Hablamos muy a menudo de la desconexión de la política con “la realidad” (aunque dicha expresión, como aquello tan sudado de los “problemas de la gente”, siempre acostumbre a referirse a las manías personales y a cuestiones bien domésticas), pero poco del alejamiento del periodismo de lo auténticamente trascendente. El pasado jueves, mientras los barceloneses se distraían con la desigual lucha de okupas contra nazis y veíamos cómo los aburridísimos alcaldables de la capital exprimían la noticia para llevarla a su terreno, conocíamos también que un grupo de nuestros investigadores acaba de perpetrar un paso importantísimo a la hora de vislumbrar un remedio para el cáncer de páncreas. Ésta fue una noticia que –por su oceánica trascendencia en el mundo de los hechos y el impacto radical en la vida de tutti quanti– debería haberse convertido en la proclama del día, pero la mayoría de informativos del país la sirvieron de entremés a los deportes.
Volvamos, pues a ello. Dice el titular que investigadores del Instituto de Investigación Biomédica (IRB) de Barcelona y del Sloan Kettering de Nueva York han podido detectar qué células desencadenan el cáncer de páncreas (una enfermedad con un 90% de idéntica alteración genética), concluyendo de esta guisa que su carácter maligno tiene algo que ver con una capacidad prodigiosa para establecer conexiones con su entorno. La responsable del hallazgo (Direna Alonso-Curbelo) ha tenido la delicadeza de traducir esas pesquisas a los profanos, afirmando que mapear estas células, analizar cómo y con quién hablan, se convertirá en una herramienta clave para interceptar su mensaje. Como la mayoría de lectores de este artículo, servidor tendría serias dificultades para definir una célula sin usar diccionario y mapear incluso el páncreas. Pero entiendo, eso sí, que el descubrimiento será el primer paso de un camino que salvará muchas vidas.
Pasamos el día ocupados en polémicas de tres al cuarto, haciendo caso a personas altamente absurdas y pendientes del último rifirrafe en Twitter. Pero afortunadamente, mientras muchos gastamos la existencia en bobadas y aleccionando a todo dios, palillo en boca, hay gente como la doctora Alonso-Curbelo & team que tiene la bondad de charlar poco y currar mucho para salvarnos el culo (literalmente). A mí me hace feliz que nuestros científicos hayan emprendido este camino de esperanza y que su tarea sea posible gracias a una institución óptima para un gigantesco trabajo de laboratorio y un análisis computacional de datos sólo al alcance del primer mundo (de hecho, me hace feliz cualquier cosa que equipare en excelencia a las dos ciudades que más cosas me han enseñado). Y me duele que nosotros, poseedores del privilegio del altavoz mediático, sólo pensamos en esto cuando faltan noticias de política u ocio.
Quizás deberíamos enmendar nuestra parsimonia y cambiar el orden de los telediarios para silenciar las declaraciones manidas de cualquier ministro o del futbolista de turno que vuelve a decir que “no hay rival pequeño” para poner un poco de atención a unos profesionales que son los mejores investigadores del planeta y que, insisto, trabajan para que no se nos pudran los órganos. A mí me jode un poco que todo dios sepa qué futbolista se retira del Barça esta semana y que ni el tato, incluido un servidor, tuviera ni la más reputa idea de la labor de estos eminentísimos investigadores. La doctora Direna Alonso-Curbelo y su equipo, y perdonadme la reiteración, son lo mejor de nuestro país y lo demuestran con resultados bien palpables (pero compensados, me jugaría muchos garbanzos, con una retribución y un impacto social mucho menor a la de sus colegas yanquis). Pues eso no puede ser; no hay nada más importante que su curro.
A mí me jode un poco que todo dios sepa qué futbolista se retira del Barça esta semana y que ni el tato, incluido un servidor, tuviera ni la más reputa idea de la labor de estos eminentísimos investigadores
Si por mí fuera, los doctores, biólogos, informáticos y etcétera de este equipo deberían protagonizar la noticia del día durante toda una semana. Por otro lado, y como medida de penitencia colectiva, la doctora Alonso-Curbelo y compañía deberían tener todos los restaurantes sufragados durante el próximo lustro. ¡Y cobrar mucho, pero que mucho dinero, faltaría más! Mira que esto de los médicos siempre me ha provocado un poco de tiria, porque a mitad del camino de la vida esto ya se me está metiendo muy largo y aún más pesado. Pero los triunfadores siempre deberían protagonizar la primera página y, debo reconocerlo, trabajar para curar a la gente es propio de almas generosas. Démosles cada día el privilegio de la noticia del día.