Toni Aira con Enrique Tomás y los cocineros Javier y Sergio Torres. ©Marc Llibre

La nueva (e inesperada) burguesía catalana

Tiempo atrás, un empresario no necesariamente tenía tan mala fama, de entrada, que le obligara a definirse como “emprendedor” para mirar de generar una buena primera impresión. Tiempo atrás, la burguesía catalana, también con sus críticos imprescindibles, tenía buena fama como dinamizadora del país y de su sector productivo y cultural. Pero una y otra categoría pasaron, al menos tal y como eran al nacer. ¿Significa esto que hayan desaparecido? No necesariamente. La burguesía ya no es lo que era, pero algunos han recogido su testigo, hasta el punto de ser una inesperada nueva versión suya.

Tuve toda la sensación de ello, este último lunes de temporada del ciclo The New Barcelona – Moments Estel·lars, que organiza The New Barcelona Post en la Casa Seat, al entrevistar a Enrique Tomás y a los Hermanos Torres. Él se define como un “tendero”, pero evidentemente tampoco niega que, ahora, sobre todo, es un gran empresario que ha impulsado la venta del jamón en el mundo. Ellos son unos grandes chefs que no se han quedado parados al triunfar en su restaurante. Y los tres son, con orígenes humildes, el gran relevo de esa burguesía catalana que nacía ya con esa condición. Y lo son, no sólo por sus ingresos millonarios del presente, sino por lo que arrastran con ellos.

Dicen (y practican) que el éxito no es tal si no es compartido. Y eso quiere decir que atraen talento e inversiones (yéndolos a buscar donde sea necesario) hacia Barcelona. Los hermanos Torres, por ejemplo, no pararon hasta que lograron que Barcelona acogiera la gala de las Estrellas Michelin de 2024. Y lo han logrado. Y el impacto internacional que esto puede comportar en el ámbito gastronómico sólo lo saben ellos y quienes, como ellos, ya de entrada proyectan el nombre de la capital catalana al mundo, cada uno desde sus fogones.

Tomás, por su parte, es un think tank con patas que, igual te moviliza a Sor Lucía Caram y la Sagrada Familia para ayudar a los ucranianos, que trabaja para bautizar un gran premio del motor con el nombre de Barcelona bien visible. Esto y mil cosas más. Como los hermanos Torres, que quieren llevar un montón de grandes eventos a la capital de Catalunya. La quieren en el mapa siempre, al más alto nivel y como polo de atracción de inversiones y talento que eleve su nivel. Como la burguesía catalana de toda la vida, pero sin llevar esa etiqueta. Sin ser eso. O, mejor dicho, siendo una feliz, inesperada y nueva versión suya, actualizada.

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