rodríguez situado en el 215 de la calle Selva de Mar, y Els gats del ilustrador Arnal Ballester en la calle Xuclà. Algo maltrechos resisten los castellers que levantó el artista Gonzalo Borondo en la calle Pallars, así como las paredes que homenajean a la rumba catalana en la calle de la Cera, obra de Luis Zafrilla.
Por desgracia, la lista de bajas también crece por momentos: poco nos imaginábamos que la pandemia se llevaría por delante el icónico mural de la fachada de La Carboneria en la calle Urgel. La desaparición del Franco Zombie de la plaza Urquinaona también significó una pérdida dolorosa.
Personajes, persianas y fantasías inesperadas
Ciertas pintadas nos cogen por sorpresa, y consiguen que nos frotemos los ojos de pura estupefacción. El mural que encontramos en el número 25 de la Avenida de Francesc Cambó nos deja anonadados. Los pintores Miquel Ballester, Rafael Cerdan, Jonathan Cerdan y Andreu Mitjans simularon una continuación de la fachada de la antigua pollería modernista Pavia, sin escatimar en detalles. Este formidable trampantojo recrea detalles como la dependienta recibiéndonos a la puerta del local, y diversos vecinos asomados en los balcones superiores, entre ellos un perrito. La obra Balcons de Barcelona, creada en 1992 por el grupo Cité de la Création, logra un efecto similar. Nació en el contexto de la vieja campaña Barcelona posa’t guapa de restauración de fachadas y de monumentos, y puede verse desde la plaza Pablo Neruda del Eixample.
Pese a su finura estética, algunas de estas pinturas son poco más que reclamos, como los curiosos parkings decorados con graffiti de la empresa ArteExtra, o esos lustrosos lagartos que merodean por la pared del Bar Konbe en Les Corts. Otros murales representan verdaderas explosiones creativas, como el fascinante Tributo a Joan Miró que, de la mano del artista Sixe Paredes, aflora sorpresivamente de una pared medianera entre las calles de la Riereta y de Sant Pau, en el Raval. Reverencias también para el enorme mural colectivo que da aires multiculturales a la Plaza del Poble Romaní, en la Gràcia gitanera.
Al final la epifanía artística a pie de calle está servida. Tanto da que cruces los Jardines Sant Pau del Camp sobrecogido por ese tremendo cosmonauta postrado ante un prisma resplandeciente, o te encuentres con el homenaje gráfico a David Bowie que acaban de pintar los alumnos del Institut Maragall en las paredes del centro.
Precisamente, descubrir mitos populares es uno de los mayores divertimentos al contemplar las paredes de la ciudad. A la altura del número 32 de la calle Creu Coberta puede avistarse un fenomenal retrato gigante de la artista Rosalía, obra del grafitero Uriginal. Otro ídolo recientemente inmortalizado es Maradona. Firmado por tvboy a principios de 2021, este busto pintado del Pelusa luce equipación azulgrana hasta la mitad del cuerpo, con los colores de la selección argentina del otro lado.
Sin duda un ejercicio vibrante es descubrir personajes y figuras en las puertas de locales. Un atento tour por las calles atendiendo a las persianas bajadas puede deparar varias apariciones serigrafiadas. Desde hace poco tiempo puede verse al célebre The Weeknd, autor del hit “Blinded by the light”, bajo el rótulo de una frutería en la calle Torrijos.
Un ejercicio vibrante es descubrir personajes y figuras en las persianas de los locales de Gràcia
Lo firma el también popular Joel Arroyo, artista que se prodiga sin control por las persianas del barrio de Gràcia. Homenajea a la pintora Tamara de Lempicka en los soportales de un edificio de la calle Encarnación, y dedica un gran mural a la pintora mexicana Frida Kahlo en Ros de Olano. Pero verás más obras suyas si caminas por las calles Montmany y Martínez de la Rosa.
El Cluedo de personajes en persianas se multiplica exponencialmente: podemos ver a Amy Winehouse en la calle Mozart, a Daenerys Targaryen en el número 23 de Bruniquer, a Darth Vader y unos cuantos soldados imperiales en Torrijos, y al mismísimo monstruo de Frankenstein en la persiana del Estudi Karloff.
En definitiva, el arte urbano hace que nuestras calles giren en más de un sentido, y que la ciudad nunca esté completa. Los graffitis no han venido para quedarse, solo para aliviar ciertas sombras y anticipar nuevas destrezas.