Barcelona tiene entre sus grandes activos la arquitectura. La historia de la ciudad se puede narrar a través de sus edificios. Desde los restos de construcciones romanas, pasando por el románico, el gótico y los legados renacentistas, neoclásicos y, por supuesto, modernistas con sus grandes nombres: Domènech i Montaner, Puig i Cadafalch y Gaudí como máximos exponentes. También los grandes arquitectos contemporáneos tienen su obra en las calles barcelonesas: Norman Foster, Jean Nouvel, Herzog & DeMeuron, David Chipperfield, Frank Gehry, Enric Miralles, Ricard Bofill y Toyo Ito, entre otros muchos.
Sin embargo, hay un importante y ancestral estilo arquitectónico del que carece Barcelona: la piedra seca. Se trata de un método de construcción que se encuentra profusamente esparcido por las zonas rurales del Mediterráneo desde el Neolítico. Consiste en pequeñas construcciones erigidas con piedras dispuestas de forma adecuada para que no sea preciso el uso de mortero o argamasa y que proliferan en algunas comarcas de Catalunya. Con esta técnica, se han construido durante milenios pequeñas cabañas, muros y depósitos, muchos de los cuales han perdurado hasta nuestros días.
Para paliar esta ausencia y divulgar este importante patrimonio, se puede visitar hasta el próximo 2 de junio la exposición Dues pedres. Paisatges persistents en el Palau Robert. La muestra es un recorrido por los más importantes vestigios de esta técnica milenaria en Catalunya, donde podemos encontrar miles de kilómetros de paredes de piedra seca. Este tipo de construcción fue incluido en 2018 en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial por la Unesco.
El Pont de Vilomara i Rocafort es el municipio catalán con más construcciones de piedra seca registradas, un total de 1.808, según el último censo. Así, en este municipio de la comarca del Bages, se pueden admirar 1.172 barracas, 351 almacenes de agua, 18 hornos, 111 muros y 156 elementos varios, como tinas e incluso puentes.
La construcción más habitual son las barracas. Se erigían junto a los viñedos y se utilizaban como cobijo de los agricultores o para guardar las herramientas. La alta presencia de la arquitectura de piedra seca en el Bages se explica en el hecho de que entre 1860 y 1890 fue la comarca con más viñedos de Catalunya. Se extendían por 27.700 hectáreas. La plaga de la filoxera, detectada a partir de 1889, provocó el abandono progresivo de los viñedos. En 1989, solo quedaban 500 hectáreas.
Enric Campàs, alcalde de El Pont de Vilomara i Rocafort, se muestra muy orgulloso de poseer el más importante conjunto de piedra seca en su municipio. Campàs está impulsando un proyecto para convertir este patrimonio artístico en un atractivo turístico. Así, recientemente se ha recuperado una espectacular construcción conocida como las Tines de la Vall del Flequer, destinadas desde la época de los romanos a la producción de vino, con una doble función, el aplastamiento de la uva para obtener el mosto y su posterior fermentación.
Además de tinas y barracas, la técnica de la piedra seca se utilizaba también para la construcción de balsas y cisternas para el agua y para diversos tipos de paredes y muros de contención. Mediante estos, se podía nivelar el terreno y así obtener tierras para el cultivo. También se erigían muros para delimitar las propiedades y conducir las aguas pluviales.
La exposición del Palau Robert explica cómo era este método de construcción que no necesita ningún tipo de argamasa. A lo sumo, se cubrían huecos con tierra seca. Requería una refinada técnica que consiste básicamente en jugar con las formas de las piedras para encajarlas entre sí hasta conseguir una estructura consistente. La ley de la gravedad hace el resto. En algunas ocasiones, se recurría al tallado de algunas piedras para asegurar el encaje adecuado.
En Barcelona no existen hoy vestigios de piedra seca, aunque sin duda los hubo en las zonas que en el pasado fueron rurales. En todo caso, nos quedará la exposición del Palau Robert, al menos hasta el 2 de junio.