Veo, en el programa Tot es mou, de TV3, una entrevista con Malika Favre, la ilustradora del cartel de La Mercè, en su casa de Barcelona. Mientras nos cuenta curiosidades de su obra, vemos el lugar donde trabaja. La pantalla del ordenador que utiliza está encima de dos libros.
Puedes entrar en la redacción de cualquier periódico, programa de radio o de tele, o en cualquier casa de alguien que escriba, en cualquier despacho, que te encontrarás los libros debajo de la pantalla o el paquete de folios. ¿Cómo puede ser que las empresas fabricantes de pantallas no hayan pensado que todo el mundo tiene alturas diferentes y, por tanto, deberían fabricarlas con un sistema regulable? ¿Cómo puede ser que un ordenador grande y de última generación, como el de Malika Favre, esté encima de dos libros?
Con el teletrabajo empezamos a hablar de la necesidad, por ejemplo, de tener una buena silla para trabajar, como la que tendrías en el despacho o en la tienda, y de que la calefacción, la luz o la refrigeración que puedas usar mientras tecleas sean gastos desgravables. Los autónomos que escribimos en casa nos echamos a reir, cuando lo oímos, porque a nosotros, esto siempre se nos ha cuestionado. “Esta silla, este vestido usted también los usaría en la vida no laboral”, te dicen. Pobres gestores, sufriendo siempre por no desgravarnos más de la cuenta, no sea que nos multen. Pero no nos ponernos a trabajar con las sillas del comedor, porque acabaríamos todos con contracturas y no nos conviene coger la baja. Enseguida que podemos, invertimos en una silla de oficina, regulable. Yo tengo una caja de plástico de tónica Schweppes —me encanta— para poner los pies. También tengo un ventilador que conecto al ordenador. Y el paquete de folios (ahora que imprimimos menos que nunca).
Esto me hace pensar en las escuelas e institutos. Me parece que los adolescentes, de alturas y pesos diversos, se merecen unas sillas algo más ergonómicas que las que tienen los centros. Pero los adolescentes son como los autónomos. Han venido a este mundo a sufrir.