Situémonos en la Barcelona de finales del siglo XIX. La ciudad experimenta un fuerte crecimiento demográfico y la medicina cada vez es capaz de hacer frente a más enfermedades. Todo ello hace que el viejo Hospital de la Santa Creu, ubicado en pleno barrio del Raval —en un edificio gótico muy bonito, pero poco adecuado para la práctica médica moderna—, haya quedado obsoleto y se decida construir un gran recinto hospitalario que dé servicio a una ciudad en expansión. El arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner se encarga del proyecto y en 1930, después de tres décadas de trabajos, se inaugura con el nombre de Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. El Sant Pau hace referencia a Pau Gil, un banquero y mecenas barcelonés instalado en París que, al morir, soltero y sin hijos, dejó estipulado que la mitad de su fortuna se destinara a la construcción de un hospital en Barcelona. Si queréis saber qué cara tenía este santo varón de patillas generosas, encontraréis un busto dedicado a él, obra de Eusebio Arnau y Josep Casan i Matamala, en la entrada del antiguo hospital.
Digo antiguo hospital porque en 2009, el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau se trasladó nuevamente, en este caso, a una sede más moderna situada en el extremo noreste del conjunto proyectado por Domènech i Montaner. Esto permitió iniciar un ambicioso proceso de rehabilitación del conjunto modernista que, desde hace unos años, ha recuperado todo el esplendor de lo que hoy se conoce como Recinte Modernista Sant Pau.
El conjunto ocupa el equivalente a nueve manzanas del Eixample. Consta de un majestuoso edificio principal que alojaba las tareas de administración del hospital y 27 pabellones para las diversas especialidades médicas y de enfermería, conectados mediante galerías subterráneas por las que se trasladaban los enfermos. Gran parte del conjunto está construido en ladrillo visto, perfectamente combinado con elementos cerámicos, y decorado con conjuntos escultóricos de piedra. Domènech i Montaner incorpora elementos góticos, neogóticos, bizantinos… El Sant Pau tiene un gran valor patrimonial y artístico que la UNESCO reconoció en 1997 como Patrimonio de la Humanidad.
Para mí, el San Pau tiene también propiedades terapéuticas. Si después de mirar Twitter un rato perdéis la fe en la Humanidad o caminando por las calles de Barcelona, repintadas con colores y formas estrafalarias, pensáis que la ciudad ha perdido el Norte, os recomiendo que vayáis al Sant Pau. Os hará recuperar la confianza en la ciudad y las personas que viven en ella. Ahora que todo el día hablamos de vacunas, podríamos decir que es una inyección de autoestima barcelonesa.
Para mí, el San Pau tiene también propiedades terapéuticas. Ahora que todo el día hablamos de vacunas, podríamos decir que es una inyección de autoestima barcelonesa
Desde que ya no hace las funciones de hospital, el Sant Pau se ha ido abriendo a la ciudad. Actualmente, en él se realizan visitas guiadas muy interesantes para toda la familia que permiten descubrir cómo era la vida en este entorno hospitalario a principios del siglo XX y también conocer la obra de Domènech i Montaner. De la Sala Hipóstila —que acogía las urgencias del antiguo hospital—, se baja a los túneles para acceder al Pavelló de Sant Salvador —el primero que entró en funcionamiento de todo el recinto—, después se accede a los jardines y de aquí a la Casa d’Operacions y al Pavelló de Sant Rafael. El recorrido termina en el maravilloso Pavelló d’Administració, que por sí solo ya justifica la visita.
Del mismo modo que, hace unos años, la Torre Glòries —anteriormente, Torre Agbar— se convirtió en el nuevo icono de Barcelona es como si ahora fuera la hora del Recinte Modernista Sant Pau
El Recinte Modernista Sant Pau acoge también un buen número de organismos nacionales e internacionales que trabajan en ámbitos como los derechos y la democracia, la sostenibilidad o la educación y, periódicamente, es escenario de eventos como el 080 Barcelona Fashion. De hecho, estas últimas semanas ha acogido desde actos de La Marató de TV3 y Catalunya Ràdio a la presentación de Joan Laporta como candidato a la presidencia del Barça, pasando por actos de la precampaña del 14F.
Del mismo modo que, hace unos años, la Torre Glòries —anteriormente, Torre Agbar— se convirtió en el nuevo icono de Barcelona es como si ahora fuera la hora del Recinte Modernista Sant Pau. De un tiempo a esta parte, todo el mundo quiere celebrar sus cosas y hacerse fotografiar allí. Quizá sea casualidad, pero es bonito que, en plena pandemia, este espacio cada día más de referencia para la ciudad no sea ni un banco ni un hotel ni un monumento que conmemore batallas del pasado sino un hospital.