Jordi Mayoral nos invita a visitar su galería de Consell de Cent, en medio de la clásica calle de galerías barcelonesas, pero con una extensión en París y también un ojo puesto en la historia. El relato de la Galería Mayoral enlaza lo mejor del arte vanguardista catalán con las posibilidades de convertirse en referente de ciudad de arte en el futuro, un objetivo que para su director pasa por tener una feria singular y propia.
Y para conectar con lo que ya hicimos: en los 30 se hacía arte contra el fascismo, y ahora la extrema derecha (hoy más “banal”, nos dice) ya va avisando de su crecimiento. ¿Avisará también la creatividad artística?
— Estamos en pleno Consell de Cent. En una galería. ¿Tan grave es lo que ha pasado con las galerías en esta mítica calle?
— Simplemente, las ciudades no son estáticas: están vivas. El fenómeno de las galerías que se marchan del centro por no poder pagar el alquiler es un fenómeno mundial, ocurre poco o mucho en todas partes. Barcelona es una ciudad que se ha construido históricamente a través de los gremios, pero esto va evolucionando. Ahora ves a galerías que van a la calle Trafalgar, otras a Enric Granados… No tiene por qué ser negativo, tiene ese punto de ciudad viva. Si la pregunta es, si el gremio desaparece, creo que todavía tenemos muchos años por delante.
— Pero la gente aquí no compra. Dicen.
— Hay una oportunidad de mejora muy clara, digámoslo así. El no tener una feria de arte en Barcelona hace que la gente pierda la costumbre de tener el arte en sus conversaciones. Es tan intangible como esto. En Madrid, Basilea o Nueva York, como las tienen, esto hace que ir a visitar galerías sea un acto rutinario, una vertiente comercial ordinaria y normal. Aquí tenemos claros los museos, pero no las galerías, por culpa de no disponer de una feria de arte fuerte. La responsabilidad es en parte del gremio y en parte de la ciudadanía o las administraciones.
— Pero hay ferias menores.
— Tenemos el Gallery Weekend, que es una gran idea, a mediados de septiembre; o la Manifesta, festival de arte contemporáneo, que llega este año… Pero una feria grande lo que tiene es un espíritu de compra. Fíjate en que ahora la gente, cuando entra en una galería, sólo viene a mirar. Un festival o un acontecimiento es efímero, pero una feria fuerte siempre estaría de forma permanente. Sería un punto de encuentro, con capacidad de tomas de decisión rápidas, y crearía una excitación en ambos lados. La gente compra por ilusión, por entusiasmo, por lo que les apetece, no por ninguna necesidad vital. No hablo de replicar ningún Arco, pero sí de tener un modelo de feria autóctono.
— ¿Cómo es que Barcelona no retuvo a Arco?
— El Estado apostó por Madrid.
— La famosa cocapitalidad.
— Y tengo que decir que Arco ha sido un éxito. Y también tengo que decir que desde Catalunya tampoco se tuvo esa prioridad. Lo que acaba convirtiéndose en un problema sistémico, la bola se va haciendo más y más grande. Con el problema añadido de que ya hay muchas ferias en el mundo: el mercado está algo copado.
— Difícil singularizarse.
— También les cuesta fuera de aquí. Ahora el europeo va a Basel, el americano a Miami, el asiático en Hong Kong… Cada vez hay menos capacidad para tener la sensación de novedad o exclusividad, singularidad. También ocurre con las casas de subastas, con los museos… La globalización hace estas cosas.
— Vosotros estáis en Barcelona y en París.
— Hace ya cinco años apostamos por tener una galería en la capital de la libertad, donde fueron tantos artistas catalanes, donde fueron, de hecho, todos los importantes. Ahora lo hemos actualizado. Tocamos desde Dalí a Picasso, Miró, Tàpies, Chillida, Barceló… A todos ellos, París les ha cambiado la vida: pues nosotros lo recogemos y hacemos el relato. Y ya te aviso de que en París los galeristas tienen los mismos problemas, los mismos pros y contras, los precios del alquiler, etcétera. Quizás después del Brexit ha recuperado más protagonismo. En definitiva: que tenemos una galería pequeña, pero un gran escaparate.
— Y también estáis en Art Basel.
— En los tres, sí. Basel es una organización bastante meritocrática, cuesta que te acepten. Han hecho falta años para ganarnos el sitio, es como entrar en una categoría de estrella Michelin. Experimentas un salto en cuanto a reputación, validación… y ventas.
— Y allí os podéis singularizar.
