Esta semana, Barcelona ha presenciado dos escenas de violencia coactiva hirientes de contemplar que se han hecho rápidamente virales: primero, las agresiones de algunos manifestantes a los congresistas del salón inmobiliario The District 2023 y, en segundo término, la detención de un joven de origen gambiano en el vestíbulo de la estación de Renfe en Plaça de Catalunya. Todas las comparaciones son odiosas y cualquier matiz que el columnista de guardia pueda invocar resultará susceptible de ofensa. En efecto, los conciudadanos que supuran ira contra la especulación (la mayoría de ellos, miembros de plataformas en defensa de la vivienda y a favor del decrecimiento turístico) manchando de colorines a unos congresistas no pueden compararse a la brutalidad empleada por una panda de guardias de seguridad pasados de rosca que redujeron a un chaval como si, en vez de no haber pagado el billete, llevara una bomba nuclear en el bolsillo.
Pero también resulta oportuno recordar que los problemas de vivienda en Barcelona (la insufrible desigualdad e injusticia que comporta el hecho de que muchos conciudadanos no puedan seguir viviendo en su barrio o que demasiada gente se esté planteando pirarse de la ciudad) no son únicamente imputables a los participantes de The District ni a un sector al que demasiado a menudo demonizamos con demagogia. Todos especulamos con nuestras propiedades y el encarecimiento de los barrios no sólo es causado por el fantasma de los fondos buitre y el empresariado en general: también es responsabilidad nuestra, cuando decidimos subir el alquiler de una vivienda que tenemos en propiedad con el objetivo de dedicar un plus de pasta a cosas tan naturales como un viajecito a la Toscana o pagar la universidad a los niños. Por mucho que nos afecten, las injusticias sociales suelen tener causas más complejas que los lemas de pancarta.
Dicho esto, es necesario comentar alguna buena noticia porque de vez en cuando también las hay. Pese a los disturbios y coacciones a los congresistas, la empresa organizadora de The District ya ha confirmado que continuará ligada a la ciudad con un contrato hasta 2025. Por otra parte, Renfe ha informado muy rápidamente de que retirará a los nueve guardias de seguridad de su actual función, que les abrirá un expediente y que no tolerará ningún tipo de agresión racista por parte de sus trabajadores. Lo importante no es que las dos escenas en cuestión nos den mal cuerpo, porque no existe una coacción que sea agradable; la escena de Renfe es inaceptable porque no es la primera vez que sucede, y siempre ha sido asociada a un conciudadano racializado, pero embadurnar a congresistas de color lila, aparte de dar trabajo a nuestros excelentes tintoreros, no nos abaratará el alquiler.
Por mucho que nos afecten, las injusticias sociales suelen tener causas más complejas que los lemas de pancarta
Entiendo (y sufro) las preocupaciones de la mayoría de manifestantes, pero también opino que Barcelona se juega muchos recursos en el sector ferial. También comprendo la indignación de la gente que filmaba a los guardias de seguridad mientras apaleaban a un chaval sin ningún tipo de proporción. Quizás, más allá de compartir o conmovernos por los efectos de la ira, debemos empezar a pensar cómo evitar estas escenas y entender la complejidad de lo que las provoca. En cuanto al tren, necesitaríamos más de un curso contra el racismo y comprender que la pobreza puede ser la causa de algunos delitos menores. En cuanto a los congresistas, podríamos empezar a pensar que sólo son la punta de un iceberg de un sistema donde una suma de egoísmos (también el nuestro) está convirtiendo a nuestra ciudad en un lugar donde cada vez es más difícil de vivir, afectada de un proceso de desertización que nadie parece interesado en paliar.
No posicionarse en un bando es uno de los pecados de nuestro tiempo. Yo prefiero ahondar en los grises. Espero que las imágenes de violencia citadas, más allá de mantenernos en la confortabilidad de la propia moral, nos hagan abrazar la dificultad de un presente como el nuestro. Cada día más violento y más alocado, esto es innegable.