Aeropuerto de Barcelona: ser o no ser

Barcelona se despierta. Quiere volver a ser una ciudad emprendedora, sostenible, haciendo un uso responsable de sus recursos desde el punto de vista económico, generando riqueza, vertebrando el territorio y comprometida ambientalmente. En esta línea, el Ayuntamiento de Barcelona, junto con las instituciones empresariales y económicas, y a través de Barcelona reAct, apuestan por una ciudad receptora de talento, digitalizada, sede de startups y abierta al mundo. No podemos esperar más, si queremos seguir estando entre las grandes ciudades europeas como referencia de atractivo turístico, cultural y tecnológico. Hay que apostar por la innovación buscando el equilibrio, tomando decisiones con amplitud de miras, con un imprescindible consenso político y social que garanticen el nuevo posicionamiento de Barcelona y de la Catalunya del futuro.

Para conseguirlo disponemos de dos grandes infraestructuras, puerto y aeropuerto, que deben servir de palanca para abrirnos al mundo. El puerto, parece que está bien orientado, se ha abierto a la ciudad y se consolida como primer puerto de cruceros de Europa. La otra gran infraestructura, el aeropuerto, es responsable del 6% del PIB de Catalunya y del 9% del PIB de Barcelona y representa, por tanto, un gran catalizador de la actividad económica y del empleo. Su área de influencia supera el ámbito de ciudad, área metropolitana y provincial y su posición geográfica a nivel global es una de las más atractivas en el importante flujo Este-Oeste que se está creando desde Asia hacia América y África.

De 2000 a 2015 el aeropuerto dobló el número de pasajeros, alcanzando 52,6 millones en 2019, con crecimientos acumulados anuales del 7,3% en los últimos cuatro años. Con estos números, se encontraba cerca de los límites de capacidad de diseño de la infraestructura, lo que afectó a la operativa diaria, principalmente durante la temporada de verano. El crecimiento de los últimos años  conducía a escenarios muy por encima de la capacidad disponible en un momento clave del posicionamiento del sector aeroportuario europeo, en el que se va a jugar el futuro de la conectividad global. Por lo tanto, la situación del aeropuerto no era la mejor y requería de la toma de decisiones y actuaciones en el/los sistemas aeroportuarios, que son el cuello de botella de la capacidad aeroportuaria, que viene definida por la capacidad de las terminales (pasajeros/año) y la gestión del tráfico aéreo (operaciones/hora).

La pandemia ha vaciado las terminales del Aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat. ©Edu Bayer

Respecto de las terminales, el Plan Director ya contempla la construcción de una nueva terminal satélite que permitirá alcanzar los 70 millones de personas al año. Sin embargo, esta cifra es difícil de conseguir por la limitación que representa la gestión de llegada y salida del tráfico aéreo, debido a las restricciones que supone la utilización de pistas segregadas, es decir, una pista para aterrizajes y otra para despegues. El compromiso del gestor aeroportuario de mantener la configuración citada, en beneficio de la población expuesta al ruido (el impacto más importante para las personas desde el punto de vista ambiental), requiere actuar en la configuración del campo de vuelo.

Ampliar la pista del lado mar y mejorar el diseño de rodaje de los aviones en tierra permitiría optimizar la gestión del tráfico aéreo y aproximarnos a la capacidad de 90 operaciones/hora prevista en el Plan Director y en la Declaración de Impacto Ambiental con configuración de pistas independientes (utilización de ambas pistas para despegues y aterrizajes). La afectación sobre el humedal (espacio natural protegido) de la Ricarda, requerirá importantes contraprestaciones medioambientales que conviene explorar, con una evaluación equilibrada de todos los impactos, incluso el de la seguridad aérea.

El desarrollo del sistema aeroportuario catalán y, en concreto, la utilización del Aeropuerto de Girona no es una alternativa, sino una obligada complementariedad, no sólo para optimizar capacidad, sino porque resulta una pieza clave para que el Aeropuerto de Barcelona pueda desarrollar una estrategia propia en base a su posicionamiento estratégico.

En 2019, El Prat rozó los 53 millones de viajeros. ©Edu Bayer

El Aeropuerto de Girona está preparado para ofertar un producto aeroportuario diferente, bien conectado con Barcelona ciudad, su área metropolitana, el Vallès y el Maresme, a un precio más bajo, siempre que se aplique la necesaria estrategia comercial para ello. Recordemos que casi todas las grandes ciudades europeas disponen de sistemas aeroportuarios, lo que les permite no sólo optimizar capacidad, sino disponer de un amplio abanico de oferta aeroportuaria. Sólo Lisboa y Madrid carecen de ello.

Llegábamos tarde, pero, “la peor crisis de la historia del sector” paró la movilidad y todo parece indicar que no recuperaremos los niveles de tráfico de 2019 hasta dentro de 2 o 3 años. El levantamiento de las restricciones y la recuperación de la seguridad sanitaria activarán la demanda y, en consecuencia, las compañías aéreas reactivarán de forma inmediata la oferta. Aun previendo crecimientos menores, no podemos repetir escenarios del pasado. Necesitamos ambición y amplitud de miras para definir y concretar qué aeropuerto queremos.

No es fácil, dado el entorno en el que nos movemos, con importantes retos, compromisos medio ambientales e incertidumbres políticas, pero es hora de posicionarse. Nos jugamos el futuro y la competencia es enorme.