— A nosotros nos pesa la historia, afortunadamente: en Basel enseñamos esto, nuestro legado. Ninguna otra galería del mundo se dedica a poner en valor a estos artistas. Piensa una cosa: en Europa, dictaduras largas, ha habido pocas. Una, especialmente. Y el Pabellón de la República Española en París supuso todo un antecedente, una advertencia, una premonición de la Segunda Guerra Mundial y un clamor contra el fascismo. E hizo falta toda una generación para reimpulsar esta conciencia, sólo a partir del 58 salen Chillida, Saura, Millares… Fueron 20 años de oscuridad, desde el Gernika de Picasso o el Segador de Miró. Y esas metáforas que simbolizaban el sueño de una generación, la de los años treinta, vuelven el 58 con gran radicalidad. ¡Y, además, el franquismo lo compra!
— ¿Lo compra?
— Son veinte años: la ONU extiende los brazos a Franco y los gobernantes franquistas eran astutos. Había que abrir ventanas. Mientras, tenemos a Picasso en París, a Miró en un exilio interno, a Tàpies trazando rendijas en los muros, a Dalí volviéndonos locos… Un mar y montaña, un juicio y arrebato que define muy claramente a la sociedad catalana.
“Lo que necesitamos es que haya una mayor necesidad de irradiar, de generar movimiento creativo, y normalmente esto sale de los márgenes”
— Y podemos ligarlo con el momento actual, claro.
— Ahora existe una angustia muy similar. Tenemos la ola de feminismo aparecida a raíz del primer Trump, tenemos la angustia artística creada a raíz de la caída del muro de Berlín… ¡Piensa que ahora, en arte contemporáneo, ya tenemos más mujeres que hombres en la escena! Y, en lo que se refiere a la extrema derecha, la encuentro una disrupción vacía. No tiene profundidad, como vamos viendo. Sólo puedo decir que, artísticamente, de lo malo también salen cosas buenas. Estamos en un momento de impasse. Como si tuviéramos que pasar una fiebre.
— Ahora tiene esa fabulosa muestra de Torres Garcia, otro que sufrió una dictadura.
— Torres Garcia también resume el orden y el arrebato: te hace unos murales novecentistas, neoclásicos para el Salón de Sant Jordi y después también te hace esto que exponemos en la galería. Como hicieron Picasso, Miró o Dalí, él primero desarrolla el canon y después su creatividad desbordante le lleva a explorar mundos nuevos. Todos ellos van más allá del canon, tienen talento pero después tienen ideas. Torres Garcia también, y en este caso, como puedes ver, tal y como Duchamp giró el urinario (y cambió el arte del siglo XX), Torres Garcia nos gira el mapamundi.
— Son obras inteligibles.
— Que se entienda la obra ya es mucho de lo que se puede aspirar, pero la cuestión es cuánto tardamos en entender, el público, una obra. Todos ponemos los ojos, pero a veces el mensaje llega tarde o no llega. Convivimos así, compartiendo espacio con las obras de gente avanzada en su época. ¡Y es así como progresamos! Piensa que Torres Garcia en los años 20 ya hacía un discurso anticolonizador en la Bienal de Venecia. ¡Un verdadero pionero!
— ¿Qué problema tiene Barcelona con el arte contemporáneo?
— Barcelona tuvo el milagro de Picasso, Dalí o Miró. Nuestro dream team, grupos de genios que también en fútbol coinciden en un solo equipo rara vez en la historia. Ellos generaron colectivos de creatividad muy fuertes, como ocurre por ejemplo con la gastronomía. Y ocurrió también con la literatura, con la arquitectura, o incluso con épocas de gran efervescencia política. Son cosas que pasan fruto de un momento, y admito que en arte hace tiempo que esto no nos ocurre. Ahora tenemos los centros de irradiación de grandes artistas en China, Estados Unidos, Londres… Pero debo decir que aquí cada vez más va creciendo un fuerte debate artístico, en torno a temas como los flujos migratorios, el arte mestizo, la antiglobalización… La aproximación a mundos de menor comodidad nos puede favorecer, en este sentido.
— Buscar en los márgenes.
— Los márgenes a menudo se encuentran dentro, también. Recuerda a Ocaña, que expusimos aquí también hace poco: Andalucía, la transexualidad mucho antes de lo que hoy parece transgresor. Lo que necesitamos es que haya una mayor necesidad de irradiar, de generar movimiento creativo. Normalmente esto sale de los márgenes, geográficos o espirituales, y acaba convirtiéndose en el centro de referencia.