Xiana Siccardi
Xiana Siccardi en Katmandu.
EL BAR DEL POST

Xiana Siccardi: Mirar más allá de la colina

“A los 24, tuve un cáncer muy agresivo que me hizo replantearme la vida e, incluso, despedirme de mis amigos. Les cité en casa y me despedí de ellos. Mientras todo el mundo salía y se divertía, yo aprendía que no hemos firmado un contrato de vida de 90 años, que no está escrito en ninguna parte que llegaremos a ancianos, y el coronavirus, simplemente, nos lo ha recordado”.

La periodista y escritora Xiana Siccardi clava su mirada verde, curiosa y viva en la botella de cerveza Sapporo que anda sorbiendo, luego sonríe y espeta: “Si aceptas un consejo que no me has pedido, eso que sea, no lo demores”.

Ella puede presumir de haber predicado con el ejemplo. Una mañana, cuando tenía 40 años, se desveló “a lo Gregor Samsa”, y se dio cuenta de que había pasado los últimos diez años corriendo. Había trabajado en La Vanguardia, El Mundo o RNE, vinculada durante mucho tiempo a la crónica negra —fue directora y presentadora de programas como Les Flors del Mal y Cròniques de Barcelona—, había dado el callo en programas televisivos como Viajando con Chester y había sido subdirectora de Al Rincón de Pensar, de Risto Mejide. Había hecho tantas cosas, que podría venir cada día al Bar durante lustros y no repetir nunca anecdotario.

Pero aquella mañana fue diferente: “Decidí parar un momento. Cogí una mochila y me fui sola a los Himalayas. Una decisión que, lógicamente, casi nadie entendió. Y fue allí, a los pies del Everest, donde me empezaron a pasar cosas que no esperaba. Conocí a algunos lugareños de etnia sherpa que, poco a poco, me abrieron las puertas a su mundo fascinante, hermético y muy desconocido a nuestros ojos. Imagínate que son gente que vive de escalar las montañas más altas del mundo en situaciones extremas de vida o muerte, y cuya cultura y tradiciones se mueven entre el budismo tibetano y el animismo. Desde entonces he regresado varias veces a esos Himalayas salvajes y remotos. Y con los sherpas he hablado de la vida, la muerte, la amistad, el amor… en un diálogo que, cuatro años después, todavía perdura. Estoy en deuda con ellos. Me han enseñado a tener una vida más intencionada”.

Xiana Siccardi
Xiana de camino al Zetra La.

Aquella experiencia quedó registrada en Sherpas. La otra historia del Himalaya (Ediciones del Viento). Un libro que, escrito a medias con el alpinista nepalí Lakpa Nuru Sherpa, “resume tres años de nuestras conversaciones desde que nos conocimos a los pies del Everest”. Un volumen exitoso que va ya por su tercera edición. Los beneficios de los autores van íntegramente a ayudar a la comunidad sherpa, “en esta época tan difícil, y con parte de ellos también hemos retirado una tonelada de basura de la región del Everest, de la que en parte somos responsables”, explica Xiana quien, tras sorber otro trago añade, enigmática, con todos los proyectos del mañana orbitando a su alrededor: “¡Y espérate!”.

La vida como descubrimiento

Entender ese viaje es entender a Xiana como un fruto del mestizaje, los tránsitos entre patrias, fronteras, ideas, costumbres… “Mis abuelos maternos eran unos aldeanos gallegos que, en febrero de 1950, compraron un billete de ida a Buenos Aires. Imagínate cruzar el Atlántico sin saber qué encontrarás al otro lado. En paralelo, mis abuelos paternos eran argentinos, de ascendencia genovesa. Mis padres se conocieron en Buenos Aires y vinieron a Barcelona, donde yo nací. En fin. Creo que esas idas y venidas familiares, el moverse sin muchas maletas, el reinventarse en cada sitio nuevo y, sobre todo, la intuición de que siempre hay algo más allá de esa colina, de que el mundo es muy grande y hay por ahí muchos puntos de vista sobre una misma cosa, son cosas que me han configurado”.

Xiana apura su Sapporo y, antes de pedir otra, añade: “Me parece más interesante una vida de descubrimiento que de encaje, asumiendo las satisfacciones y problemas que esto conlleva”.

Actualmente, asesora en estrategia de contenidos, redes sociales y reputación a diferentes clientes desde agencias de publicidad y comunicación a la vez que crea formatos audiovisuales, páginas web y marcas personales. También colabora con la Blanquerna-Ramon Llull, en la que estudió Periodismo. Pero el brillo se le instala en la mirada cuando vuelve a los Himalayas: “Estoy preparando un viaje para octubre, que organizamos Lakpa y yo junto a la Sociedad Histórica de Viajes y Expediciones. Nos vamos a ver el Everest, visitar aldeas y templos budistas perdidos, muchos de los lugares que aparecen en nuestro libro. Es un viaje transformador. Bueno, de hecho, es el viaje que me cambió a mí. Quien quiera venirse, que me escriba”.

Xiana Siccardi
Xiana, Lakpa y su madre Lakpa Futi detrás, junto a su casa

Barcelona, ciudad de paso

Xiana creció rodeada de maletas. “Mis abuelos, tras volver de Buenos Aires, regentaron durante años el Hostal Orleáns, que aún sigue abierto y conserva el mismo nombre, justo delante de la Estación de França. Pasaba las tardes ahí, entre las mesas del comedor, junto a los viajeros”.

En el lado sentimental de su retina están grabadas aquellas calles del Born de los 80. “De vuelta de la guardería me cruzaba con los marineros de la Sexta Flota, que yo no sabía qué eran, pero me parecían seres de otro planeta. Bueno, lo eran”. De adolescente vivió las Fiestas de Gràcia alternativas, los bares heavies de la calle Escudellers y el Poblenou.

— ¿Y hoy? ¿Cuál es tu relación con Barcelona?

— Hoy me encanta callejear por la ciudad y visitar una y otra vez los emplazamientos históricos y las librerías. Me alucina la Barcelona romana, cruzar las murallas por la calle del Bisbe y ver el templo de Augusto. A esos lugares no me canso nunca de ir. Y me enamora el Sant Jordi nada divino ni guerrero, sino humano y exhausto tras derrotar al dragón, de la ladera de Montjuïc. Tiene la belleza de quien lo ha dado todo. Hay que verlo al atardecer. Creo que se llama Sant Jordi triomfant, pero también lo llaman Sant Jordi desnudo, que sin duda es un nombre mejor.

Sólo hace falta ver la expresión con la que habla de ello para visualizar ese Sant Jordi bañado por las luces del crepúsculo barcelonés. Pero para cuando esa imagen cobra vida, la parroquiana ya está a otra cosa. Concretamente, echando un vistazo al menú.

— ¿Qué te apetecerá?

— Aunque ahora estoy descubriendo lo picante, lo muy picante, de la mano de mi amigo Geshe-La, que es monje budista tibetano, me tira pedir un provolone a medias y una milanesa a la napolitana para cada uno. ¿Te hace?

Xiana Siccardi
Xiana en el Campo Base del Everest.