Ni un juego para la Play ni una Smartbox o un Satisfyer

Por fin hemos dejado atrás al Black Friday; en la mayor parte de los casos, un engaño monumental que consiste en hacernos creer que encontraremos más baratos una serie de productos que no necesitamos. En pocos años, este viernes negro que inaugura la temporada de compras navideñas en Estados Unidos, al día siguiente del Día de acción de gracias, se ha consolidado totalmente entre nosotros. Me alucina con qué facilidad vamos dejando atrás nuestras tradiciones de origen religioso que, en su momento, ya parasitaron celebraciones paganas anteriores, y vamos adoptando tan ricamente otras fabricadas por el capitalismo.

En cualquier caso, estamos a dos días de las Navidades, unas fechas que, para la mayoría de nosotros, no tienen ningún significado religioso, aunque todavía adornamos las casas con luces de colores y nos reunimos alrededor de una mesa bien surtida con familia y amigos. Y seguimos haciéndonos regalos, por supuesto. Por ello, la de Navidad es una de las campañas comerciales más importantes del año, también para el sector del libro.

Ciertamente, cuando pensamos en regalar libros, lo primero que nos viene a la cabeza a todos es Sant Jordi. Sin embargo, hoy quiero revelaros un secreto: ¡EN NAVIDAD TAMBIÉN SE PUEDEN REGALAR LIBROS!

Doy por hecho que los que no hay semana que no piséis una librería lo tenéis clarísimo y estoy seguro que, en Navidad, regaláis unos libros muy bien elegidos y con unas dedicatorias preciosas, pero el lector ocasional quizás no había reparado en ello.

Es más, me apuesto algo a que, en Navidades, más de uno no se atreve a regalar libros porque piensa que hacerlo corta un poco el rollo, que es de persona aburrida o aguafiestas. Quizás porque un libro nos viene a recordar que el disfrute a menudo va ligado a la soledad, al esfuerzo, al silencio, a la concentración. ¡Menuda bajona!

También hay quien piensa que regalar un libro cuando puedes regalar un perfume, una corbata o un robot de cocina es de persona perezosa y con poca imaginación que, en lugar de recorrerse de cabo a rabo la Illa Diagonal para encontrar un regalo original que sorprenda a su destinatario, se va de cabeza a la librería y en un abrir y cerrar de ojos lo tiene solucionado. ¡Como si elegir un libro fuera cosa fácil!

En esto que voy a decir ahora seguro que coincidimos: en Nochebuena, no hay nada peor que ver la cara del zoquete de turno, sea o no cuñado, que desenvuelve el papel de regalo de un paquete con emoción y, cuando ve que no es ni un juego para la Play ni una Smartbox o un Satisfyer, exclama con desilusión: un libro.

Quizás, a pesar de que seáis lectores empedernidos, sois de los que piensan que es mejor que cada cual se compre sus libros, porque contra gustos no hay nada escrito. Podríamos decir lo mismo de los calzoncillos o los perfumes y de lo uno y lo otro se regala un montón estos días, ¿verdad?. No, en serio, entiendo vuestro razonamiento, pero tengo un argumento de peso para rebatirlo, aunque es cierto que hay personas que regalan libros infectos que no sirven ni para poner debajo de la pata corta de una mesa.

En Nochebuena, no hay nada peor que ver la cara del zoquete de turno que desenvuelve el papel de regalo de un paquete con emoción y, cuando ve que no es ni un juego para la Play ni una Smartbox o un Satisfyer, exclama con desilusión: un libro

Me gusta que me regalen libros, porque me obligan a salir de mi zona de confort como lector. Sé que la expresión “zona de confort” provoca urticaria, pero en este caso, la creo pertinente. Me explico: como lector, suelo leer asiduamente a ciertos autores que publican ciertas editoriales o sobre ciertos temas, simplemente porque son garantía. Me considero un lector curioso y de mirada ancha, pero, sin embargo, a veces peco un poco de conservador y doy pocas oportunidades a nuevos autores, nuevas editoriales o temas que a priori no me interesan lo más mínimo. Por esta razón, agradezco tanto que me regalen libros que en muchas ocasiones nunca en la vida me habría comprado por mi cuenta. Gracias a ello, he descubierto libros maravillosos que me han ayudado a crecer como lector y como persona. Cierto que también me han regalado algún libro que he estado tentado de echar al fuego, pero aun así merece la pena; tanto regalar libros, a riesgo de no acertarla, como recibirlos, a riesgo de que no pasemos de la página quince.

Estos días, los lectores estamos de enhorabuena. La plataforma de contenidos CaixaForum+ acaba de estrenar Booklovers, una magnífica serie documental sobre el amor a los libros. De la mano del escritor Jorge Carrión, nos propone un viaje por grandes metrópolis culturales a través de sus librerías, bibliotecas, escritores y lectores. El primer episodio, ya disponible, está dedicado a Buenos Aires, la de los libros y la cultura, no la de Milei. En las próximas semanas, se estrenará el de Barcelona. El recorrido que propone Carrión por nuestra ciudad no puede ser más goloso: el palacio del Baró de Quadras (sede del Institut Ramon Llull), el Mercado de Sant Antoni, la Biblioteca del Dipòsit de les Aigües y la premiada Gabriel García Márquez, el Supercomputing Center y las librerías +Bernat, Nollegiu, La Calders, Ona, La Central, La Petita y Finestres. Carrión conversa con los libreros Montse Serrano y Xavier Vidal, el escritor Enrique Vila-Matas o el editor Jorge Herralde, entre otros.

Estos días, los lectores estamos de enhorabuena: la plataforma de contenidos CaixaForum+ acaba de estrenar Booklovers, una magnífica serie documental sobre el amor a los libros

Por cierto, sobre libros y ciudades, acaba de aparecer en catalán, bellamente editado por Més Llibres y con traducción de Oriol Valls, una pequeña joya: Records de muntanyes llunyanes de Orhan Pamuk. Un libro muy especial, realizado a partir de una selección de los textos y dibujos con los que, desde hace más de una década, el Nobel de Literatura 2006 llena cada día páginas de sus cuadernos. Pamuk anota y dibuja lo que le ocurre en su día a día, reflexiona sobre la actualidad e, incluso, dialoga con los personajes de sus novelas.

El libro de Pamuk no es ni un juego para la Play ni una Smartbox o un Satisfyer, pero estoy convencido de que proporciona una lectura lúdica, un viaje lleno de aventuras hacia el universo del autor de la maravillosa Estambul y, por supuesto, horas de placer indescriptible.