Estableciendo un diálogo directo con el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, la muestra Los Caminos de la Abstracción (1957 – 1978) contiene más de setenta obras que reflejan las diferentes formas del arte abstracto a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. La exposición repasa los elementos característicos del informalismo, el expresionismo abstracto, la abstracción lírica y gestual, la abstracción geométrica, el arte cinético y la pintura de campos de color.
La pintura abstracta nace con este nombre en 1945 como una respuesta formal a los cánones figurativos establecidos hasta entonces. Aspectos como el dolor, la pasión, la soledad, la angustia, etc. encuentran nuevas formas de expresión que intentan romper con toda vinculación con el pasado. Las severas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial presentan un problema entorno a la representación de la figura y en concreto de la figura humana después del descubrimiento de los horrores perpetrados en los campos de concentración a lo largo de toda Europa. Las imágenes de cuerpos amontonados, filmados, unos con otros, el relato del maltrato a la figura y la des-humanización del hombre, empujan a la idea de que ya se ha expresado todo entorno al cuerpo, que ya nada puede impactar igual que esas imágenes, que no hay nada más que decir o es imposible decirlo con los medios existentes hasta el momento.
Al mismo tiempo, la necesidad de promocionar un arte propiamente americano y distinto, una corriente moderna y nueva de pensar y entender el arte, empuja a apoyar a artistas como Pollock y Rothko para convertirlos en un motor económico nacional.
Si bien la primera noción de arte abstracto se atribuye al crítico e historiador Alfred Barr (fundador y primer director del MoMA), cuando, en pleno crack de 1929, se refiere a las geometrías de Kandinsky como el culmen de la evolución del fauvismo de Matisse y el resultado de algunas de las teorías sobre el color y la composición indicadas por Gauguin, hoy sabemos de la existencia de las obras de Hilma af Klint (1821 – 1944), la auténtica pionera del arte abstracto entorno al 1906. Pese a todo, no será, hasta casi dos décadas después, cuando comience la popularidad de sus artistas más relevantes.
“Los Caminos de la Abstracción (1957 – 1978). Diálogos con el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca” comienza con la Abesti Gogorra IV de Chillida y prosigue con un conjunto de obras evocadoras e imponentes
Corrientes de pensamiento posteriores y la crítica de arte en clave psicoanalítica dirán que el camino que emprende todo pintor, lleva irremediablemente a la abstracción. Esta idea se basa en la teoría de la libertad vinculada al lienzo en blanco y la certeza de las infinitas posibilidades que se le abren al artista frente a esa “ventana” que, a diferencia del espacio físico que ocupa la escultura y su recorrido limitado, contempla infinitos caminos que explorar mediante la experimentación y el trabajo opaco y hermético del inconsciente.
En España, los antecedentes provienen de la Escuela de Altamira en Santillana del Mar (Cantabria), fundada en 1948 con la intención de recuperar las vanguardias artísticas en plena pos-guerra y, casi al mismo tiempo, en Barcelona, nace el grupo Dau al Set, con Antoni Tàpies, Joan Brossa, Arnau Puig, Joan Ponç, Modest Cuixart i Joan-Josep Tharrats. El informalismo de los años 50 en manos de Tàpies y la creación, en 1957, de el grupo El Paso y el Equipo 57.
La exposición se centra en el origen y en el papel crucial del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, inaugurado en las Casas Colgadas y fundado por Fernando Zóbel en 1966, actualmente en manos de la Fundación Juan March. Un peculiar museo, que el propio Alfred Barr definió como “el pequeño museo más bonito del mundo” y que fue pionero en todos los sentidos y un auténtico refugio de libertad en la época para los artistas nacionales e internacionales que expusieron. La muestra contiene numeroso material original del museo como fotografías, esbozos, dibujos, cartas, libros y notas de prensa.
El museo tuvo una retrospectiva en 1967 de la mano del crítico Rafael Santos Torroella, el pintor Joan Hernández Pijoan y el escultor Marcel Martí en el Colegio de Arquitectos de Catalunya i Baleares.
La Pedrera rememora este hecho siguiendo el espíritu del Museo de Cuenca, exponiendo las obras para que dialoguen entre ellas. Se establecen, pues, relaciones entre las obras de Antoni Tàpies con las de Jean Dubuffet, las de Manolo Millares con las de Alberto Burri, las de Antonio Saura con las de Emilio Vedova, las de Antonio Lorenzo con las de Nicolas de Staël, las de Eusebio Sampere con las de Alexander Calder o las de Albert Ràfols-Casamada con las de Mark Rothko.
Hablamos del Dream Team del arte abstracto. Nombres como Elena Asins, Sara Grilo, José Guerrero, Eva Lootz, Manuel Millares, Pablo Palazuelo, Antonio Saura, Soledad Sevilla, Antoni Tàpies, Jordi Teixidor, Gustavo Torner, Fernando Zóbel y José María Yturralde, entre otros, o escultores como Jorge Oteiza, Eduardo Chillida y Martín Chirino. Un conjunto de artistas excepcional que rechazó ser catalogado bajo el prisma del expresionismo abstracto o cualquier otra etiqueta.
Pero lo cierto es que habían marcados aspectos comunes entre todos ellos como la espiritualidad, la expresión de sentimientos puros, la expresión profunda y pura de las emociones y la necesidad de una suerte de escritura automática en su proceso de trabajo. Se trabajaba al margen de la razón y lo consciente.
