La llegada de la Copa del América ha sido la excusa perfecta para acelerar proyectos que necesitaban un último empujón. Con una inversión de 120 millones de euros, el Port Vell se está sometiendo a una transformación para enseñar su mejor cara cuando se acerquen los espectadores a ver los barcos de la regata. Al final del Paseo de Joan de Borbó, uno de sus apéndices acaba de estrenar una nueva apariencia después de años de olvido. Se trata de los antiguos tinglados del muelle Oriental, unos edificios con más de 100 años de antigüedad enfrente del hotel W que ahora se destinarán a las actividades de hospitalidad que organizará el Port de Barcelona durante la competición náutica.
Los tinglados del muelle Oriental surgieron con la ampliación del puerto a principios del siglo XX, construidos poco antes del Portal de la Pau. Acompañaban a una dársena naval de reparación que se creó para dar servicio a unas instalaciones que eran una potencia a nivel internacional. Los años han visto cómo su interior mutaba y pasaba por muchas vidas, dando cabida a una carbonera y una carpintería, pero también a talleres, oficinas, almacenes y hasta viviendas de trabajadores.
El acuerdo al que llegaron el Port de Barcelona y el Ayuntamiento de Barcelona en 2018 para alejar los cruceros de la trama urbana también incluía abrir más espacios a los vecinos. Ahí se encajó la recuperación de los antiguos tinglados, con el encargo de su proyecto base llegando tan solo un año después. “Fue una gran decisión”, remarca el director del Port Vell, David Pino.
Con una inversión de 7,3 millones de euros, las obras empezaron en marzo del año pasado y se han terminado a las puertas de la regata. Las empresas Copisa, Constructora Pinenaica y Natury System han sido las que se han encargado de los trabajos. “La Copa América tenía que ser una oportunidad y ésta será una de las piezas de su legado”, señala la primera teniente de alcalde de Barcelona, Laia Bonet.
Los trabajos han mantenido la estética de unos edificios centenarios, pero han solventado deficiencias estructurales y los han adaptado a las nuevas necesidades. Según detalla la directora de la obra, Gemma Peñalver, se han creado espacios diáfanos y multifuncionales, mezclando elementos metálicos y de madera, con el predominio del blanco. Además, dos de las cuatro naves se han unido con un pórtico para crear una entrada que distribuya a los visitantes.
De las cuatro naves disponibles, tres se destinarán en un primer momento a la hospitality de la comunidad portuaria, con la previsión de acoger usos culturales de carácter temporal una vez pase la regata, según ha detallado el presidente del Port de Barcelona, Lluís Salvadó. La cuarta nave se destinará a la estación marítima del esperado bus náutico que está a punto de ponerse en marcha, pensado tanto para turistas como para los trabajadores de una zona que ahora quedaba un poco descolgada. Operado por Alsa, saldrá del Moll de Drassanes, a los pies de la estatua de Colón, hasta llegar a la Nova Bocana.