Flora Jaume Plensa La Pedrera
La 'Flora' de Jaume Plensa delante de La Pedrera. © Fundació Catalunya La Pedrera

Tras los pasos de Plensa

Una ruta organizada por la Pedrera, coincidiendo con la retrospectiva que dedica al escultor, sigue sus rastros en el centro de una ciudad que aún espera su gran obra

Parecen un grupo de turistas más deambulando por el centro de la ciudad, pero la pegatina que llevan puesta no luce el nombre de alguna compañía de cruceros y tampoco hablan inglés. Están mirando unas bolas de hierro fundido que están dispersas por el suelo del Paseo del Born, debajo de sus bancos, en soledad o agrupadas, hasta que topan con un imponente baúl.

Claro, en su pegatina pone Jaume Plensa y están escrutando los tímidos rastros del artista por la ciudad, empezando por Born, la escultura que se le encargó con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Es tan discreta, o integrada en su entorno si uno se quiere poner técnico, que no hay que descartar que muchos ni se hayan dado cuenta de su presencia, sentándose a su lado sin entender que hacían ahí esas bolas que parecen tan pesadas y recuerdan a bombas, numeradas y marcadas con letras, abandonadas a su suerte. Hay muchos posibles significados explica la guía, pero el más vivo es el que le dieron los vecinos del barrio de la Ribera, quienes apreciaron esta minimalista obra, preguntándose unos a otros en qué banco se habían sentado, si en el de la bola 2 o en el de la 4.

La ruta sigue hasta la obra más popular de Plensa en la ciudad, aunque dependiendo de la perspectiva, uno se la puede perder. Carmela se ha ganado el cariño de muchos, a base de muchas fotos para Instagram, con un posado calmado y reflexivo, tan introspectivo como todas las obras del escultor barcelonés, siempre invitando a dejarse llevar por una paz estética y elevarse por encima del ruido. Tan tranquila es Carmela que igual un día se irá sin avisar, teniendo en cuenta que la cesión que hizo el artista acaba en 2024 y, si la ciudad no lo pide, abandonará un espacio al que ha llenado de significado, creando un nuevo sitio en el que pararse a pensar en los diferentes puntos de vista.

Carmela Jaume Plensa
Carmela, en una foto de archivo. © Antonio Lajusticia Bueno

Los turistas locales engalanados con la pegatina de Jaume Plensa continúan su paseo hasta la última parada, las nuevas puertas del Liceu, ese colofón a una temporada en la que el escultor se ha atrevido por primera vez con la dirección escénica de una ópera, después de hacer el vestuario y la escenografía de muchas. Macbeth, uno de sus fetiches, fue la escogida, con una propuesta impresionante que pecó un poco de excesiva y poco justificada.

Como en el Paseo del Born, la propuesta de Plensa para el teatro de la Rambla respeta su fachada, sin desentonar, aún teniendo un planteamiento mucho más moderno. Incluye letras de los diferentes alfabetos con los que trabaja —¡hasta 9!—, como canto a la universalidad. A veces, también trabaja con notas musicales e, incluso, con símbolos químicos, según cuenta Chus Roig, de la Galería Senda, quien acompaña al grupo en la ruta.

De hecho, la galería, con quien Plensa trabaja desde hace diez años, también guarda obras suyas, por si se quiere añadir una nueva parada a la ruta por Ciutat Vella. La Senda dispone de algunas de las creaciones más viscerales del artista, las del principio, alejadas de las espirituales con las que más famoso se ha hecho. Ah, y muy cerca de la Senda, en la recepción del hotel Yurbban Passage hay uno de los rostros de Plensa. Está acompañado por un dibujo hecho por el mismo artista en una de las exposiciones que le ha dedicado la galería, trazando sobre la pared, haciendo que les diera demasiada pena pintar encima y convirtiéndolo en cuadro para sus vecinos.

Una exposición que se expande

La ruta tras los pasos de Plensa ha sido una de las actividades que ha organizado la Pedrera para extender más allá de sus muros la exposición que le dedica al escultor, Jaume Plensa. Poesia del silenci. No era suficiente con el inmenso rostro silente que ha aparecido delante suyo, Flora, compitiendo con Carmela en la popularidad en redes, mientras Barcelona espera a la llegada de una gran obra como las que encuentran espacio en otras ciudades del mundo. Además del paseo, la Fundació Catalunya La Pedrera ha organizado propuestas como un análisis de la figura del artista barcelonés bajo la mirada egipcia y un concierto del Quartet Casals para describir de manera sonora su universo artístico. Para los que se animen, quedan pendientes un concierto en el Palau de la Música el martes 4 de julio y un diálogo del artista sobre los versos que más le han inspirado en el Ateneu Barcelonés el martes 18 de julio.

La ruta tras los pasos de Plensa ha sido una de las actividades que ha organizado la Pedrera para extender más allá de sus muros la exposición que le dedica al escultor

Precisamente, la palabra sirve de hilo conductor de la gran retrospectiva que acoge la Pedrera, con más de 100 piezas, la gran mayoría esculturas, grandes y pequeñas, y permitiendo algunas obras sobre papel, como los dibujos que hizo para un libro de la editorial Galaxia Gutenberg sobre Shakespeare. La muestra se puede ver hasta el 23 de julio y ya ha sido visitada por casi 45.000 personas. Abarca cinco décadas de la obra de Plensa, haciendo que dialogue con Gaudí, uno de sus referentes, plantándole obras delante de su fachada, pero también inundando su patio interior, guardilla y terraza, con un vigilante que por unos meses no se pierde nada de lo que pasa en Paseo de Gracia.

Remontándose hasta sus orígenes, la Pedrera descubre piezas bastante rompedoras, como Mothers, Brothers o Fathers, las tres de 1990, protagonizadas por consoladores, en una etapa bastante sexual y onírica de Plensa. Pero no son las únicas sorpresas. La primera, Song of Songs (2005), unas cortinas confeccionadas con letras del Cantar de los Cantares. Le recuerdan a cuando acompañaba a su madre de tiendas y cruzaba cortinas, quedándosele grabado su musicalidad, por lo que, aquí va un consejo, hay que atreverse a cruzarlas para escucharlas, aunque muchos no lo hagan. También destacan unos gongs, Matter-Spirit (2005), con los que hay que volverse a atrever a romper la frialdad de museo y hacerlos sonar, para ver que parecen iguales pero no lo son.

Jaume Plensa Pedrera
La versión artística de las cortinas de infancia de Plensa. © Fundació Catalunya La Pedrera

Las obras más participativas, e inesperadas, se mezclan con sus piezas introspectivas más características, empezando el recorrido con una que pide silencio, Rui Rui’s Words (2021), e incluyendo la primera de sus figuras humanas con letras, Tel Aviv Man XX (2008). Hay personales, como Love of Home (2002), creada a partir de las muñecas que heredó de su madre, inscritas con palabras que remiten a la familia, y Domestic. Propensities, hablando de lo mismo a partir de tres casas para pájaros para las que se inspiró viendo cómo entraban y salían sus inquilinos. Y los que fueron a ver su Macbeth en el Liceu verán en  Silhouettes (2011) algo conocido. Para acabar, Green Self-portrait (2007), un autorretrato con una de sus figuras arrodilladas en la que las palabras que inscribe son los alimentos que come. O sea, espárragos, vino, queso, sopa y brócoli, entre otros.

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