Llenar salas de conferencias sobre feminismo con sólo mujeres. Hablar de proyectos humanitarios para los desfavorecidos y no hay fondos para pagarlos. Crear fundaciones para ayudar a los adolescentes inmigrantes huérfanos y sin papeles y no tener marco legal. Crear productos con impacto social y no poder competir con las primeras marcas porque no tienes capacidad de distribución. Creer en la importancia de escuchar a los que nadie escucha y salvar vidas, una por una literalmente, y no contar con ningún presupuesto de la administración. Todos queremos ser buenas personas, ayudar y ver como vidas abandonadas salen del pozo, pero ninguna marca se pone a invertir en esas personas ni proyectos.
El bien y el mal. El blanco y el negro. Hombre y mujer. Público y privado. Derechas-izquierdas. Legal-ilegal. La norma y la excepción. Seguimos polarizando la vida y eso ya no nos sirve. En los márgenes es donde pasan las cosas, desde los márgenes podemos crecer. En el GRIS hay más luz.
Todos queremos que nos inspiren, que alguien venga a la Universidad, a la empresa al centro cívico o al canal YouTube y nos abra los ojos a pensar distinto y a ver las cosas desde otro sitio. Todos apreciamos esa sonrisa del joven que no ha tomado una mala decisión porque alguien le inspiro, pero todo el engranaje que hizo que esta persona ahora sea inspiradora no recibe ayuda ni pública ni privada.
Somos unos y unas hipócritas.
A mí me llaman y me piden que inspire sobre la importancia de llevar el feminismo a la empresa, sobre la importancia de crear marcas con mirada de género, la importancia de colaborar con el consumo responsable, las empresas del tercer sector y el activismo. Pero en muchos casos no hay presupuesto, y tienen la osadía de pedirte tu colaboración sin presupuesto ni intención de pagar. Evidentemente, es mi obligación declinar la oferta, no solo por mí sino por todas las otras personas (la mayoría mujeres) que están igual.
¿Por qué no escuchamos discursos nuevos ni opiniones nuevas? ¿Por qué no leemos autores que no sean de nuestra línea de pensamiento, de otras generaciones, tendencias políticas? ¿Por qué no tenemos círculos de personas con opiniones disidentes? ¿Por qué no nos relacionamos con personas con estilos de vida distintos, con ocios distintos, creencias distintas, de países distintos? Si no habitamos los márgenes, no podemos ver todo el espectro entero de la esfera de la vida. Tampoco crecemos mucho en diversidad de planteamientos ni opiniones.
Yo quiero hablar de feminismo a los hombres, no a las mujeres. ¿Cómo hacemos para que a esas conferencias vengan ellos igual que ellas? Quiero que Rolex y Banco Sabadell patrocinen el Open Godó de Tenis, pero también a las fundaciones que dan segundas oportunidades y sacan de la pobreza extrema, del maltrato y del analfabetismo a jóvenes y mujeres. Las empresas sociales que nos curan de la marginalidad cuando es por exclusión social, son imprescindibles para cuidar, escuchar y acompañar a estos colectivos. Y así, transformar la sociedad.
Hacer el bien es sexy. Pensar es sexy. Invertir en los márgenes es sexy.
Reivindico ocupar los márgenes. Navegarlos y disfrutarlos. Seamos curiosos, atrevidos, aventureros, valientes y traviesos e indaguemos en esos entornos que nunca hubiéramos entrado. Esos márgenes necesitan ser visibilizados, profesionales que los acompañen y marcas valientes que financien este camino.