Joan Casares
El músico y compositor Joan Casares. ©Clara Conill
EL BAR DEL POST

Joan Casares: Toda aquella música acabó llevando a lo inevitable

“Todo empezó el día que mi padre tenía concierto y no iban a dejarnos a mí y a mi hermano Lluc con un canguro. Así que fuimos con mi padre y, cuando llegamos a la prueba de sonido, al ver a Aldo Munari montando su batería, me quedé atrapado de por vida”. Acodado a la barra ante un té earl grey mañanero, el músico y compositor Joan Casares sonríe cuando rememora el impacto que sintió cuando vio por primera vez al baterista de La Vella Dixieland, mítica agrupación en la que su padre, Pau, toca el clarinete y el saxo tenor, ininterrumpidamente, desde el lejano 1980.

“Todas esas horas de escuchar música en casa, en el coche, en los conciertos, acabaron llevando a lo inevitable. Los Reyes Magos me trajeron una batería y aprendí a tocar en casa con mi padre, a dúo. Con el tiempo él ya me llevaba en todas partes y sin darme cuenta estaba tocando de forma profesional. De hecho, me gusta aprovechar bien las mañanas, desayunar con calma y, llegados a la hora en que mis vecinos ya no me querrán matar, me pongo a practicar”, explica, antes de pedir que de fondo no suene música, porque le gusta concentrarse “para escucharla atentamente”.

“Tras esos primeros años tocando en casa y ocasionalmente en grupos con mi padre, para mí fue algo nuevo tocar sin él. Montamos Cincart Jazz Project, un grupo donde estaba mi hermano Lluc, con Pol Omedes a la trompeta, Fabià Santcovsky a la guitarra y Marc San al bajo. Con trece o catorce años, aquel realmente fue mi primer grupo de música”, detalla el baterista, que recientemente ha lanzado Segueix l’instint (The Changes), nuevo disco al frente de Tro, trío que componen él, el bajista Xavi Castillo y el saxofonista barítono Pere Miró. Uno más de sus múltiples proyectos entre los que se cuentan Smack Dab, Bop Collective o el Lluc Casares Septet, entre otros.

Siguiendo el redoble de Art

El parroquiano recuerda con precisión “el día en que sonó en el coche Art Blakey, porque me cambió para siempre. Era una cinta con el disco Soul station, de Hank Mobley, con Wynton Kelly al piano, Paul Chambers con el bajo y Art Blakey a la batería. ¡Ese redoble! No me lo podía creer”.

Como tantos y tantos músicos de jazz, Joan también ha vivido una estancia en Estados Unidos, de la que destaca especialmente “la corta tutela que me ofreció Rodney Green, que me marcó mucho. Cada vez que me siento a la batería veo sus manos y escucho su voz. A día de hoy, todavía estoy aprendiendo de sus clases”.

Casares es uno de los músicos de la escena catalana con más tradición. ©Clara Conill

Otro de los que reconoce como hitos de su trayectoria, “al menos, en una vertiente más personal”, es haber formado parte del cuarteto del saxofonista Jesse Davis en sus últimas giras. “Algo que me hace inmensamente feliz, no solo porque adoro a Jesse, sino porque el hecho de acompañar a artistas internacionales itinerantes es un tipo de trabajo al que me gustaría dedicarme”.

Entretanto, Joan acaba de participar en la grabación del próximo álbum de The Bop Collective, octeto capitaneado por la saxofonista y compositora Irene Reig, “que escribe una música genial, pero no es la más fácil del mundo, no. Y tocando a octeto puedes imaginarte la cantidad de trabajo que da. Estoy muy ilusionado con este disco, pues el último que hicimos fue uno de los que más contento me han dejado. Dicen que los músicos muchas veces tendemos con dureza a la autocrítica, pero este realmente me terminó dejando un buen sabor de boca”.

—Esa es una excelente noticia, ¡el debut del Bop Collective es una pasada! ¿Cuándo saldrá el disco?

“Todavía no lo sé. Pero sí te puedo decir que, a finales de septiembre, sacamos nuevo álbum de Smack Dab, la banda que lidero junto a Oriol Vallès, y que llevará  por título Supertralla, que creo que define bien lo que se podrá escuchar. También creo que será especial porque va a incluir unos temas en directo del concierto que hicimos en mayo en el Milano. Te parecerá que me aprovecho del momento de actualidad, pero en los últimos años Guim, el programador de la sala, nos han tratado de manera fenomenal con lo que tener unos temas en directo grabados allí me hace especial ilusión”. Mientras, la ciudad que ha puesto una franquicia de panaderías donde estaba el Tequila de Escudellers o un Mango donde se hallaba la librería Canuda, está cerca de perder una sala tan importante para el público y los músicos barceloneses.

Su nuevo disco, Segueix l’instint (The Changes), cuenta con la colaboración del bajista Xavi Castillo y el saxofonista Pere Miró. ©Clara Conill

La noche en que Brandford Marsalis tocó en Barcelona

“Barcelona es la mejor ciudad del mundo, no hay sitio con más calidad de vida. Terminé mi máster en Ámsterdam y en menos de dos días me tenías de vuelta aquí. El único problema para mí de Barcelona es que soy músico. Me explico: la ciudad tiene una comunidad de músicos y aficionados envidiable, pero no tiene el apoyo institucional que la respalde. Sobre-legislar es el mal de esta ciudad, donde cada día es más difícil tomarse una caña más tarde de las doce o encontrar un local con música en directo”, lamenta el parroquiano, para el que en vez de proteger el patrimonio cultural de la ciudad, “nos estamos vendiendo a los turistas y sus alquileres”.

Y entonces pide algo que debería ser lo normal, pero que en la Barcelona de hoy suena a utopía platónica: “tener un concierto estable, quizás dos noches por semana donde tocar música para un público de barrio. Lejos de los focos de los grandes festivales, de los grandes eventos que buscan titulares. Un concierto normal, en un bar normal, para gente normal”.

La misma gente normal que cierta noche, a finales de los 80, estuvo presente en la que es su historia urbana predilecta. Fue en el Harlem de Comtessa de Sobradiel. “Ahí había un trío tocando y, hacia el final del primer pase, se les acerca un tipo con un saxo y pide subir a tocar. Los músicos le contestan que le invitan para el siguiente pase. Nuestro saxofonista espera pacientemente hasta que uno de los anfitriones se le acerca y acuerdan tocar el Caravan. Así, cuando le llaman para subir al escenario el tipo deja a todos los asistentes del club pasmados. El líder de la banda, incrédulo, corre hacia el micrófono para presentarlo antes de que desaparezca. Y lo que pasó a continuación me parece maravilloso, ¡porque aquel saxofonista era Brandford Marsalis! Con Internet hemos perdido para siempre la posibilidad de que algo así se repita en ningún lugar del mundo, pues hoy en día todo el mundo sabe qué cara tiene Branford y hasta qué pinta tiene el cuarto trompeta de la big band de Almendralejo. Por eso, que esta historia haya sucedido en mi ciudad, en un club donde yo he tocado y le haya ocurrido a un músico que yo admiro tanto, me vuela la peluca”.

—Lo que te va a volar la peluca es nuestra oferta gastronómica, por si quieres hincar el diente a unas tapas, un bocata, un plato combinado o un menú. Está todo de fábula.

Joan Casares sonríe. “Un buen menú entra que no veas. Pero no cada día, que soy más bien de comer poco”, advierte, explicándose así el porqué de su envidiable delgadez.