La edición de este año, que ha tenido lugar en Marsella, se ha visto lógicamente deslucida por las restricciones propias de la pandemia, y en 2022 se celebrará en Prístina (Kosovo). La candidatura barcelonesa se presentó conjuntamente con otras diez ciudades del área metropolitana: L’Hospitalet, Badalona, Sabadell, Terrassa, Mataró, Sant Cugat, Cornellà, El Prat de Llobregat, Granollers y Santa Coloma de Gramenet. El evento será, pues, descentralizado y llenará con sus contenidos toda el área metropolitana, en un esfuerzo encomiable de construir una región influyente no solo en el ámbito económico sino también cultural. Una candidatura que estuvo en reñida competencia con la de Essen (Alemania), que finalmente acogerá el evento en 2026.
Manifesta es la Bienal Nómada Europea, y surgió en los años 90, en una Europa aún conmovida por la caída del muro de Berlín. Su intención, más allá de ser un escaparate para el mercado del arte como Kassel o Venecia, siempre ha consistido en erigirse en plataforma de diálogo entre arte y sociedad, buscando la participación de las comunidades culturales y artísticas para reflexionar en un contexto concreto, que varía en cada edición.
Las Ediciones previas de este evento han tenido lugar en Rotterdam (1996), Luxemburgo (1998), Liubliana (2000), Frankfurt (2002), San Sebastián (2004), Nicosia (2006, aunque problemas de organización obligaron a su cancelación), Trentino-Alto Adige (2008), Murcia en dialogo con el Norte de África (2010), Limburg (2012), San Petersburgo (2014), Zurich (2016) y Palermo (2018).
Manifesta busca explícitamente llegar a territorios ajenos a los centros dominantes de la producción artística europea, buscando enfoques frescos y la posibilidad de crear nuevos territorios culturales. Lo hace abriendo las puertas a modos de trabajo alternativos, tanto en la práctica del comisariado de contenidos como de la mediación y la educación. Un planteamiento mucho más social y experimental que las ferias de arte convencionales, constreñidas por las necesidades de un mercado cada vez más polarizado en unas pocas ciudades del globo.
Un programa de dos años
Cada edición de Manifesta incluye un programa de actividades que se prolonga durante prácticamente dos años, y que incluye estudios, publicaciones, encuentros, discusiones y seminarios, que finalmente culminan en un trimestre de eventos localizados en las sedes elegidas. El objetivo es acercar los debates intelectuales y artísticos al territorio y la idiosincrasia de cada sede.
El horizonte temporal de la celebración de Manifesta 2024 dará la oportunidad al ecosistema artístico barcelonés de establecer sinergias entre administraciones, equipamientos, artistas y tejido asociativo. Aunque el presupuesto del evento es relativamente modesto (unos seis millones de euros, aportados por las distintas administraciones y por colaboradores privados), la vocación de Manifesta es fomentar la participación, y aunque se gestiona a través de un equipo permanente de especialistas internacionales, tiene muy claro que las ideas deben surgir desde la base y el territorio, y no desde la cúpula organizativa.
Aunque es pronto para adentrarse en los contenidos concretos, que empezarán a debatirse en los próximos meses, los objetivos generales ya están marcados. Valentín Roma, director de Virreina Centre de la Imatge, será uno de los representantes institucionales encargados de empezar a trabajar, en colaboración con representantes políticos, comisarios y artistas locales, en dar forma a lo que de momento es todavía una promesa por construir.
Los objetivos generales de Manifesta 2024 ya están marcados, pese a que aún es pronto para adentrarse en los contenidos concretos
“Manifesta se distingue por ser un evento artístico con un compromiso político muy claro, y también por dar oportunidad de debatir distintos enfoques no marcados por intereses solo institucionales o comerciales. Creo que es una gran oportunidad para Barcelona y las ciudades de su entorno, y una apuesta muy clara para dar voz a toda la región metropolitana en el ámbito artístico. Muchos artistas locales podrán dar a conocer su trabajo con medios a los que no están acostumbrados, y en una plataforma de alcance internacional”, expone Roma. “Quedan cuatro años de trabajo intenso para que el evento sea capaz de acoger inputs externos y también dar voz a un tejido artístico muy rico, como el que tenemos. Barcelona y su entorno tienen un gran potencial para llenar de contenido interesante un evento como este, y el reto empieza ahora. Tras un año funesto en muchos aspectos como el 2020, Manifesta es un motivo de alegría para el ecosistema artístico de nuestra ciudad y su entorno, y estoy seguro de que puede dar frutos extraordinarios”, añade.
Aunque relativamente modesta en comparación con la Bienal de Venecia o la Documenta de Kassel, Manifesta tiene la vocación de enhebrar el territorio de cada sede con el entorno europeo y más allá. Artistas, comisarios y profesionales de más de 40 países participan en cada edición, que siempre tiene como horizonte extender el espacio europeo a territorios vecinos como el Norte de África, el Mediterráneo oriental y parte de Asia, así como fomentar las perspectivas de las cultures minoritarias dentro de Europa.
