La Corona y el hijo del chófer

Estos días, todo el mundo habla de The Crown (La Corona) y de El hijo del chófer. Se dice que la cuarta temporada de la serie de Netflix sobre el reinado de Isabel II se centra en la llegada de Diana de Gales a la familia Windsor y eso es quedarse muy corto. Del mismo modo que tampoco hace justicia al magnífico libro de Jordi Amat decir que El hijo del chófer (Barcelona, ​​Edicions 62) es la crónica del ascenso y caída del periodista y abogado Alfons Quintà.

Supongo que por esta razón —porque hay mucho que decir, mucho que comentar—, los opinadores están escribiendo docenas de artículos sobre The Crown y también reseñas de El hijo del chófer, pero creo que soy el primer articulista que habla de ambas en una misma columna. Esta semana, ​​la Corona y el hijo del chófer comparten título y, en un mismo párrafo, aparecen Lady Di y Quintà, la extraña pareja. O, puestos a tirar de otro referente sudado: la bella y la bestia.

A veces, la casualidad o el azar hace que pongamos en relación libros o películas que a priori no tienen nada en común. Es un poco lo que me ha ocurrido con la cuarta de The Crown y el libro de Amat. Me he tragado todos los capítulos de la serie en tres o cuatro noches y he dedicado sus respectivas tardes a devorar El hijo del chófer. O sea que he digerido ambas obras al mismo tiempo y ya se sabe que en el estómago todo termina mezclado: Thatcher, Pujol, el Duque de Edimburgo, Prenafeta, Lord Mountbatten, Tarradellas…

Nos muestran la ciudad —Londres y Barcelona— a partir de sus escenarios de poder y esta me parece que es una mirada interesante

Puede parecer que mezclo churras con merinas, pero creo que la serie y el libro tienen algunas cosas en común, más allá de estar ambientadas en la misma época. La principal, es que hablan esencialmente del poder: de cómo se logra, de cómo se ejerce y, muy importante, de cómo se escenifica. Es decir, a partir de qué mecanismos (rituales, vestidos, joyas, ceremonias y, evidentemente, filtraciones a los medios de comunicación) los gobernantes se representan ante los gobernados.

Gillian Anderson interpreta a Margaret Thatcher en The Crown.

También nos muestran la ciudad —Londres y Barcelona— a partir de sus escenarios de poder y esta me parece que es una mirada interesante. El Palacio de Buckingham es, principalmente, un gran escenario para las representaciones del poder (desfiles, audiencias, caja roja arriba y abajo…). También lo es la entrada del 10 de Downing Street donde, por contraste, el ejecutivo se representa a pie de calle. O el skyline de la City, representación del poder financiero.

¿Es o no es el Edificio Banca Catalana, posteriormente Edificio Planeta, uno de los más bonitos de la ciudad?

En Barcelona, ​​el principal escenario de poder político es, sin lugar a dudas, la plaza de Sant Jaume. Más concretamente, el balcón del Palau de la Generalitat. En el libro de Amat encontramos relatadas dos grandes escenificaciones de poder sin las cuales no se entiende la Catalunya actual: el Ja soc aquí! de Tarradellas y la aclamación de Pujol, una vez reelegido presidente, a pesar del escándalo de Banca Catalana. El hijo del chófer también habla del poder financiero y de cómo convierte la Diagonal en su escenario, hasta el punto que Banca Catalana proyecta ahí una sede de las que quitan el hipo. ¿Es o no es el Edificio Banca Catalana, posteriormente Edificio Planeta, uno de los más bonitos de la ciudad?