La famosa serie inglesa The Crown convirtió la plaza de Francesc Macià en una extensión de París. Allí se grabaron las escenas de las últimas horas de vida de Lady Di antes de que tuviera el accidente mortal. La fachada curvada, blanca, coronada por glorietas y por dos anuncios (Danone y Mango) del edificio que hay en el lado montaña de la plaza fue el escenario perfecto.
Este extremo, el que hay entre la Avenida de Pau Casals y la calle Calvet, es uno de los corners más conocidos y concurridos de la plaza. Aquí se concentra todo. Tiendas, un pequeño estanco, servicios básicos como contenedores, un buzón amarillo de correos, aparcamientos de bicicletas y motos y un carril bici. Pero lo que ocupa más espacio son las terrazas. Este es un lugar para quedar, para ser visto, un lugar a medio camino entre el Upper más Upper y el Eixample.
Y entre las terrazas, una con solera, el Sandor, un local creado en 1944, como se puede leer en los parasoles que hay sobre las mesas. Un lugar con muchas historias, como las visitas que hacía el famoso doctor Ignasi Barraquer, padre del oftalmólogo Joaquim Barraquer, con su mono Jocko vestido con un abrigo igual que el suyo. Ahora no hay monos, hay perros y hay pocos abrigos; en cambio, hay muchos chalecos acolchados y mucha lycra. Chicos y chicas que salen a la calle con la ropa del gimnasio y se toman un café con leche de diseño en los locales más modernos que hay junto a la histórica terraza. Todos concentrados en pocos metros, porque el verdadero protagonista de esta plaza es el coche. Ya sea en la modalidad de aparcamiento en doble fila, una verdadera tradición en esta rotonda, o bien sea circulando.
El tranvía que obligará a transformar esta plaza más pronto que tarde
Francesc Macià fue de las primeras rotondas que tuvo la ciudad. Se construyó en los años 30 y ha tenido muchos nombres: Alcalá Zamora, Hermanos Badia, y Calvo Sotelo, el más conocido. En 1979, se cambió este nombre franquista por el actual, pero estaría bien saber cuántas personas en Barcelona no han actualizado su nomenclátor y aún lo llaman así. Francesc Macià es básicamente una rotonda gigante, un lugar de distribución de los vehículos, complicado de superar y no apto para conductores noveles. Hay cinco salidas y siempre hay alguien que duda y que acaba parando la dinámica circular que rodea un parque muy verde.
Un parque con árboles e incluso con un estanque que tiene la forma de la isla de Menorca, un homenaje del arquitecto y paisajista Rubió i Tudurí a su pueblo natal, tal y como explica el periodista Xavi Casinos. Un jardín que queda escondido, porque hay que jugarse la vida entre los coches para acceder, y el estanque solo se puede ver desde un punto elevado. Poca gente bordea toda la plaza a pie. Hay quienes van por las aceras de montaña y otros por las de la parte de mar, donde se levantan las torres con cristales de espejo y que dan también un aspecto financiero a este lugar.
Si la parte de montaña traslada a París y las terrazas invitan al descanso y al ocio, en la parte de mar, se trabaja. La arquitectura es más funcional. Es el terreno para oficinistas ocupados que transitan o que van a buscar taxi. Taxi, bus o el tranvía. Estos son los transportes públicos que hay en la zona. Y uno de ellos, el tranvía, es el que obligará a transformar esta plaza más pronto que tarde.