Juan Carlos Benítez
El escritor Juan Carlos Benítez. © Montse Rovira
EL BAR DEL POST

Juan Carlos Benítez: De la B a la Subzeta

“Sé que mi profesión debía haber sido la de periodista. Vengo de familia humilde y no confiaban en que uno de sus hijos pudiera ir a la universidad, así que hice una FP a pesar de haber sacado en EGB una media de notable. Tras la mili, que me partió mi momento más divertido, fui encadenando trabajos alimenticios hasta hace bien poco”.  Y, a pesar de eso, Juan Carlos Benítez nunca dejó de escribir. De pequeño, pergeñando sus propias publicaciones caseras. De joven y posteriormente de adulto, a través de fanzines como Al filo de la cuchilla, el mítico Crónicas desde el Café Portobello o colaborando con grandes como Flandis Mandis.

Hoy, escribiendo incansablemente sobre cine bizarro, raro, terrorífico, ignoto, de la serie B a la subzeta, a través de muchos soportes que incluyen libros, colaboraciones en revistas o el portal de noticias sobre cine que él y Montse Rovira, su mujer, socia y alma gemela, alimentan desde 2009: Proyecto Naschy. “Que de hecho no deja de ser como un fanzine, pero en otro soporte”.

Movidos por esta pasión por el celuloide, Juan Carlos y Montse acuden a pases de prensa, escriben reseñas de estrenos, visitan festivales y llevan publicados cinco libros, además de colaborar en un montón más, con una clara especialización en el terror y el fantástico español. “También colaboramos con el sello El 79, realizando libretos, presentaciones y entrevistas para su colección de DVD y blu-ray dedicada al cine de terror español. Hacemos lo que nos gusta, tenemos muchos amigos y compañeros. No nos da para vivir ni lo hemos pretendido nunca, pero nos da la felicidad”.

Él ha llegado por la mañana, fiel a ese espíritu madrugador que le acompañó en su niñez en tantos domingos en el Mercat de Sant Antoni y que luego dejó de lado en su juventud noctívaga en el mondo mod barcelonés. “Ahora me gusta madrugar e irme pronto a la cama. Definitivamente me he hecho mayor”, ríe, mientras pide una cerveza tostada sin alcohol y que, si algo tiene que sonar de fondo, sean los Beatles. “Me ha pasado algo muy raro: de ser el motor de mi existencia, la música ha pasado a un plano secundario en el que tan sólo tienen cabida, casi en exclusiva, los Fab Four”. De lo contrario, ya le está bien si se ponen las noticias, alguna tertulia o algún programa de humor.

De aquellos polvos, estos lodos

A Juan Carlos Benítez ya le gustaba el cine de terror desde pequeño. “Mis padres me dejaban ver todo lo que daban en la tele y me llevaban al cine sin problema. Mi padre era aficionado a la lectura y al cine. Compraba tebeos y bolsilibros”. Los devoraba y después se los daba a Juan Carlos, que los atesoraba con fruición, sobre todo los de terror “Corben, Frazetta, Alex Toth, Bernie Wrighston… y Spirit, de Will Eisner” y Spiderman, su amor de Marvel. “Ese fue mi caldo de cultivo”. 

Al parroquiano ya le gustaba el cine de terror desde pequeño: “Mis padres me dejaban ver todo lo que daban en la tele y me llevaban al cine sin problema”

En la adolescencia llegaron, por este orden, los Beatles, a través del Sargent Pepper’s y los Who, en un vídeo en blanco y negro con la banda empleándose con el My generation. “Fue la bomba, era un grupo tipo Beatles, pero con energía punk ¡destrozaron todos los instrumentos!”. Los Jam, cazados en el programa Aplauso interpretando el Going underground, acabaron de rematar la faena y con Brighton 64 comprobó que tenía la fiesta al lado de casa, con compañeros de viaje como Fernando Muñiz o el añorado Juanjo Herreros. Amigos para siempre con los que bailaría northern soul hasta altas horas de la madrugada, con los ojos cerrados, Levi’s 501 y sudando la camisa de paramecios.

Juan Carlos Benítez Lleida en 1990
Juan Carlos Benítez el año 1990 en Lleida.

