Iván Guevara tenía 28 años cuando tomó la decisión de cruzar el charco y dejar Buenos Aires para venirse a Barcelona.
“Ya llevaba tres o cuatro años escribiendo guiones para cómics que se publicaban en las revistas italianas Skorpio y Lanciostory y había comenzado a escribir también para El Víbora y Kiss Comix, de aquí. De alguna manera tenía claro que quería dedicarme a esto, así que un buen día decidí venir a vivir donde estaba el curro. No sé si en ese momento era demasiado consciente de que estaba dejando todo atrás, mi novia, mis amigos, mi curro. Pero al final fue lo que sucedió. Empecé una nueva vida y la cambié por la vieja”.
El escritor y guionista interrumpe su relato para sorber su Fernet Branca con Coca-Cola, “una vieja costumbre que me acompaña desde Argentina y que he contagiado a mis mejores amigos de aquí”.
En la radio, Dick Dale y sus Del-Tones se emplean a fondo con el ritmo machacón de Jungle Fever al tiempo que Iván retoma la palabra: “Unos años más tarde, el mercado del cómic europeo comenzó su declive, pero yo ya estaba enraizado aquí. Fui alternando los curros más diversos: librero, redactor de una revista local, en una empresa de marketing… Hasta que me puse a currar de cocinero, mi otra afición”. Desde entonces, combina su trabajo tras los fogones con su pasión: escribir y editar su obra.
La huella del cómic y la literatura Pulp
“Hasta hace algunos años decía que era guionista de cómics, porque era lo que mejor sabía hacer. Gracias a la formación y experiencia que he ido adquiriendo, ahora ya puedo llamarme escritor sin ruborizarme demasiado. Igualmente, sigo conservando bastantes elementos de los cómics en lo que escribo: imágenes visuales para condensar la acción o el uso de la propia estructura narrativa del guion, con su dinamismo y sus elipsis. Esto hizo que, de manera natural, acabase encontrando un lugar dentro del tipo de literatura conocida como Pulp”, explica el parroquiano que tiene ya dos novelas en su haber: Una noche de veinte mil años, delicioso bolsilibro de ciencia ficción, y Bodas de plomo, “una historia de delincuentes ambientada en la Barcelona de los años 80 que podríamos ubicar dentro del género hard boiled”.
El autor, también ha publicado un par de tomos recopilatorios con sus relatos, “pero ya no están disponibles porque los he revisado, aumentado y vuelto a reunir por género. El resultado son otros dos libros que están próximos a aparecer. Uno de ellos, de corte entre noir, terrorífico y urbano, reunirá todos los relatos que escribí ambientados en un país ficticio llamado Genteovejuna. El otro se llamará Infinitos infinitos, aunará doce relatos ilustrados de ciencia ficción y fantasía oscura y, si todo va bien, verá la luz durante 2022”.
A propósito del imaginario Genteovejuna, éste también será escenario de la nueva novela en la que el escritor anuncia que está trabajando, “y que será un poco más larga de las que he escrito hasta ahora”, anticipa.
— También estás al frente de la colección de relatos de ciencia ficción llamada Pandorum, ¿no?
— Sí, son antologías de relatos de ciencia ficción de diferentes autores en formato de bolsillo, que llevo con el también escritor Tony Jim, y con las que revivir el espíritu Pulp de la literatura de kiosco, tanto en la temática de las historias como en el formato de libros a precios populares.
Con un título de esta colección ya publicado y los dos siguientes en fase de Verkami con una lógica buena respuesta de público, el parroquiano reivindica con este proyecto “el cuidado del trabajo editorial de los libros, últimamente tan olvidado. Me gusta trabajar los libros no sólo en su contenido intelectual, sino como el objeto estético que son. Cada historia necesita un tratamiento de diseño y formato diferente, tan importante para la experiencia lectora como el propio texto. Tal vez por eso nunca he logrado pasar de las primeras páginas de ningún e-book”.
La ciudad elegida
“Barcelona es la ciudad que he elegido para vivir y me gusta por el arte que se respira en su arquitectura, sus locales, la conservación de sus monumentos y sitios históricos, sus teatros, su música, su gente. En este aspecto se parece mucho a Buenos Aires, aunque Barcelona tiene la decencia de irse a dormir a determinada hora”, explica el parroquiano, que asegura que lo que más aprecia de la urbe es que, “aun siendo grande y cosmopolita, no tiene las desventajas de las grandes ciudades. Se vive con mayor tranquilidad”.
Con esa concepción de ciudad leída más que vivida en una infancia que ocurrió lejos, el autor se documenta mucho para ambientar algunas de sus historias en una Barcelona pretérita.
Barcelona se parece mucho a Buenos Aires, “aunque Barcelona tiene la decencia de irse a dormir a determinada hora”
De la del presente, sospecha de “esa idea de que parece una ciudad que aún no está terminada. Todo el tiempo hay cuadrillas de obreros rompiendo alguna calle o tirando abajo un edificio para construir otro. Ahora entiendo que de eso se trata el progreso. Lo único que deseo es que al menos tengan la sensatez de no cargarse tantos espacios verdes ni edificios bonitos del pasado, aunque, como te decía, entiendo que de eso se trata el progreso…”, reflexiona.
— Lo que ya no puede progresar por insuperable es nuestra oferta gastronómica. Tenemos de todo un poco y muy rico: tapas, raciones, menú, bocadillos, platos combinados…
El Iván Guevara escritor da entonces paso a su alter ego cocinero y, sin necesidad de pensárselo mucho, acariciando su perilla y sonriendo con boca y mirada, ríe con ganas antes de proferir:
— En un bar como este, ración. No menos de cuatro platitos en la mesa. Todo salado y, por supuesto, el mate amargo.