A Ibon Aranberri no se le veía en Barcelona desde la exposición individual que tuvo en el Museo Tàpies en 2011, por aquel entonces la Fundación Tàpies. Unos cuantos años después se ha convertido en el primer artista en ganar el Premio Fundación Macba, galardón con el que se quiere apoyar al arte contemporáneo español y portugués desde Barcelona, pero, sobre todo, se quiere tener una excusa para que se hable de él y se conozca a sus protagonistas, con el objetivo de que no solo se diga que es demasiado difícil de entender. El premio tiene la forma de uno de los iconos del museo, La ola de Jorge Oteiza, ubicada frente a la fachada principal y bastante pesado, según se ha constatado este martes en la entrega.
En este intento de hacerlo más sexy y glamouroso, el premio se acompaña con una gran fiesta este martes, como hacen otras disciplinas como el cine, con sus festivales y galas ampliamente retransmitidas, o la literatura, con premios literarios o un Sant Jordi que ponen en boca de todos a los libros. Con pequeñas excepciones como ARCO, en el mundo del arte contemporáneo se ven poco, señala la presidenta de la fundación Macba, Ainhoa Grandes, por lo que había que montar algo. Esta primera cena de gala se realizará en el mismo Macba, con la asistencia de unas 300 personalidades, entre las que habrá autoridades como el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, la consellera de Cultura, Sònia Hernández, y el conseller de la Presidència, Albert Dalmau, pero también representantes de la sociedad civil, como el director de la Fundación Joan Miró, Marko Daniel, la directora del Museo Tàpies, Imma Prieto, el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu y el consejero delegado de Criteria Caixa, Ángel Simón.
Aranberri (Itziar, Guipúzcoa, 1969) recibe el premio tras años de dedicación plena para las exposiciones Vista Parcial, hecha a finales de 2023 en el Museo Reina Sofia, y Entresaka, a mediados de este año en Atrium Museoa de Vitoria. Un proceso que no ha acabado, pero siente que el galardón le da “ánimos para seguir trabajando”. Aranberri, que bebe de la tradición formalista vasca, aún no sabe qué hará con los 50.000 euros del premio, pero señala que son facilidades de producción para continuar creando, ahora que los costes se han disparado, tal y como remarca.
El jurado, formado por expertos como la directora del Macba, Elvira Dyangani Ose, el asesor de Cultura de la Generalitat Manuel J. Borja-Villel y el director del Reina Sofia, Manuel Segade, ha destacado de Aranberri “su capacidad para transformar las salas del museo en un espacio para la imaginación social”. “Cada exposición que emprende es única, una semilla contenida dentro de una cáscara que se ha ido formando tras un profundo pensamiento artístico y equilibrio entre la investigación, la política y la historia”, ha agregado.
El Premio Fundación Macba, dotado en 80.000 euros, está pensado para artistas que se encuentren en la mitad de su carrera, un momento que los impulsores del galardón han detectado como el más complicado, pasado el boom como artistas emergentes y antes del reconocimiento generalizado por una trayectoria consolidada. Con carácter bienal, el reconocimiento pone el foco en aquellas exposiciones que nadie del mundillo artístico se haya querido perder, “un premio al presente”, subraya Grandes, y Dyangani Ose agradece que se celebre aquello a lo que se dedican, es decir, organizar muestras.
El Macba sigue la estela del Prix Marcel Duchamp que otorga el Centre Pompidou o el Turner Prize de la Tate Modern, pero con una mayor gratificación, en comparación con los 25.000 euros del premio parisino y los 35.000 euros del londinense. Superará los 30.000 euros del Premio Nacional de Artes Plásticas y solo quedará por debajo de los 100.000 euros del Premio Velázquez, ambos concedidos por el Ministerio de Cultura. El nuevo galardón no implicará ni la compra de obra ni la organización de alguna exposición, en comparación con otros.
La Sagrera, discurso de género y colonialismos
Aranberri, para quien las cámaras que usa son instrumentos que le protegen y le ayudan a mirar, no está solo en esta primera edición. El galardón ha escogido también a tres finalistas, con 10.000 euros para cada uno, que han sido el colectivo Cabello/Carceller y los artistas Sandra Gamarra y el barcelonés David Bestué, “de la Sagrera”, como no tarda en apostillar. Por eso a Bestué le hizo ilusión exponer en la Fabra i Coats tras su reforma con Ciudad de arena, donde repasó la historia de la ciudad. En su estudio, con las Tres Xemeneies de fondo, Bestué trabaja la escultura y la reutilización de objetos “desde el placer”, sin preocuparse demasiado del sentido de lo que le saldrá y haciendo supurar cuestiones que no están resueltas.
El discurso de género es clave para entender a Helena Cabello y Ana Carceller, quienes empezaron a trabajar juntas hace más de 30 años y tuvieron su primera exposición individual en Barcelona, además de haber venido más recientemente de la mano de la galería Prats Nogueras Blanchard. El jurado del galardón ha puesto en valor su trabajo “para ampliar la representatividad de identidades escondidas por la imposición de los roles de género”, como se pudo ver en la exposición Una voz para Eurauso. Epílogo para un tiempo trans en el Azkuna Zentroa de Bilbao y La ocupación en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. El colectivo artístico, que vive y trabaja en Madrid, usa la fotografía, el vídeo y la performance para demostrar que “otro mundo es posible, otras personas son posibles”.
En cambio, con Sandra Gamarra, nacida en Lima y residente en Madrid, la cosa va de descolonizar el arte. Con su perro colándose en su estudio de trabajo y habiendo participado en alguna muestra colectiva en el Macba, la artista busca crear una representatividad más diversa y accesible, como quiso evidenciar en Pinacoteca migrante, presentada en el pabellón de España en la 60a edición de la Bienal de Venecia, siempre con el objetivo de “romper la comodidad” y “crear dudas respecto el relato y hacerlo más humano”.