ClàssicAnd
La soprano Angela Gheorgui durante el concierto inaugural de ClàssicAnd.

Barcelona-Andorra: conexiones culturales

Es necesario celebrar la apuesta de nuestros vecinos del norte por programaciones culturales ambiciosas; pero todavía pueden mejorarse

A los catalanes siempre nos ha gustado chotearnos de nuestros vecinos de Andorra (“El país dels Pirineus”, rezaba un famoso anuncio) y, con demasiada frecuencia, hemos escarnecido la patria de los andorranos como un simple lugar donde ir a pescar cajas de puros o esconder la herencia del abuelo antifranquista. Después lo intentamos arreglar, afirmando que envidiamos a los andorranos debido al privilegio de tener el catalán como lengua de estado y de poder disfrutar de responsables públicos que son ministros y no esa cosa cursi de los consellers tan nostrada. Entiendo, por todo ello, que del nord enllà se nos haya avistado con cierta desconfianza histórica; pero diría que todo esto ha cambiado mucho últimamente y me huelo que las autoridades andorranas tienen cierta voluntad de reconectar con el ámbito barcelonés a base de iniciativas culturales que vayan más allá del turismo de deporte y balneario. Diría que es necesario devolverles la invitación glosando virtudes y peligros.

Todo esto viene a cuento porque hace poco asistí a la velada de presentación del tercer ClàssicAnd con el reclamo de la soprano Angela Gheorghiu, un primer plato que se complementará a partir de mayo con una serie de intérpretes de solvencia contrastada como Anna Netrebko, el Modigliani Quartet o el cantaor Miguel Poveda. Bien dirigido por un hombre de teatro como Joan Anton Rechi, el ClàssicAnd es un certamen ambicioso, y es así como —por poner sólo un ejemplo— la tozudez de Rechi ha conseguido montar una representación de Lucía de Lammermoor que contará con la garantía de Josep Caballé Doménech dirigiendo la Dresdner Festpielorchester del gran Ivor Bolton (será la primera ópera de este tipo y género que pueda verse completa en el país). Gracias a la colaboración público-privada, las entradas no pasarán de entre los 25 y los 35 euros: programadores barceloneses, ¡tomen nota!

En cuanto al concierto que mencionaba al inicio (celebro la idea de preparar recitales con el protagonista anunciado en el último momento, pero siempre voy a discutir que se regalen las entradas; el arte, recordémoslo, ¡se valora mejor cuando se paga!), la soprano rumana Angela Gheorghiu desplegó oficio y narcisismo sopranil en un programa que, al menos y en consonancia a lo que acostumbran a hacer los cantantes cuando divisan su atardecer, incluyó arias del repertorio operístico. Pisando los sesenta, Gheorghiu se encuentra lejos de los recursos vocales que le dieron fama planetaria, pero a base de inteligencia, de disimular el (lógico) desgaste en los agudos, remover las caderas y lanzar besos al público, consiguió enamorar a la tropa. Muchas divas han caído en un late period vergonzante, y cabe decir que la Traviata que nos regaló Solti ha evitado caricaturizarse. Tal y como acaban algunos, este hecho tiene mucho mérito.

Dicho esto, y si quieren adquirir trascendencia, iniciativas culturales-musicales como el ClàssicAnd tendrán que saber equilibrar con sensatez la necesidad de colaborar con operatic superstars y otros reclamos similares (que no pasan de la mera corrección) y la posibilidad de generar espectáculos de mayor peso y, a poder ser, generados desde el territorio. Por poner un ejemplo nacional de nuestra tribu, yo seguiría más el paradigma de los inicios de Torroella o de Vilabertran que el de Peralada o la horterada monumental de Cap Roig. Ya que se cuenta con recursos bastante generosos y con un público que disfruta de escasa oferta musical, servidor optaría por organizar pocos conciertos copy-paste que se puedan ver en otras partes del mundo y apostaría mucho más por eventos únicos. Rechi es hombre con tablas, ha pisado muchos escenarios, y diría que sabrá encontrar la fórmula para obligarnos a viajar a su país con tal de ir de concierto.

Las conexiones entre nuestra ciudad y Andorra no terminan aquí. Tras el concierto pude pasearme por la mini-galería (resulta poco ético hablar de un museo, pese a quien pese) que tiene Carmen Thyssen en la capital del país. La exposición Vincles es un diálogo demasiado genérico entre algunas pinturas notables de nuestro Modest Cuixart y piezas —menores, todo sea dicho— de la colección de la baronesa. Mis espías me cuentan que el museo cambiará en breve de ubicación y que podría cohabitar en un nuevo espacio (de mucha más capacidad expositiva) con una empresa de nuestra ciudad que tiene mucha ciencia y gracia en lo inmersivo. Seguro que el entorno resultante conformará una oferta mucho más estimulante que la presente; también espero que ocurra igual cuando ClàssicAnd consiga perdurar; insisto, la diferencia no la marcarán las estrellas, sino la capacidad de urdir conciertos de aroma singular.

Diría que en el futuro las conexiones culturales Barcelona-Andorra (y, por qué no, ¡Andorra-Barcelona!) irán al alza. Al menos, espero que superen la imagen inicial que tuve llegando a La Vella, cuando me topé fatalmente con las enésimas monas de pascua de Jaume Plensa sobrevolando uno de los lugares más grises de la ciudad. Superemos esta conexión, hermanos, que nos será muy fácil. Volveré pronto.