“Para apreciar un sombrero de Balenciaga no hay que saber de moda, ésta es una exposición abierta a todos los amantes de la belleza”, defiende Sílvia Ventosa, una de las responsables de Balenciaga. La elegancia del sombrero, que podrá verse en el Museu del Disseny de Barcelona a partir de este jueves hasta el 3 de octubre. La muestra incluye 87 piezas, que abarcan desde los años 30 hasta finales de los 60, todas ideadas por quién está considerado como el mejor modista del siglo XX.
“No podría escoger un diseño. Todos son maravillosos por su originalidad, exquisita confección, calidad de sus materiales… Cada uno de ellos nos cuenta una historia”, apunta Ventosa, visiblemente entusiasmada con el resultado de un año y medio de laborioso trabajo en íntima colaboración con el Museo Balenciaga de Guetaria, que aporta 44 de los modelos expuestos.
La muestra, concebida “de forma elegante, contemporánea y atemporal”, es tan innovadora como los propios sombreros, al ser pionera en dignificar un complemento de vestir que los talleres del modista realizaban con la misma delicadeza y cuidado que los trajes. Por ello, la idea ya está teniendo repercusión internacional. “Esperamos que sea un éxito, aunque estemos en tiempos complicados para la cultura a causa de la pandemia”.
El contenido de lo expuesto también es de gran valor, ya que no es fácil encontrar piezas antiguas y se cuenta con dos sombreros de los años 30 que reflejan muy bien el estilo de la época. Igualmente, hay 12 de los años 40 y muchos más de los 50 y 60. “Son sombreros que están en muy buen estado y tenemos una representación diversa de estilos, formas, colores, técnicas…”, explica Ventosa, que comparte comisariado con el director de colecciones del Museo Balenciaga, Igor Uría.
¿Cómo surge la idea de una muestra tan original?
La exposición es el resultado de la sinergia entre los dos centros. El de Guetaria se inauguró hace una década para estudiar y poner en valor la obra del creador, que nació en esa localidad guipuzcoana. La conexión se estableció cuando el museo vasco mostró en 2018 una exposición de fotografía de moda que se había realizado en el museo barcelonés. “Fuimos para allá para hacer conferencias sobre el tema y conectamos muy bien”, cuenta Ventosa.
La conservadora de tejidos e indumentaria del Museu del Disseny explica que fue en ese momento cuando charlaron sobre la posibilidad de realizar una muestra sobre alguna faceta desconocida del genio y enseguida pensaron en los sombreros. En Guetaria dan cobijo a 375, mientras que en Barcelona hay 173. Se emocionaron con la idea de explorar ese mundo de fantasía que se aprecia poco y siempre queda un poco relegado cuando se habla de moda.
Uría se desplazó al museo catalán durante sus vacaciones y, como experto en Balenciaga, ayudó a catalogar el fondo existente. “Trabajamos intensamente y nos dimos cuenta de que teníamos maravillas, así que nos pusimos manos a la obra para elaborar un guión expositivo”.
¿De dónde provienen estas maravillas?
Los sombreros de Barcelona provienen de donaciones, con dos fuentes destacadas. En 1974, a los dos años de la muerte de Balenciaga, la editora y gurú de la moda Diana Vreeland organizó su primera gran exposición en el museo Metropolitan de Nueva York dedicándosela a Balenciaga. Siete años después una ochentena de los vestidos y 40 sombreros de esa muestra llegaron a Barcelona gracias a una donación de la asociación española de productoras químicas, enterada de que en la ciudad se pretendía abrir un moderno instituto de moda.
La otra gran fuente es la donación particular de clientas, entre las que destaca Anna Maria Torra Amat, esposa del editor Gustavo Gili, que entregó al museo en 1988 un total de 81 sombreros de su propiedad que guardaba en casa. Para Ventosa, “son obras excepcionales, perfectas”, a las que pocos —ni siquiera la familia— daban la importancia que merecen como elementos que completaban y redondeaban el look Balenciaga.
¿Cómo conjuntaban con los trajes y abrigos?
Porque el diseñador pensaba en global. El vestido que creaba a medida de su clienta iba acompañado de un sombrero a juego, que en muchas ocasiones resultaba sorprendente. A veces es pequeño y está pensado para llevar con un abrigo muy amplio, o un traje muy estrecho conjunta con un sombrero de ala enorme. “De esta manera compensaba y armonizaba la silueta”, apunta Ventosa, que también destaca como combina los colores en el estilismo, “a veces de la misma gama cromática o todo lo contrario, buscando el contraste con blanco y negro, o incluso poniendo un toque excéntrico”. Esos conjuntos causaban sensación en las presentaciones de las colecciones y también aparecían en revistas de prestigio.
Para escenificar de una manera didáctica la visión de conjunto de Balenciaga, la exposición ha incorporado vestidos originales y los exhibe con sombreros pensados para acompañarlos. En total son diez conjuntos, nueve con sombrero y el último con una estola por encima de la cabeza, que también podía lucirse encima de los hombros. La estola es el único tocado pensado para la noche, el resto son sombreros de día que las damas acomodadas lucían en su vida cotidiana o en eventos siguiendo el protocolo.
