La plaça del Diamant de Mercè Rodoreda vuelve al Teatre Nacional de Catalunya (TNC) con una propuesta coral y rompedora, dando voz a su protagonista desde muchos prismas para retratar a la mujer que quedó detrás de Colometa, reivindicando a una Natàlia en la que pocos pensaron. Son 10 actrices las que la interpretan, cada una a su manera, con diferentes edades y perfiles. A lo largo de casi dos horas, se encajan con precisión como las múltiples caras, o la infinidad de posibilidades, de un mismo personaje. Todo ello, resolviendo la ardua tarea de repartirse las líneas de un monólogo en primera persona sin dialogar entre ellas, tan solo recogiendo el testigo exactamente donde lo deja su predecesora. La fuerza narrativa de la historia que contó Rodoreda resuena en cada palabra, permitiendo que la polifonía fluya sin sobresaltos para tejer una trama arrebatadora.
Todo empieza en una sala blanca, con muchos trastos al fondo, a la espera de que la ocupen. Los objetos van conquistando el espacio a medida de que la protagonista, todas las Natàlias, atraviesa como puede la existencia que le ha tocado vivir desde un piso del barrio de Gràcia. Está marcada por un devenir histórico sangriento y miserable, desde los aires de cambio y justicia de la Segunda República a la muerte y el hambre de la Guerra Civil, hasta llegar a una dictadura en la que araña la realidad para conseguir sobrevivir con dignidad.
Sin olvidar la sombra, algo asfixiante, de una presencia omnipresente que no llega a materializarse en la Sala Gran del TNC, pero que persigue a Natàlia en cualquier rincón del escenario. A Quimet solo le conocemos a través de lo que ellas cuentan, abriendo la puerta a una interpretación más actual de una figura que resulta autoritaria e incluso malévola. Lo acaba manchando todo, como lo hacen también las palomas con las que se ha obsesionado, dejando un reguero de suciedad cuando desaparecen.
De fondo, la música de Clara Aguilar completa la última adaptación de La plaça del Diamant. Se convierte en una voz más en el relato de Natàlia, entrelazándose con precisión con el resto de las actrices, tanto que el espectador se olvida de que está ahí todo el rato. La propuesta sonora se alza como un personaje que aumenta los ecos de las inseguridades y los miedos de la protagonista, desgarrando el aire con los chillidos que profiere, ahogándola entre los revoloteos y los arrullos de las palomas que han invadido su existencia. Y golpeando las paredes del teatro cuando el destino se tuerce.
Carlota Subirós firma esta adaptación atrevida del clásico por excelencia de Rodoreda. Aunque en algunos momentos resulta excesiva, consigue dibujar una nueva manera de acercarse a una historia a los que muchos ya le ponen cara, ya sea la de Sílvia Munt en su versión cinematográfica (1982) o la de Sílvia Bel en la última vez que pasó por el TNC (2007). Tampoco hay que dejarse la versión de Joan Ollé (2004) en la que tres actrices se pusieron en la piel de Colometa, con Montserrat Carulla, Mercè Pons y Rosa Renom, cada una representando una edad. Ni la de Lolita Flores (2014), también dirigida por Joan Ollé. Con todo, Subirós ha decidido acompañarse para esta ocasión de Lurdes Barba, Màrcia Cisteró, Montse Esteve, Paula Jornet, Vicenta Ndongo, Neus Pàmies, Anna Pérez Moya, Alba Pujol, Vanessa Segura y Yolanda Sey, consiguiendo hacer aún más universal a La plaça del Diamant porque la historia de Natàlia ha sido y es la de muchas otras mujeres.
La plaça del Diamant se podrá ver hasta el 5 de noviembre en el TNC y luego se irá de gira, primero a nivel local y posteriormente internacional, como el año pasado se hizo con Terra baixa (Reconstrucció d’un crim). Con Rodoreda, el TNC ha inaugurado una temporada marcada por la memoria histórica. Está presente en la novela de la escritora catalana, exiliada tras la Guerra Civil durante décadas en Francia y Suiza, pero también lo estará en la siguiente producción del teatro, La madre de Frankenstein, adaptación teatral de la novela homónima de Almudena Grandes con dirección de Carme Portaceli e interpretada por Blanca Portillo. Después de su estreno en el Teatro María Guerrero de Madrid, se verá a partir de finales de noviembre en la capital catalana.