Oswald Aulèstia Casa Rius
Exposición de Oswald Aulèstia en la Casa Rius.

La autenticidad del falsificador

Crónica sobre la exposición de obras de Oswald Aulèstia en la Casa Rius de Barcelona

Hace unos días se inauguró en la Casa Rius una exposición dedicada a Oswald Aulèstia, ese personaje que no se puede llamar de otro modo que personaje: parece, en efecto, alguien inventado. Más conocido por su carrera como falsificador de obras de arte, sobre todo últimamente con el documental de Filmin (también emitido por TV3), Oswald Aulèstia se planta ahora en medio de la calle Enric Granados como si pretendiera no sólo desafiar a los coleccionistas que han preferido no asistir a la inauguración como, sobre todo, el propio arte. Quizás para redimir los pecados o seguramente por nada que ver con pedir perdón, la obra de Aulestia nos plantea la pregunta de si su arte es también trampa o, en cambio, contiene verdad. Saber si Oswald se falsifica a sí mismo, si tiene un relato auténtico o si, en cambio, sólo sigue con la broma. Ya avanzo que, sea cual sea la conclusión de este artículo, ambas opciones me parecen bien.

Pero debo detenerme, antes, a presentar un espacio que para mí ha sido una de las mejores sorpresas de esta primavera. Abierta hace un año, la Casa Rius parece desde la fachada un establecimiento cualquiera de la calle Granados con su pasillo con mostrador en la entrada y una pequeña sala con cuadros al final. Lo que no sabes es que, como sucede casi siempre, meter sólo la puntita es imposible o mejor dicho es una excusa y en este caso la puntita da paso, después de una destacable colección de singles en vinilo bien ordenados y plastificados en unos estantes, a una interminable sucesión de salas y salones y claraboyas que te demuestra que el corazón de esta ciudad aún contiene tesoros ocultos y al mismo tiempo descomunales. Una suerte de sala de juegos a la izquierda, una sala de proyecciones bien decorada a la derecha, con hileras de asientos extraídas de un teatro o un cine, y después un inmenso pasillo con cocina nueva bien equipada y un patio con barra que, si te habías pensado que era el final, en verdad sólo es un vestíbulo hacia el gran taller/sala de exposiciones coronado por un techo de cristal triangular que cierra el cielo del patio de luces.

Y podría continuar, pero creo que ya dibujo bastante la magnitud del espacio y de la sorpresa, que enseguida hacen preguntar sobre sus orígenes y de quién es y de quién era y por qué yo no conocía antes esta maravilla. La respuesta: un taller de principios del XX del escultor Josep Rius i Mestres (reconocido escultor de imágenes religiosas y pesebrismo), diseñado por el arquitecto Salvador Puiggròs i Figueres y abandonado desde hacía demasiados años. No en el Poblenou, o en el Raval, no. Aquí. En medio del Eixample.

El modernismo (nos encontramos en un espacio modernista) es, más que una época pasada, una actitud: los promotores de este espacio intentan imitar la ambición y la inquietud cultural de la época conectando Barcelona con las corrientes artísticas mundiales, aunque hasta ahora han dedicado buena parte de sus esfuerzos a alquilar el espectacular espacio a grandes empresas internacionales para la celebración de eventos exclusivos. Veremos qué tipo de alma quieren incorporar a la dinámica de la casa, que por ahora hace más función de espacio que de generador, pero que acaba de empezar y lo hace con una exposición que evidentemente, antes de abrir la curiosidad, busca provocar. Ahora vamos. Oswald Aulestia: la obra.

Pop-art catalán, reza la leyenda que presenta el artista. Es una definición justa si la complementamos con la idea de que, para entendernos, los cuadros de Aulestia podrían ser la mayoría de ellos portadas de vinilos o de casetes, decoraciones de paredes de antiguas boîtes o tiras de cómic de una revista underground de los años 70 o 80. Pero es más que eso: la firma es inconfundible en cada pieza, y también la mezcla tragicómica entre broma y sadismo. Las figuras son intencionadamente inexpresivas, como maniquíes o autómatas, pero el uso lineal y homogéneo de los colores (sobre todo los básicos) bien dispuestos como telas sobre la tela hacen de estas inquietantes presencias una especie de amigos antropomorfos (y casi siempre andróginos) que sólo quieren jugar contigo. Aulestia recorta, coloca, pega, reparte calcomanías de letras y de números sin aparente orden ni concierto, hace de la tipografía un complemento decorativo y parece querer decir, en su hipótesis más pop, que hoy la realidad nos viene dada por la saturación de colores de la pantalla (en su caso, creo que más la televisión) y por la inmensa cantidad de información-basura que debemos procesar sí o sí. De repente un perfil de fotograma, una botella, un conjunto de objetos que se convierten en una forma humana (aunque caminen sobre una rueda), muchos labios anchos, muchas narices blancas como extraídas de un recortable, remolinos de letras que conforman cabelleras, penes que parecen pintalabios y líneas rectas que quieren dar una dirección clara y geométrica a la mirada de un sujeto deshecho. Un arte híbrido, agridulce, tragicómico como decíamos, trans, punk y pop. E insoslayablemente catalán.

La obra de Aulestia es casi siempre un retrato generacional, incluso me atrevería a decir un autorretrato, pasado por una especie de magia que debería hacer que el tiempo se detuviera y que siempre fuéramos niños. La figura polémica de Oswald Aulèstia sólo pudo existir aquí, de esto estoy seguro, y en cierto modo su arte también evoca de forma inseparable una profunda mediterraneidad. Daft Punk (o quizá también Supertramp) se encuentra con los colores de Joan Miró pero impregnado del atrevimiento de Warhol y la mala baba de Pau Riba, es decir que todo está muy de allá pero también muy de aquí, muy del Eixample, mucho del bar de la esquina. Como ese espacio, que afortunadamente, y por muchas empresas internacionales que le alquilen las salas, sólo puede existir aquí. Ser extraños o diferentes, pues, nunca debería darnos miedo. Dejar de serlo implicaría directamente pasar a ser falso. Cuando, en todo caso, lo que deberíamos aspirar es a ser falsificados.

Interior Casa Rius
La Casa Rius, en medio del Eixample.