¿Cuáles son las piezas más exóticas?
En la muestra podemos descubrir una gran variedad de diseños confeccionados con multitud de tejidos y elementos naturales. Desde lana de la mejor calidad a armiño. Algunos de ellos, como las pieles, no pasarían la criba ética actual, pero en su momento eran el colmo del glamur. Incluso se utiliza piel de mono o plumas de aves exóticas, algo que recuerda los imaginativos sombreros que se realizaban en el momento más barroco de la Belle Époque, un periodo del que bebe la moda en los años 50, sobre todo en la concepción de la silueta femenina en forma de reloj de arena. Balenciaga era un gran conocedor de la historia del sombrero, y, como hacía con la ropa, se inspiraba en diseños del pasado para reinterpretarlos, experimentando con formas y colores.
Algunos de ellos, como las pieles, no pasarían la criba ética actual, pero en su momento eran el colmo del glamur
Del mundo vegetal sorprende la utilización de todo tipo de paja, de la más gruesa a alguna tan fina que podría confundirse fácilmente con organza de seda. “Hasta las flores de terciopelo parecen de verdad. Las materias primas son de excelente calidad y la confección es tan impecable que no ves donde empieza o acaba la costura”, dice Ventosa, que destaca el hecho de que todo esté primorosamente hecho a mano. Pura artesanía de lujo. Después de ser restaurados, se muestran sobre unas cabezas atemporales diseñadas por Anna Alcubierre en una escenografía minimalista.
¿Se hacían en Barcelona?
Pues no. Balenciaga tuvo tienda en Barcelona, pero los sombreros se realizaban en sus talleres de Madrid y París. Especialmente en París porque allí encontraba todo tipo de artesanos para hacer realidad sus fantasías con encajes, plumas, cintas, pétalos de tul… La muestra reivindica los profesionales de los departamentos de sombrerería de la casa, como Wladzio d’Attanville, que firma junto al modisto algunas de estas piezas. O a los equipos de mujeres que los confeccionaban o vendían.
La muestra reivindica los profesionales de los departamentos de sombrerería de la casa, como Wladzio d’Attanville, que firma junto al modisto algunas de estas piezas
Aunque no hubiera taller de sombrerería, la tienda de Barcelona, que inauguró en 1935 en la calle Santa Teresa, número 10 concebida como salón, “fue muy importante porque se convirtió en la antesala de la que dos años después abriría en París”, explica Ventosa, y añade: “Se llevó el concepto del interiorismo: las sillas, las tonalidades blancas y la idea de atemporalidad”. Un minimalismo estético que también refleja su ropa.
53 años después del cierre, este 2021 Barcelona ha vuelto a tener una tienda Balenciaga —hoy en manos del grupo de lujo Kering— en el hotel Mandarín Oriental, que curiosamente también está decorada con tonalidades claras aunque los diseños de ropa han evolucionado tanto que su actual director creativo Demma Gvasalia prefiere una gorra antes que una pamela que caiga elegantemente sobre un ojo como las que podemos ver en la muestra.
¿Funcionó la tienda Balenciaga en Barcelona?
Hijo de un pescador y una costurera de Guetaria, Balenciaga siguió los pasos de su madre y con 15 años se ofreció a hacerle un vestido a una de sus clientas, la marquesa de Torres (abuela de Fabiola de Bélgica). La dama quedó tan enamorada de su trabajo que le costeó un curso de sastrería y su carrera despegó. Fue en 1924 cuando abrió su primera tienda en San Sebastián. Después lo haría en Madrid en 1933 y en Barcelona dos años después. En plena Guerra Civil, se traslada a París, abre un salón y crea la marca Balenciaga con gran éxito.
La marquesa de Torres (abuela de Fabiola de Bélgica quedó tan enamorada de su trabajo que le costeó un curso de sastrería y su carrera despegó
Estar en la capital francesa le permitió ser conocido y reconocido a nivel internacional. A partir de ese momento, las piezas que elabora en sus tres talleres de España pasaran a llamarse EISA Costura, un nombre inspirado en su madre, Martina Eizaguirre. Probablemente las podía confeccionar a mejor precio que en París y por ello “hasta había tours de turistas que venían a Barcelona a comprar porque los diseños eran más baratos”, señala Ventosa. Sus tiendas cerrarán en 1968 cuando el modista constata que el dominio del prêt-à-porter es imbatible.
¿Podemos vestir hoy un sombrero Balenciaga?
La respuesta a esta pregunta es: ¿Por qué no? El deseo de atemporalidad está grabado a fuego en cada uno de los diseños de Balenciaga, aunque pertenezcan a épocas con un protocolo de vestimenta muy distinto al actual. Pero, por encima de todo, son exquisitas esculturas que merecían una exposición como esta para ser reconocidas y valoradas. Barcelona tiene el honor de ser su anfitriona. En mayo del año que viene, la muestra viajará a Guetaria. Y, en el futuro, tal vez a más museos.