A la música se le tiene que dar el lugar que le corresponde

Casa Seat.17:55 h de la tarde. Roberto Tierz, cofundador de la sala Sidecar de Barcelona, llega con una puntualidad británica al auditorio dónde le habíamos convocado. T.  Cinco minutos más tarde, puntual también a la cita, aparece por la puerta Alberto Guijarro, codirector del Festival Primavera Sound y actual director de la Sala Apolo de Barcelona. Da gusto poder recibir con un cierto margen de tiempo a los invitados para comentar la jugada antes de pasar a la acción. Vienen con ganes de hablar, con ganas de escuchar y con ganas de compartir su experiencia profesional y diría que también vital.

El eje vertebrador de la charla que nos espera, parte de una pregunta: ¿de qué manera los acontecimientos musicales y los espacios de música en directo que se hacen actualmente en la capital catalana, impulsan la marca Barcelona? Pero es que, después de aquella conversación de poco más de 45 minutos, llego a la conclusión de que quizá la pregunta debe reformularse. Quedaría más o menos así: ¿Cómo y de qué manera se nutre la marca Barcelona del buen posicionamiento que le dan los festivales con renombre y las salas de música en directo que promocionan el talento que tenemos en casa? Y es que, señoras y señores, ¿qué va antes: el huevo o la gallina? Es evidente que se trata de un descarado win to win que hay que fomentar y promocionar mucho más desde las instituciones públicas. No hacerlo, no sólo significará dejar de ganar mucho dinero, sino que también desdibujará lo que somos y lo que nos representa. 

Me sorprendió muchísimo que, tanto Alberto Guijarro como Roberto Tierz, afirmaran de manera muy contundente que la música en directo es el hermano pequeño de las artes en Barcelona. Y que, si una sala de música pide ayuda a la administración, la petición no está, en ningún caso, entre sus prioridades. “Parece que la música sea menos cultura, y, por lo tanto, recibimos menos atención y menos ayudas públicas”, dijeron. 

Alberto Guijarro defendió que ellos son por encima de todo, programadores. Pensadores en clave de música, creadores de conceptos y propuestas artísticas que responden a una manera de entender la música, el arte y la vida. Que la música en directo tiene un valor incalculable, independientemente de la franja de edad, la clase social y el poder adquisitivo de quien la escucha. La música trasciende. Y que este espíritu crítico responde a una clara vocación personal que se ha ido configurando con el paso de los años picando piedra. 

En la misma línea se manifestaba Roberto Tierz. Él no se siente gestor.  En sus 40 años dirigiendo la Sala Sidecar ha aprendido a asumir el rol de empresario. Pero sobre todo, le gusta dejarse llevar por la intuición artística en el momento de seleccionar y promocionar grupos. Aunque esto le suponga, decía, un riesgo y un coste económico adicional. La clave del éxito del Sidecar ha sido ser fiel a sus orígenes, mantener un sello genuino ofreciendo música para un público eminentemente local al que cuesta arrastrar, porque se ve invadido por el turista de “sangría y paella” que convive ahora en la Plaza Real. 

Es innegable, reconocen, que existe un púbico “festivalero”. Aquel que nos visita solo en temporada de verano, pero que acaba dejando mucho dinero en la ciudad. Y este público se debe mantener sin olvidarse de “los nuestros”, los de casa, los que están todo el año. Porque estos son los que van a las salas de la ciudad y crean cultura de club. 

Alberto Guijarro nos dejó caer las cifras económicas de la última edición de “nuestro” Primavera Sound. Digo “nuestro”, porque a pesar de que se va a replicar por primera vez también en Madrid, el festival sigue siendo “nuestro”. Y es que, es evidente que a nadie le interesa dejar escapar una perla como ésta. Es una palanca que sirve de motor económico, porque es un festival claramente transversal. Es economía, es cultura, es gastronomía, es movilidad y es color. Que falta nos hace.  

Después de esta charla me pregunto qué será de la música y de todos estos espacios icónicos que configuran el singular y enriquecedor ADN de nuestra ciudad, si no se miman ni se cuidan. ¡Qué será de ellos cuando no puedan luchar contra la feroz competencia, la subida de los precios por la inflación, la terrible burocracia en la gestión de permisos o los problemas de convivencia con vecinos y Policía! 

Si realmente es cierto que, como parece, “aquí ganamos todos”, debemos ganar todos. Y nos lo tenemos que creer. Saquemos pecho. Sin olvidarnos de los que nos han abierto el camino. De los que, desde hace décadas, hacen de espartanos. Sin su criterio ni su perseverancia, Barcelona no tendría esta identidad tan magnética que la hace explosiva como ciudad mediterránea. La marca Barcelona también es MÚSICA, en mayúsculas. Y a la música, hay que valorarla y se le tiene que dar el sitio que le corresponde.  

Les dejo aquí los enlaces para poder recuperar la conversación por Spotify o Youtube.