El Puerto de Barcelona ha puesto en marcha los antiguos tinglados del Moll Oriental, que han sido habilitados como hospitality de la Copa del América tras una concienzuda restauración. Estaban casi en estado de ruina y con un proyecto de recuperación con calendario y dotación presupuestaria en el limbo. La presencia de la competición reina de la vela en aguas de Barcelona ha permitido acelerar la inversión y hoy la ciudad ha ganado un espacio privilegiado para eventos y usos culturales.
La ingeniera Gemma Peñalver ha dirigido el equipo que se ha encargado de restaurar los centenarios tinglados. Y han convertido un conjunto de edificios muy deteriorados en casi una obra de arte, una especie de gran escultura arquitectónica que ha devuelto la vida a la zona final de la Barceloneta, junto al Club Natació Barcelona y el Hotel W, que ha pasado de estar dejada de la mano de Dios a disponer de una buena comunicación con transporte público —varias líneas de autobús tienen principio y final— e incluso marítimo, a través del Bus Nàutic que enlaza con el Portal de la Pau.
Peñalver y su equipo querían hacer una actuación ejemplar en los tinglados. Y lo han conseguido. La restauración es una de las mejores de un espacio de estas características en los últimos años. Han sido escrupulosamente rigurosos en el respeto a la arquitectura original, cuando se construyeron a partir de 1904 como estructura de servicios de la nueva dársena de reparaciones con la que se amplió el puerto a principios de siglo.
Fueron obra del entonces subdirector de obras, el ingeniero Julio Valdés y Humarán, autor también del edificio de la antigua terminal de pasajeros y restaurante del Portal de la Pau, en fase también de rehabilitación para albergar un centro de interpretación del puerto. Valdés quiso aportar cierta singularidad arquitectónica al edificio del Portal de la Pau, al ser el que recibía a los pasajeros a su llegada y partida de Barcelona. En los tinglados, podía haber optado por una arquitectura meramente funcional e industrial, pero hizo un esfuerzo para dotarlo de una estética también singular con una serie de elementos decorativos que el equipo de Peñalver se ha esforzado por respetar.
Los tinglados acabaron siendo con los años almacenes, talleres, carbonera, oficinas y hasta viviendas de algunos trabajadores. En los últimos años, su estado era casi de ruina, hasta que el equipo de Peñalver los ha resucitado y el blanco reluce de nuevo en las fachadas. Ha sido un trabajo complicado, con muchos imprevistos y dificultades, pero se ha conseguido mantener todos los elementos originales y reconstruido los desaparecidos, como balcones y balaustradas. Las cubiertas han tenido que ser nuevas. Y todo en poco más de un año de obras.
Originalmente, los tinglados son cinco edificios. La restauración se ha concentrado en cuatro de ellos. El quinto, el más próximo a la Barceloneta, está ocupado desde hace tiempo por Marina Barcelona 92 (MB92), empresa que gestiona el astillero de reparación de grandes yates. Tres de los edificios, bautizados como Carbonera, Taller y Fusteria, se han destinado a la hospitality para la Copa del América. Se trata de espacios diáfanos presidios por una luz exterior que filtrada a través de las ventanas aporta calidez a una decoración en la que dominan el blanco de las paredes y los colores tenues del mobiliario, el suelo y la estructura de las cubiertas.
La restauración de los tinglados ha sido un trabajo complicado, pero se ha conseguido mantener todos los elementos originales y reconstruido los desaparecidos
El edificio de la Fusteria está habilitado como auditorio efímero, mientras que el Taller y la Carbonera han tenido hasta ahora un uso más gastronómico. Los tres están dotados con pantallas por las que se ha podido hacer el seguimiento de la competición. El cuarto edificio, en el extremo contrario del de MB92, se ha habilitado como estación marítima para el Bus Nàutic. Los edificios se han unido mediante unas zonas de acceso en forma de invernadero que dialogan perfectamente integradas en los tinglados históricos. El conjunto se complementa con cuatro torres anexas que aportan monumentalidad. Cada torre tiene una planta útil para oficinas u otros servicios.
Con la recuperación de los tinglados, Barcelona gana un espacio que tras la Copa del América será comercializado para eventos y usos culturales que podrá acoger hasta a un millar de personas. De hecho, el puerto ya tiene confirmada una gran exposición de arte para 2025 que inaugurará la nueva vida de este equipamiento, que quedará integrado en el conjunto del Port Vell.
No se lo pierdan. Hay que verlo.