Estos días se puede ver en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) La madre de Frankenstein, la magistral adaptación teatral de uno de los Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes. Las entradas de uno de los platos fuertes de la temporada 2023/2024 dedicada a la memoria se agotaron casi desde el principio, llenando la sala completamente durante un mes largo después de hacerlo también en el Teatro María Guerrero de Madrid. Una obra que dura, ni más ni menos, tres horas y media, eso sí, en las que no se quiere que llegue ni el entreacto ni el final con tal de seguir sabiendo un poco más de la hipnótica historia de doña Aurora, Germán y María en esa España ahogadora de los años 50, llena de miedo, represión y dolor.
“Habla mucho de nosotros, todo nos resuena y conocemos lo que está diciendo. Son las raíces de nuestro país y es importante saber de dónde venimos”, señala su directora, Carme Portaceli. No se cansa de ver La madre de Frankenstein, en el TNC hasta el sábado 30 de diciembre, por su “impresionante profundidad”, capaz de reflejar cómo aún hoy sentimos el amor y el deseo, cómo aún vivimos en una sociedad que juzga por encima de sus posibilidades. “A pesar de todo, la vida siempre acabada brotando”, sostiene.
No es fácil subir al escenario a una de las escritoras madrileñas por excelencia, con un estilo muy característico, sensorial y capaz de fusionar presente y pasado sin pestañear. La adaptación de Anna Maria Ricart Codina lo ha vuelto a conseguir, exprimiendo la esencia de la narración, después de haberlo hecho con otras grandes de la narrativa como Jane Eyre de Charlotte Brontë, La señora Dalloway de Virginia Woolf o La casa de los espíritus de Isabel Allende, incluso de ponerse en la piel de Caterina Albert, la escritora detrás de Víctor Català, obra con la que Portaceli se estrenó al frente del TNC hace tres temporadas. “Todas fueron difíciles de adaptar, pero esta ha sido la que más, Grandes era muy buena escritora. Ha sido un reto precioso”, expone.
Fue la amistad entre la directora y la escritora lo que ha permitido asistir a este regalo teatral, hecho con respeto y mucho cariño. Todo empezó con Portaceli liderando el Teatro Español. En ese momento, le pidió a Grandes que hiciera los coloquios después de las funciones. “Se hacían colas solo para escucharla a ella”, rememora. Grandes vino al Teatre Lliure a ver la Jane Eyre de Portaceli, donde descubrió un Rochester que no se esperaba. Es ahí cuando Portaceli le dijo que le gustaría adaptar alguna de sus novelas, con las que había tenido “un flechazo” como lectora antes de conocerla. Grandes se quedó callada, “un silencio absoluto”, y se fue a casa. Desde ahí le escribió por WhatsApp que sí que quería, que le había hecho mucha ilusión, pero que le había entrado vértigo. Portaceli había pensado en Los besos en el pan y Grandes en Los aires difíciles. No lo acababan de ver ninguna de las dos hasta que un día la escritora le envió el borrador en Word de una novela que estaba corrigiendo, aún sin publicar. Era La madre de Frankenstein: “Es una belleza. La leí y vi que tenía razón”, recuerda Portaceli.
Grandes, que falleció a finales de 2021, no llegó a conocer el texto de la obra, pero tanto Portaceli como Ricart Codina creen que le gustaría, como también lo dice su viudo, Luis García Montero, quien ya la ha visto cuatro o cinco veces y se espera que también venga al TNC. “Su espíritu está en ella”, dice la directora. Y cobra vida con amigos como Blanca Portillo, en el papel de doña Aurora, una mujer que está encerrada en un manicomio de mujeres en Ciempozuelos por haber matado a su hija, Hildegard. “Los libros de Almudena son necesarios. Tenía una visión de nuestro país que se tiene que revisitar cada cierto tiempo porque es tan profundamente aplicable al día de hoy que nos ayuda a hacer memoria. Esta historia nos invita a mirar y a levantar la voz si hace falta”, defiende Portillo, por tercera vez en el TNC y habiendo trabajado ya con Portaceli en Mrs. Dalloway, haciendo ese complicado y rico personaje que representa Clarissa.
Portillo borda a doña Aurora, quien existió de verdad, haciendo pasar con destreza los años y mimetizándose con el empeoramiento de su salud, que la va haciendo encogerse y palidecer, consiguiendo que el público tenga empatía por un inteligente personaje femenino que es mucho más que una parricida. “Ella es una gran metáfora. En aquella España había algo de manicomio que encierra a toda la sociedad”, remarca la actriz.
Está acompañada por un vertebrador y preciso Pablo Derqui en el papel de Germán y una vivaz Macarena Sanz en el de María. Él regresa a España después de la Guerra Civil, topándose con un país que no reconoce y en el que todo el mundo piensa mal de todo. Va encontrando huecos de luz, sobre todo a María, y, aunque muchas veces acaban siendo silenciados y castigados, como también pasó fuera de la ficción, todo se acaba desbrozando, si más no, dejando de asfixiar. Hay más personajes, todos ellos dotados de personalidad propia, como ha querido Ricart Codina, capaces de retratar con unas cuantas pinceladas la oscuridad y la dureza de la vida durante la dictadura, dando agilidad a una narración que abarca décadas sin hacerse pesada. Ferran Carvajal, Jordi Collet, David Fernández “Fabu”, Gabriela Flores, Belén Ponce de León y José Troncos completan el reparto.
La madre de Frankenstein es la primera coproducción entre el TNC y el Centro Dramático Nacional (CDN). Ambas instituciones culturales esperan que no sea la última, después de su éxito, tanto por quedarse sin entradas como por los largos aplausos que consiguen después de cada función, cargados de emoción. La única pega será que no se va de gira y, de cara a la temporada que viene, por cuestiones de agenda, no se podrá reprogramar.