Lolita Bosch
La escritora catalana Lolita Bosch.
EL BAR DEL POST

Lolita Bosch: Las infinitas posibilidades de la literatura

“Recuerdo como si fuera ayer cuando hice mi primera letra ‘a’ en la pizarra, en minúscula. Cursé una parte de la educación primaria en una escuela rural, cosa que marcó mi idea de aprendizaje para siempre. Y es algo que no he dejado de hacer: siempre estoy estudiando algo. Justo acabo de terminar mi segundo doctorado, en filosofía, y sigo. Estoy orgullosa de haberme dejado educar por gente extraordinaria”. Lolita Bosch ha llegado al Bar pronto por la mañana. Enérgica, sonriente, un enjambre de ideas trabajando incansablemente en su cabeza que pide que, de fondo, haya silencio para disfrutar de la conversación a pie de barra y de un fresco zumo de naranja.

Escritora premiada, traducida, adaptada en varios formatos y muy leída, la obra de Lolita es inclasificable por una amplitud y diversidad que suma noventa títulos —“hay más, pero esos son los que tengo publicados”— que abarcan literatura infantil, juvenil, adulta, ensayo y antologías. “Toda mi vida he estado investigando la literatura y todas sus potencialidades: creación, intervención social e intervención íntima, filosofía, edición y un largo etcétera. He probado experimentos, inventos, cosas inesperadas, puentes entre géneros y disciplinas. Lo he pasado muy, muy bien”, asegura la parroquiana que en estos días presenta su último título, El jardí de l’àvia (La Campana), “sobre la extraordinaria relación que mantuvimos mi abuela y yo. Fue una amistad preciosa y en la obra han participado familiares. Es un libro al que quiero de una manera especial”.

Nacida en Barcelona en 1970, ha vivido en distintos lugares, muchos de los cuales siente como su hogar. “Especialmente México, donde llegué a vivir uno de los años más convulsos de su historia reciente, 1994, con una efervescencia cultural intensa y absoluta”. En este sentido, la escritora asegura que lo que más ha marcado su vida, fuera de su intimidad, ha sido la guerra de México. “El exilio, las amenazas, la búsqueda de justicia, el periodismo de investigación, la dignidad de las víctimas, las similitudes entre sistemas locales y globales, el amor…”. Todos ingredientes vitales que forman parte de ese otro trozo de su educación vital: el que no le enseñaron en una aula.

Literatura para sanar

Hace 23 años, Lolita y el escritor Mario Bellatin crearon la Escuela Dinámica de Escritores en la Red Refugio de escritores y escritoras perseguidas de Salman Rushdie, en México, con la idea darle la proverbial vuelta a la tortilla a la enseñanza literaria enfocándola de una forma mucho más creativa, transformadora y apasionante. Cuando la parroquiana regresó a Barcelona, siguió investigando todas las posibilidades que se podían derivar del binomio entre literatura  y educación. El resultado es el Método Mandarina: una metodología propia desarrollada durante más de diez años y un corpus que incluye novelas, ensayos y una tesis doctoral dirigida por Miguel Morey, que fundamenta el recorrido de aprendizaje y el propósito ético de su escuela, el Campus Lolita. 

El jardí de l’àvia, uno de los libros más personales de Lolita Bosch.

Dicho Método ahonda en el autoaprendizaje para escribir literatura o intervenir literariamente en el entorno social, en contra de la violencia, la pobreza extrema y la exclusión social. “Es mi referente en todo lo que hago. Lo he aplicado a todos mis proyectos y he capacitado un equipo de veinte personas para que lo apliquen y con el que trabajamos en muchos ámbitos: prisiones, abusos, mujeres maltratadas, bullying o la neurodiversidad. He hallado en la literatura y en el Método Mandarina una aplicación íntima y sanadora que resigue la creación literaria“.

Satisfecha del trabajo social que ha llevado a cabo y que ahora impulsa desde su Campus, la escritora ha dirigido “decenas de proyectos, a centenares de voluntarias y voluntarios y he tenido miles, literalmente miles, de alumnas y alumnos en cuatro continentes”. Y sonríe, inevitablemente satisfecha de una lucha pacífica, pero rotunda, contra el desinterés y la impunidad con la que la pobreza y la exclusión azotan a diario las vidas de miles de personas. 

—Entretanto, sigues dándole a la tecla, ¿no?

—¡Sí, es una pulsión que no cesa! Estoy terminando ahora un libro de los que considero importantes y eso me hace muy feliz, porque nada hay tan apasionante, para mí, como un reto literario.

Parte de su urbanismo, pero no de su paisanaje

Enamorada “del mundo amplio en el que vivo”, la escritora destaca que se siente en casa “en tantísimos sitios donde soy bien recibida y acogida. Es fascinante la gente que he conocido y he tenido la oportunidad de encontrarme con lo mejor del planeta. ¡No tengo ninguna duda!”. Curiosamente, con Barcelona, la ciudad que la vio nacer, no ocurre del todo lo mismo. “Mi relación con ella es rara. Me siento parte de su urbanismo, pero no de la vida que ocurre en él”. 

—¿No acabas de encontrarte del todo, aquí?

La parroquiana guarda un breve silencio para darle a la respuesta la mejor forma, antes de retomar la palabra: “estoy muy vinculada a la ciudad desde un punto de vista de la nostalgia de la infancia, pero no me hace sentir en casa. En casa me siento en México, en mi pueblo del Empordà, en Estados Unidos y en la India. Un aspecto curioso es que, últimamente, me he dado cuenta de que cuando tengo un rato me encanta subirme a una golondrina, cosa que no había hecho nunca hasta este año, y alejarme de la urbe para verla con distancia. Eso sí me reconforta”. 

—Lo que quizás también te reconforte es acompañar con algo de comer ese zumo que te estás tomando. Tenemos repostería muy rica y cien por cien artesanal.

Lolita Bosch ríe.

—Yo es que soy más de salado, así que igual miro alguna ración con la que almorzar— replica.

—¡Pues muy buena elección!

La escritora también se ha licenciado en filosofía en la Universidad de Barcelona y tiene un posgrado en letras en la Universidad Autónoma de México.