Pizzas de Barcelona

La parada está llena de taxis con la luz verde. Hay poco trabajo. Dos conductores están sentados dentro del mismo coche y charlan, con la radio de fondo. Cuando llego pregunto: “¿A quién le toca?” y, como siempre, hay uno que grita: “¿Primeeero?”. Y el “primero” me hace una señal con la mano. Le digo que voy al Boston Pizza de la calle Mandri, antes de llegar a la Ronda Mitre. He quedado allí con la familia para llevarnos una pizza a casa, que nos comeremos viendo una película. Nos ponemos a hablar de pizzas. El hombre es soltero y ahora, con los restaurantes cerrados, se apaña como puede. Le digo que hay muchos tipos de pizza que me gustan, desde las más guarrindongas a las más finolis. Y es así. No puedo decir que me guste más la masa fina o la masa gruesa. Me gustan todas.

Cuando abrieron el Pizza Hut, que ya ha desaparecido, me volví una adicta. Iba al local que tenían en la Sagrada Familia y pedía siempre la carne lovers (el nombre me hacía mucha gracia). Pizza Hut inventó la Rolling Pizza, que era una gran idea. ¿Qué es lo que nos dejamos siempre, de las pizzas? Los bordes. Pues llenamos los bordes de queso. Otra pizzería que me encantaba, y que tampoco existe, ya (cerró en 2010) era la Chicago Pizza Pie Factory. Estaba en la calle Provenza, frente a La Pedrera. La de tardes que había pasado allí… Las pizzas del Chicago —un local decorado al estilo americano— se servían con sartén y eran de masa muy gruesa. El local tenía una barra de cócteles preciosa, de madera. Cuando supe que cerrarían le pregunté al maestro coctelero (el señor Serret) que harían, con aquella barra. “Tiene carcoma”, me dijo. Con el señor Serret, que era un gran barman, descubrí un concepto que hoy es habitual, y que entonces no era: la happy hour. En la happy hour tomé Manhattans, Negronis, Pisco Sours, Margaritas… Tampoco existe, ya, la pizzería de Fabián Martín, en la Via Laietana (“el Ferran Adrià de las pizzas”, le llaman).

Le cuento al taxista que, a veces, me apetece pedir la pizza Vulcano, de Tele Pizza. Es una pizza de esas de despertarse a las tres de la mañana muerta de sed. Para describirla, que pobres resultan las palabras… Le hago saber que se trata de una base de masa fina pero que en el medio tiene una especie de cazuelita. La cazuelita (de masa) está llena de queso fundido. Y encima de la pizza hay nachos, para mojarlos en el queso de la cazuelita. El concepto es tan loco que resulta imbatible. El taxista para el coche. Ya hemos llegado. Me cobra. Y entonces me dice: “¿Pues sabe qué? Que también me voy a llevar una. Me ha entrado hambre de hablar con usted”.