Escolares bailando sardanas en la Plaça de la Catedral. ©Maria Aladern/ACN

De cómo se llega a ‘Coti x Coti’

La pervivencia y calidad de nuestras sardanas ha hecho posible el éxito casi global de los Tyets

A estas alturas habrá pocos catalanes que no hayan intentado bailar torpemente una sardana mientras gozan de la enésima reproducción de la canción Coti x Coti de The Tyets. El hit del grupo de Mataró acumula ya quince millones de reproducciones en el universo de la red y ya es disco de oro (el segundo dato es realmente importante, porque lo de Internet queda muy estupendo pero da poca pasta, y aquí lo transcendente del éxito en cuestión es garantizar que los compositores Xavier Coca y Oriol de Ramon puedan llenar un plato de sopa a diario). Cifras aparte, Coti x Coti es una canción que perdurará más allá de todos los veranos posibles, porque ha tenido la gracia de conectar a los melómanos catalanes con una sonoridad inseparable de su imaginario. Tanto da que consideres la sardana una rémora un poco queca o que el sonido de la tenora te provoque urticaria: identidad es todo aquello  de lo que no puedes huir.

Oriol de Ramon y Xavier Coca son The Tyets.©Ariadna Reche/ACN

Chotearse de la propia cultura y muscular autoodio es uno de nuestros deportes nacionales. Así ha ocurrido durante muchos años con la música casera y, muy en especial, con el género sardanístico. Por eso resulta esperanzador que dos capgrossos zentennials hayan recuperado la cobla en un tema que se ha hecho justamente popular. Evitemos el purismo en todos los ámbitos: Coti x Coti podrá ayudar a que muchos jóvenes se interesen por la sardana y, de rebote, a que los enfermos del mundo sinfónico y de la cobla se den cuenta de la calidad esplendorosa de la música moderna que se hace Catalunya. Ya sé que en este trocito de mundo esto del win-win nos da pavor, pero, en las escasísimas ocasiones donde todo quisque gana, hagamos el puñetero favor de celebrarlo. Si las reproducciones del Coti dirigen a miles de oyentes hacia una sardana, por random que sea la elección de mr. Spotify, cantemos un aleluya.

Pensaba antes de ayer en esta metafísica musical de andar por casa mientras admiraba el arte de la Cobla Marinada en el Pati de la Casa de la Convalescència. El IEC ha vuelto a organizar el ciclo Música al claustre, que este año rememora  la visita de Albert Einstein a Barcelona hacia 1923. La formación, dirigida por el colega Marc Timón, recupera buenas sardanas de Robert de la Riba (1912-1999) y, en la segunda parte del concierto, dispara algunos musts de la cobla como Juny, de nuestro genio Garreta, o las esplendorosas Puigneulós (Toldrà) y Evocació (Serra). Marc dirige los Marinada cómo debe hacerse; aproximando voluntariosamente la formación a la sonoridad de un magma sinfónico (nuestro músico vive feliz en la land of the free, pero nuestros programadores deberían contratarle más a menudo) y está a punto de causarme un orgasmo mientras lidera el Akelarre de Cassú, un auténtico himno de infantería.

Coti x Coti podrá ayudar a que muchos jóvenes se interesen por la sardana y, de rebote, a que los enfermos del mundo sinfónico y de la cobla se den cuenta de la calidad esplendorosa de la música moderna que se hace Catalunya

Qué más da si esto es música culta o balladora: son unas piezas sonoras de primera división. A mí me gusta especialmente escucharlas como lo hicimos en el IEC –en formato concierto– porque, alejada del terreno natural del aplec, esta música gana pompa y circunstancia. Si todavía dudáis de la calidad de nuestras sardanas, leed los apartados que mi querido Joan Magrané dedica al género dentro de su celebradísimo libro Antologia sentimental de la música catalana (editado en Peu de Mosca). Al Coti x Coti se llega a través de todo este imaginario sonoro, y haríamos bien en equilibrar los millones de reproducciones que han tenido los Tyets con tantas partituras sardanísticas todavía desconocidas por todo dios. Si este verano os topáis con un baile de sardanas, quedaos ahí un rato, escuchad esta música e interesaos por sus intérpretes. Ellos son los padres de un éxito planetario.