“He tenido una juventud al margen de las modas y he formado parte de una cultura repleta de creatividad e individualismo. El que no hacía fanzines, tenía un grupo. Todo el mundo parecía estar haciendo algo. Las fiestas y conciertos eran organizados por nosotros mismos, autogestionados y, en casi todos los casos, perdiendo dinero. Pero daba igual, mandaba el entusiasmo y el descubrimiento constante. ¡Lo malo es que no había muchas chicas!”, ríe. Un muy buen día, acabó llegando el más reciente momento clave de su vida: “Cuando conocí a mi esposa Montse, que es la compañera que amo, con la que vivo y trabajo y es, también, mi mejor amiga”. 

Juntos han sublimado todo ese retaje de investigación, individualismo, gusto por lo ignoto, por encontrar la joya pop oculta e inimaginable, en el terreno del cine. Ejemplo de ello es el volumen que acaban de presentar, Siempre nos quedará Pekín, que explica, a través del cine y con gran profusión de fotos, las relaciones históricas entre China y España. 400 páginas repletas de datos, anécdotas y curiosidades que incluyen kung fu y pelotaris, brigadistas chinos en la Guerra Civil o proyecciones de cine oriental con recitales de poemas de Lorca. De hecho, el que tenía que ser sólo un libro va a acabar convertido en dos. “Soy una persona muy metódica y completista, así que en estos cuatro años de investigación al final nos han salido dos obras, con un total de casi 900 páginas. Y te aseguro que tanto en la de China como en la próxima salen cosas muy, muy curiosas”.

Siempre nos quedara Pekin Juan Carlos Benítez Montse Rovira
Siempre nos quedará Pekín, escrito por Juan Carlos Benítez y Montse Rovira.

La Barcelona que olvida su cultura popular

Amante de una Barcelona vivida a fondo desde la niñez, cuyo antiguo escudo mantuvo cosido en su parka, Juan Carlos Benítez guarda memoria de momentos cumbre que revisa con cariño, aunque sin nostalgias. “He visto a Leño en primera fila en Montjuïc; fui al primer Salón del Cómic y conseguí la firma de Richard Corben; vendí objetos de colección junto a mi padre en els Encants, el Mercado de Sant Antoni y la Plaza Reial, cuando existían de verdad. He visto a Brighton 64 en Zeleste y a Los Negativos originales tocando en un escenario desértico de espaldas al mar. Fui un mod proletario que nunca estuvo en Londres, pero sí en el Fantástico del Gòtic y frente a las Rías, donde tocaban Decibelios, rodeado de Punks”, enumera, terminándose su cerveza y pidiendo una segunda.

“Pero me sorprende lo mal que Barcelona conserva su pasado en lo que se refiere a su cultura popular. Ya sea ignorando muchos grupos que llenaron de color los 80 y últimos 70. Olvidando los cómics e ilustradores catalanes de editorial Bruguera y de la agencia Selecciones Ilustradas. Los tantísimos autores de bolsilibros. ¡Incluso el cine! Los cortometrajes de los años 70 del colectivo homosexual Els 5 QK’s, que fueron rechazados por la Filmoteca y terminaron en un contenedor. O la obra de Juan Carlos Olaria, cuyos largometrajes y cortometrajes también fueron rechazados, aunque recibidos luego con los brazos abiertos por la Filmoteca de Madrid. Y tantas cosas, como el enterarse de que todo el guardarropa y los escenarios de El Molino terminaron en la basura. O que todo el material que había en la destartalada casa de Carmen de Mairena, de una Barcelona que ya no existe, fue directo al container”, asevera, dando cuenta de la siguiente cerveza. 

“Pero me sorprende lo mal que Barcelona conserva su pasado en lo que se refiere a su cultura popular, ya sea ignorando muchos grupos que llenaron de color los 80 y últimos 70, u olvidando los cómics e ilustradores catalanes de editorial Bruguera”

— Lo que no puede acabar en la basura es la comida que tenemos hoy aquí, por si quieres almorzar algo después de esas dos cervezas.

Juan Carlos Benítez sonríe y repasa con atención la oferta gastronómica.

— Más tarde, cuando Montse me alcance, haremos un buen menú, reposado y ordenadito. De momento, ponme una tercera cerveza.

— Volando, y a ésta estás invitado.

— Eso sí, sin alcohol, ¿eh? Que yo ya me tomé por anticipado todo lo que me tocaba para esta vida.