La muestra impresiona por el espacio. No imaginamos un escenario mejor para acompañar el espíritu transgresor y la inspiración del inconsciente que la sala de exposiciones de La Pedrera.
Al visitante lo sobrecoge el descomunal Retrato de Brigitte Bardot (1959) de Antonio Saura, en blanco y negro y grises, sobre fondo blanco, con empastes de acrílico sobre óleo y unos trazos precisos, incisivos, que dejan rastros simétricos fruto del paso violento de la paleta. Saura fue un maestro de la pintura del gesto.
Dentro del informalismo catalán, llama la atención Blau Profund (1959) de Ràfols-Casamada, juega de un modo magistral con el color para dar profundidad a la pieza. Un turquesa sobre azul marino y un rectángulo blanco en el margen inferior derecho nos suscitan soledad, desolación, tristeza…
Gran Barroco (1959) de Modest Cuixart destaca, también, en la misma sala, textura sobre un fondo burdeos, dripping de empastes y una vertical que funde con ocre dotan de violencia y elegancia la obra.
Marrón y Ocre (1959) de Tàpies, una masa de empaste (arcilla o acrílico) comparte protagonismo con Tabla Nu de Dubuffet, una figura beige que recuerda a un elefante con patas cortas sobre ocres.
El Número 148 (1959) de Luis Feito, nos da muestras de un magnífico trabajo con la textura. Algodón quemado sobre un fondo blanco en la parte inferior de una especie de niebla.
El trabajo con diferentes materiales, a veces residuos, o material industrial que nada tiene que ver con la producción artística, marca una línea característica en algunos artistas. El material desviado de su propósito inicial, re-imaginado, sacado de contexto y usado por el artista. En palabras de Dubuffet: “El arte debe nacer del material. La espiritualidad debe adoptar el lenguaje del material. Cada material tiene un lenguaje. No estamos hablando de dar un lenguaje al material, ni de hacer que el material sirva a un lenguaje”.
Lucio Muñoz con su Estructura Verde y Negra (1961), presenta madera cortada sobre piezas ocres que forman una construcción. En los recovecos, presenta una profundidad en color rojo sangre. Parece que hay algo orgánico en el interior del lienzo.
La manipulación de la escultura metálica en manos de Martín Chirino abre caminos en la representación antes inimaginables.
En otra sala, las formas geométricas confrontan el existencialismo, el informalismo y el expresionismo abstracto con colores puros, saturados y formas planas. Hay obras grupales del Equipo 57 en la linea del constructivismo.
La abstracción óptica-cinética, donde el movimiento es el concepto principal de las obras. Destaca la obra de Eusebio Sempere, que el visitante puede tocar para hacer que esta se mueva.
Los campos de color. Pollock y De Kooning, el gesto y la acción de pintar, la experimentación con el color pasa a ser lo único relevante y el proceso mismo de pintar es fin y propósito único de la obra. Rivalizan un Rothko. Untitled (1969), rojo y naranja, con Untitled No.5 (1964) de Esteban Vicente, una obra marrón y burdeos que destaca, y con fuerza, en lo que conforma un verdadero reto magnético a la mirada.
La exposición, organizada por La Fundación Catalunya La Pedrera y la Fundación Juan March, y comisariada por Manuel Fontán del Junco, Sergi Plans y Marga Viza, tiene un carácter itinerante distinguido en cinco series que van desde Granada en 2022 hasta el centro Meadows Museum SMU de Dallas, Texas (EEUU) en 2023. En tan especial enclave en Barcelona, se podrá visitar hasta el 15 de enero de 2023, en lo que será la nueva programación de exposiciones de La Pedrera a cargo de su directora Marta Lacambra. Hasta 2025, se prevé exponer a nombres tan importantes como Miquel Barceló, Jaume Plensa, Barbara Hepworth o Antonio López.
A más, cuenta con una exposición expandida. Se trata de una serie de propuestas culturales que intenta ofrecer nuevas miradas y también, establecer diálogos con otras disciplinas artísticas. La exposición “Abstracción en Cataluña (1948 – 1969): De Dau al Set a los Salons de Maig” en la Biblioteca Nacional de Catalunya, así como eventos en el Gran Teatre del Liceu, con un recital de Pierre-Laurent Aimard, propuestas en la Fundació Tàpies y en la Fundació Suñol, con obras de Elena Asins, Pablo Palazuelo y Fernando Zóbel junto a obras de artistas de su colección, Susana Solano y Josep Guinovart, invitando también a una selección de artistas para dialogar directamente con ellas y con la biblioteca, la colección y los espacios del Museo de Arte Abstracto Español. Los artistas actuales son Asunción Molinos, Joana Moll, Antònia del Río, Arnau Sala, Julia Spínola, Pep Vidal y Oriol Vilanova, en un proyecto comisariado por Glòria Picazo. También se organizarán actos en Foto Colectania, La Filmoteca de Catalunya y ESMUC.
En definitiva, una exposición de obligada visita para los amantes del arte en general y los seguidores de vanguardias por la calidad de las obras que contiene la muestra. Un lugar ideal para disfrutar de la arquitectura de nuestra ciudad en tan excepcional edificio modernista y una garantía de imágenes sugerentes de gran calidad, y de colores y formas vibrantes, como solo el mejor arte puede proporcionar al espectador.