Lluis Alabern
El artista y museógrafo, Lluís Alabern.
EL BAR DEL POST

Lluís Alabern: Carreras hacia tantos lugares

Se le ve algo cansado. “Padezco insomnio y me gusta levantarme temprano, un pequeño desastre”, explica, antes de pedir un café corto con leche de avena y sin azúcar: “Uno de los pocos vicios que me quedan”. La luz de la mañana se cuela entre los ventanales y las notas del Pointed toe shoes de Carl Perkins acompasan la atmósfera de nuevo día que se respira a pie de barra. 

El artista y museógrafo, Lluís Alabern, viene de correr. “Corro desde la infancia. Primero en las pistas de atletismo, más tarde campo a través y en montaña”. En su haber, el recorrido de miles de kilómetros en forma de maratones y carreras de montaña.

“He escrito sobre las encrucijadas de todas estas demarcaciones”, aclara, a propósito de su recién publicado Breviario del viejo corredor (Siruela), que el propio autor define como una sucesión de “fragmentos hilvanados, reflexiones de un viejo corredor en las que se mezclan el correr con el dibujar y la orografía con la vida”.  

Barcelonés cosecha del 68, explica que nació técnico. “Cuando era pequeño, antes de jugar con un juguete recién regalado, lo desmontaba. Entendí con los años que era eso, un técnico. Alguien que necesita tocar y acotar objetos y paisajes para comprender lo que le rodea”. Su primera vocación, no obstante, sería la de dibujante en prensa, “quería ser humorista gráfico”. 

Como dibujante ha recorrido una grandísima cantidad de galerías, libros y museos, ya sea a través de exposiciones o a través de performances. A la vez, actualmente ostenta el cargo de Jefe de Museografía del Museu Nacional d’Art de Catalunya. “Estoy orgulloso de haber percibido que mi provincia es el humus, el espacio de los nutrientes básicos. Soy especialista en el humus de los museos, en buscar arte en los márgenes, en caminar por las regiones menores y en hacer de todo ello una profesión”. Y, quien dice caminar, a veces puede decir correr.

Parada en seco

Al cumplir los cincuenta, Lluís Alabern echó el freno de mano. “Me cansé de mis mediocridades. Entendí que era un padre corriente, un marido anodino, un artista invisible. Destruí todo lo que había escrito hasta ese momento”. Así, desaparecieron casi todos sus escritos, publicados o inéditos, incluido La trastienda del arte, recopilación de fragmentos de su dietario de 2007.

Dejé de dibujar durante unos meses, convencido de que jamás podría aportar nada interesante. Me dediqué a trotar por los bosques, a bañarme en ríos helados, a zambullirme en el mar, a trabajar en el museo llevado por cierta inercia”. En ese momento es cuando restaura una vieja bicicleta Corbetta, hay muchas formas de correr, y muchos lugares hacia donde hacerlo. “Unos meses después, escribí de un tirón el dietario que acabo ahora de publicar”.

“Me cansé de mis mediocridades. Entendí que era un padre corriente, un marido anodino, un artista invisible. Destruí todo lo que había escrito hasta ese momento”

— ¿Y ahora en qué andas metido?

El artista y museógrafo sorbe un breve trago de su café y retoma la palabra con parsimonia, con un ritmo de hojas mecidas por el aire. “Participo en algunos foros para reflexionar sobre hacia dónde han de ir los museos del futuro en la ciudad de Barcelona. También busco un lugar bonito donde reubicar mi biblioteca, actualmente desmontada, empaquetada y guardada en un altillo”. 

Además, el parroquiano asegura estar descubriendo la Sierra de Queralt, “trotando por los alrededores de Berga”, y anuncia que tiene ya un nuevo libro en preparación. 

Performance Mnac Lluís Alabern
Performance de Lluís Alabern en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. © Casellas

La ciudad del olvido

“Barcelona es la ciudad molde. La que siempre utilizo para entender a otras”, explica el artista quien ha regresado recientemente a la urbe tras veinte años viviendo fuera. “Barcelona ha cambiado mucho, pero también sigue siendo la misma”, asegura. 

Aunque está en contra de los zoológicos, “de hecho, me deprimen”, reconoce cómo le fascinó, durante años, que en el de aquí viviese Copito de nieve: “¡El único gorila albino conocido! Me parecía como visitar a un buda, un ser superior que nos cuestionaba, un lamento de vida salvaje. Un icono que no hemos olvidado quienes lo conocimos. Creo que Barcelona todavía le debe un homenaje”. 

“Barcelona es la ciudad molde. La que siempre utilizo para entender a otras”

— Sí, y no olvidar su peso y su presencia en la imaginería histórica de esta ciudad.

“Me asusta la capacidad que tiene Barcelona para el olvido —responde el parroquiano, ya rematando su café con leche de avena—. Viví, gracias a mis mayores, cierta Barcelona de las libertades, de la fiesta cultural, de la arquitectura social, de las iniciativas contraculturales. Queda poco de todo eso. ¡La Barcelona de la gentrificación me atasca!”.

— Lo que no atasca ni atraganta es nuestra oferta gastronómica, por si después del café te apetece almorzar algo: unas raciones, un bocata…

“Soy más de ración”, replica Lluís Alabern esbozando una sonrisa que sigue la cadencia del Funnel of love de Wanda Jackson. 

— Me como la mía, y picoteo en la de los otros comensales—, avisa. 

Lluis Alabern MNAC
El artista ha regresado recientemente a la capital catalana tras veinte años viviendo fuera.