Una de las primeras decisiones que ha tomado la nueva arquitecta jefa del Ayuntamiento de Barcelona, Maria Buhigas, ha sido cambiar el mapa que había colgado en los despachos del área que lidera, la de Urbanismo. En el de antes, solo se veía la ciudad de Barcelona, encajada en unos límites administrativos que el día a día supera constantemente. “No se veía ni el Besòs entero porque está recortado Sant Adrià de Besòs. Esto es un marco mental de trabajo”, ha recordado, sin dejar de confesar que siente que tiene ahora “el trabajo más bonito del mundo” y “un sueño hecho realidad” para alguien que lleva 25 años trabajando para la ciudad.
La arquitecta urbanista ha sustituido el mapa por un nuevo que va de río a río, desde el Besòs hasta el Llobregat, incluyendo así otros municipios vecinos que no se pueden ignorar cuando se toman decisiones en la capital catalana. “La mayoría de problemas de Barcelona no los resolveremos dentro de la ciudad”, ha remarcado Buhigas en una nueva sesión del ciclo The New Barcelona – Moments Estel·lars, organizada por The New Barcelona Post y con la colaboración de CASA SEAT, Barcelona Global, Must Media Group y Giny Barcelona.
Esta es la clave que Buhigas ve para la Barcelona del futuro, dando respuesta a retos actuales como el exceso de turismo, la falta de vivienda y la contaminación urbana. “El salto más grande que veremos será que en el marco mental de toda la ciudadanía Barcelona dejará de ser estos diez distritos y que, cuando empecemos a caminar, nos costará identificar si estamos en Barcelona o en otro municipio”, ha defendido acompañada por el socio fundador del despacho de arquitectura Batlleiroig, Joan Roig. Unas diferencias que ya se desdibujan más fácilmente en las ciudades metropolitanas, no aquejadas por la superioridad moral capitalina, transitando con facilidad, casi por inercia, entre L’Hospitalet, Cornellà o Esplugues, dándose tan solo cuenta de las fronteras si uno se fija en pequeños detalles como los cambios en los carteles de las calles o los contenedores.
Eso sí, para ello, hay que dejar atrás los prejuicios que han sobrevolado alrededor de la mal llamada periferia, catalogándola de ciudad dormitorio donde no ocurría nada. “En Barcelona, ahora, pasan pocas cosas interesantes de manera espontánea. Pasan más en L’Hospitalet porque hay más gente joven, más inconformismo, más mezcla”, ha sostenido Roig, en un debate moderado por el periodista y profesor de la UPF-BSM Toni Aira.
Para avanzar hacia ese horizonte, el arquitecto ve claro la necesidad de establecer un único gobierno, pero no solo para los 3,3 millones de ciudadanos de los 36 municipios metropolitanos, ahora bajo el paraguas del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), sino ir más allá y encajar a la llamada gran región metropolitana, con 5,1 millones de habitantes en 160 municipios. “Nos permitiría muchas cosas, ganaríamos mucho en movilidad”, ha subrayado el cofundador de Batlleiroig, despacho con sede en Esplugues y una larga experiencia en el entorno metropolitano.

Una mayor integración de la metrópolis permitirá destensar la ciudad, siempre encajada entre sus cuatro paredes, la montaña de Collserola, el mar Mediterráneo y los ríos Llobregat y Besòs. “En Barcelona, si queremos crecer en superficie, chocamos con los vecinos de alrededor. Por eso, tenemos interiorizado que la ciudad no se acaba nunca porque se va reconstruyendo constantemente. Lo llevamos haciendo mucho tiempo”, ha expuesto Buhigas.
“Barcelona la hemos hecho los arquitectos”, ha añadido Roig, a pesar de que no siempre se hayan valorado sus creaciones. Ha pasado especialmente después de que acabase la época de oro arquitectónica que se vivió con los alcaldes Narcís Serra y Pascual Maragall, cuando todo estaba por hacer después de décadas de parálisis con la dictadura franquista y el alcalde José María de Porcioles. Según Roig, los consistorios socialistas promovieron proyectos emblemáticos como la apertura del mar y la Vila Olímpica, luego deslucidos por los contratos millonarios para edificios que costaban entender como la Torre Agbar, ahora Torre Glòries, rematados con el efecto devastador de la burbuja inmobiliaria. “Esto ha dado la sensación que los arquitectos malmetían la ciudad”, ha lamentado Roig.
En esta reconducción de la relación entre la capital catalana y sus arquitectos, siempre con debates acalorados sobre cualquier obra, la rehabilitación como truco local de supervivencia ve ahora cómo muchos de los conceptos urbanísticos que la definen han caducado. “La ciudad es un tablero y tenemos unas reglas del juego de un juego que ya no queremos jugar”, ha indicado la arquitecta jefa. “Necesitamos rehacer las preguntas sobre cómo tiene que ser la ciudad para colocarnos donde ya están otras urbes”, ha coincidido Roig.

Ahí entra de pleno el cambio climático, cuestionando consensos barceloneses como la apertura de la ciudad al mar. “Ahora no la queremos cerrar, pero el mar ya no es solo un espacio bucólico donde nos tenemos que volcar. Tenemos que repensar nuestra frontera con él porque las condiciones han cambiado y se tiene que revisar”, ha defendido Buhigas con los temporales que se comen las playas en mente, mirando también hacia Collserola y los peligros de los cada vez más agresivos incendios forestales. “Tenemos que seguir disfrutando los espacios naturales, pero protegiéndonos de sus efectos no deseados”, ha enfatizado. “La ciudad ya está construida. Ya existe la ciudad del futuro porque es la tenemos aquí, pero la pregunta es cómo la tenemos que adaptar y en qué dirección”, ha agregado Buhigas en la sesión La Barcelona temida y admirada de los arquitectos.
Maria Buhigas: “Cuando alguien habla de la ciudad de los 15 minutos, pienso que la hemos tenido toda la vida y no le hemos puesto ninguna etiqueta porque esta ciudad es caminable”
Para Roig, el modelo está en París y los países nórdicos, con sus apuestas por recuperar el agua de la lluvia y transitar hacia un urbanismo más amable y sostenible. “Han cambiado cosas no de manera radical, pero con pequeñas actuaciones han marcado caminos”, ha señalado el socio fundador de Batlleiroig. No obstante, Buhigas, con una década de experiencia en las Naciones Unidas estudiando el urbanismo de diferentes urbes de todo el mundo, cada una con más o menos recursos, discrepa. “Hay que hacer un back to basics, es decir, estar bien en nuestros entornos y desdramatizar diseños y simplificar. Soy poco amiga de reflejarnos en los ejemplos nórdicos porque para determinadas cuestiones somos mucho más sostenibles en nuestra compacidad mediterránea y sacamos poco pecho, y nos enamoramos muy fácilmente de modelos cargados de un imaginario de felicidad que no son trasladables y no tenemos nada que envidiar. Cuando alguien habla de la ciudad de los 15 minutos, pienso que la hemos tenido toda la vida y no le hemos puesto ninguna etiqueta porque esta ciudad es caminable”, ha recalcado Buhigas.