Un largo camino por delante
Tras la alegría de la designación, cuya candidatura fue preparada conjuntamente por los municipios participantes, queda ahora un largo camino por delante que recorrer para llenar de contenido una oportunidad de poner Barcelona en el foco del mundo artístico contemporáneo. Cierto es que han surgido voces críticas alertando de los riesgos de afrontar tal evento sin un objetivo bien definido.
Al fin y al cabo, Manifesta es una franquicia organizada por una fundación privada holandesa que ofrece sus servicios y su enfoque a las distintas ciudades anfitrionas. En casos precedentes, como cuando se celebró en Murcia o en San Sebastián, los frutos recogidos no siempre fueron los deseados desde el punto de vista de la comunidad artística local, bien por falta de experiencia de los políticos que tomaban decisiones en el proyecto, bien por fallos organizativos.
Cierto es que han surgido voces críticas alertando de los riesgos de afrontar tal evento sin un objetivo bien definido
El reto de Barcelona, una ciudad con un ecosistema artístico más potente y vertebrado que las sedes españolas precedentes, puede y debe aprovechar la oportunidad para hacer compatible el carácter propio con las aportaciones de la organización, originalmente impulsada por un grupo de comisarios artísticos holandeses entre los que también había algún español.
Plataforma de diálogo entre el arte y la sociedad
Manifesta, la Bienal Nómada Europea, nacida en la década de los años 90 en un ambiente de cambios políticos, económicos y sociales que se dieron tras el final de la Guerra Fría, se ha convertido en una plataforma de diálogo entre el arte y la sociedad, invitando tanto a la comunidad cultural como a la artística a generar nuevas experiencias creativas incidiendo en el contexto en el que se celebra.
Según Hedwig Fijen, directora de Manifesta: “Se busca involucrar a los ciudadanos, entidades y grupos en la tarea de replantear nuestro mundo a través de la creatividad artística y el compromiso social. En seis meses comenzaremos a trabajar en la ciudad para generar proyectos que tendrán como reto colocar el arte y las luchas sociales en el contexto de un futuro de lucha contra la desigualdad y compromiso social”.
Una candidatura prometedora, que por el momento ha conseguido aunar con un fin común a ayuntamientos de cinco colores políticos diferentes con un objetivo común. Un proyecto ilusionante con un horizonte en un mundo postcovid en el que el arte tendrá que tener un papel de reflexión vinculado con la educación, el urbanismo y una idea de Europa siempre en construcción.
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Los grandes eventos del arte europeo
La particularidad de Manifesta es justamente su naturaleza itinerante y su vocación sincrética y alternativa si la comparamos con los otros grandes eventos artísticos europeos, estos sí ligados a ciudades concretas de forma estable. La primera es la Bienal de Venecia, la que cuenta con mayor solera del continente. Organizada por una fundación financiada por el estado italiano, su primera edición data de 1894, y desde entonces solo ha fallado a su cita en cuatro ediciones (1916, 1948, 1942 y 1946), debidas al parón producido por las Guerras Mundiales.
Bajo el paraguas de la Bienal caben tanto la Exposición Internacional de Arte de Venecia (cada dos años), como otras exposiciones, centradas en la música, el cine (el Festival Internacional de Cine de Venecia, de carácter anual), el teatro (El Festival de Teatro de Venecia, anual), la arquitectura (La Bienal de Arquitectura, celebrada todos los años impares) y el Festival Internacional de Danza de Venecia (anual). Como corresponde a una institución centenaria, conserva formato bastante tradicional: los participantes se agrupan en pabellones nacionales según el patrón de las ferias internacionales decimonónicas.
La Bienal de Venecia está organizada por una fundación financiada por el estado italiano y su primera edición data de 1894
La Documenta de Kassel, el otro gran evento del arte contemporáneo europeo, tiene menos tradición aunque se ha ganado un lugar en el podio de los grandes eventos sobre arte en todo el mundo. Nació en 1955 como un suceso inesperado en el mundo del arte, de la mano de Arnold Bode, pintor y profesor de la academia de Kassel. La primera edición recapitulaba sobre las vanguardias de principios del siglo XX, básicamente todas las corrientes que el nazismo había considerado “arte degenerado”: fauvismo, expresionismo, cubismo, futurismo, pintura metafísica… El Museum Fridericianum sigue siendo el edificio central del evento, que cada cinco años convoca a expertos de todo el mundo para analizar el estado de la vanguardia artística. En cada edición se designa a un director (individual o colectivo) que añade sus conceptos e ideas al evento, convirtiéndolo en un foro imprescindible donde se discuten los rumbos del arte contemporáneo a nivel global.
Otras ferias como Art Basel, oriunda de Basilea pero que también ha desarrollado franquicias en ciudades como Miami o Hong Kong, se basan más en el sistema de galerías, en torno a las cuales gira el evento. Manifesta, por el contrario, no está vinculada de manera permanente a ninguna ciudad, sino que apuesta al nomadismo como pivote para reflexionar sobre el arte a escala europea. Barcelona empezará pronto a prepararse para construir una edición que aspira a ser excepcional.