“Siempre me ha interesado el aspecto cultural y social de la Historia. Más que los personajes en sí, me interesan sus relaciones, sus vínculos, las redes que iban tejiendo a su alrededor y que son lo que mejor define a las personas y las épocas. Porque además eso te permite huir de los blancos y negros, de la polarización, y conocer las escalas de grises. Si algo enseña la Historia es que, para entender la realidad, es necesaria una cierta flexibilidad mental”, razona la historiadora, investigadora y escritora Teresa Abelló a pie de barra, degustando un gintonic de última hora de la tarde, al compás del Jubilee swing de Chick Webb.
Profesora en la UB y absoluta referente sobre la historia de los movimientos obreros en España, Teresa Abelló asegura que aprendió a aprender de la mano de una maestra llamada Dolors en la escuela rural de su Vinaixa natal. Aquel fue el principio, la primera puerta de una mente que nunca iba a dejar de interrogarse e interrogar a su alrededor.
“Estudié Historia y mi abuelo me decía que me había equivocado de profesión, porque nuestra familia no tenía ningún vínculo con el mundo académico. Pero, finalmente, es lo que he ido haciendo y estoy satisfecha, porque además siempre he procurado trabajar temas diversos, tratando varios palos de manera transversal y yendo bastante por libre”, explica sin perder la sonrisa.
Este enfoque basado en la transversalidad, en la capacidad de analizar un mismo asunto, un mismo episodio histórico, un mismo ámbito, aplicando diversas ópticas y simultaneando metodologías, no ha dejado de acompañarla durante toda su vida profesional. “Mi primer trabajo cuando terminé la universidad fue muy bonito. Era el principio de la democracia y los ayuntamientos estaban muy activos, porque se encontraban con ciudades muy degradadas a todos los niveles. Fue entonces cuando me integré en el equipo dirigido por el arquitecto Lluís Cantallop participando en el desarrollo de un plan urbanístico para sanear el casco antiguo de Tarragona, la llamada Part Alta”. Durante los siguientes dos años, la parroquiana estuvo visitando, puerta por puerta, a todos los vecinos del barrio para documentar sus vidas y entender cómo eran éstas en aquel lugar.
Siguiendo la estela de Josep Termes
Tras recibir una beca de investigación en Holanda —“que supuso un gran cambio, porque en aquel 1982 las diferencias entre Ámsterdam y Barcelona eran enormes, a todos los niveles”—, Teresa se doctoró con la pionera tesis Les relacions internacionals de l’anarquisme espanyol (1881-1914), que sería publicada poco después por el enorme valor de su investigación. “Mi director de tesis fue el historiador Josep Termes i Ardèvol, con el que estoy muy contenta de haber trabajado. Una gran persona. Creo que no hay nadie que no guarde un gran recuerdo de él”. Termes fallecería en 2011, y tres años después la parroquiana sería coeditora de Josep Termes: catalanisme, obrerisme, civisme, un volumen que le rendía homenaje mediante las aportaciones de varios colegas de profesión.
Ese libro se suma a otros como El movimiento obrero en España, siglos XIX y XX, La CNT. Papers d’exili i clandestinitat o su recién publicado La Vaga de la Canadenca (Rosa dels Vents), egregiamente documentado repaso a un episodio de gran trascendencia histórica, que llevó a ser de los primeros países en implementar la jornada laboral de ocho horas. Y donde, claro, no faltan citaciones del admirado y añorado Termes.
Amable, abarcable y, sobre todo, anónima
“No soy barcelonesa, en el sentido de que no he nacido aquí, pero me siento muy barcelonesa. Me gusta vivir aquí porque además soy muy urbanita y, pese a haberme criado en una aldea, no idealizo la vida de pueblo”, declara la parroquiana con el gintonic ya a punto de terminar. “Esta es una ciudad amable y abarcable que, además, te permite el anonimato propio de urbes grandes, algo que a mí me gusta mucho”.
Quizás, puesta a pedir algo, se atreve a sugerir “que algunas cosas se hicieran con más cariño, puesto que creo que algunas intervenciones urbanísticas se han hecho sin mimo y hay aspectos mejorables, como la limpieza o una permisividad excesiva que hace que se toleren actitudes incívicas que no se deberían permitir”, determina mientras liquida su bebida y las notas del Blue minor de Chick Webb resuenan en el aire.
—Lo que no es nada incívico es nuestra oferta gastronómica, por si quieres cenar algo. Tenemos de todo: menú, carta, bocatas, platos combinados… ¡exquisito todo!
—¡Plato combinado seguro que no, porque lo detesto!
—¿Entonces?
Teresa Abelló ríe sonoramente.
—Pues mira, después de un gintonic… ¡que venga otro gintonic!— determina, animada por la atmósfera del Bar.