Pierre Cardin
PIERRE CARDIN DURANTE LA VISITA QUE REALIZÓ A BARCELONA EN 2017. ©MARIJO JORDAN

¿Qué nos contó Pierre Cardin cuando visitó (dos veces) la pasarela 080?

El pionero del prêt-à-porter, del estilo unisex y las licencias de moda, que ha muerto en París a los 98 años, dio una masterclass en 2012, y presentó una obra de teatro en 2017 en Barcelona. “He pasado mi vida trabajando, y lo seguiré haciendo”, decía.

Aunque aseguraba comer muy poco, a Pierre Cardin le encantó el pan con tomate y jamón de pata negra (“está muy bueno”) que le sirvieron antes de dar una clase magistral a alumnos de escuelas de moda en la Plaça del Rei. Fue el único capricho que el gran maestro francés pidió a la organización de la 080 Barcelona Fashion Week, los responsables de traerlo a la ciudad ese enero de 2012, que volverían  a contar con él cinco años después para que presentara una pieza teatral que producía y vestía.

En febrero de 2017, Cardin —que no probó el jamón, pero durante la cena bebió mucho vino blanco como buen “hijo de las viñas italianas”—se mostró igual de lúcido y vitalista como la vez anterior. Pelo blanquísimo, cuerpo de apariencia frágil y fuerza en la mirada. Tenía ya 94 años y se sentía a gusto en su piel: “Soy lo que soy; no me da miedo. He encontrado la felicidad en el equilibrio de mi vida y de mi edad”, nos decía a un grupo de periodistas el que fuera pionero del prêt-à-porter, de las licencias de moda y del estilo unisex, que acaba de morir a los 98 años en París. Se ha ido en la ciudad donde creó su imperio, donde fundó su primera casa de moda hace 70 años, y lo ha hecho sin llegar a jubilarse.

Medias para hombres y mujeres

“Académico, costurero, hombre de teatro, de la restauración. He pasado mi vida trabajando y lo seguiré haciendo hasta la muerte”, contaba este grande de la moda nacido en San Biagio di Callalta (Veneto) como Pietro Cardini en una familia numerosa de agricultores, que se refugió en Francia en 1924 huyendo del fascismo. Cardin, un hombre hecho a sí mismo, nunca se avergonzó de haber crecido en suburbios.  Tal vez en la esencia de ese chico de calle estuvo el germen creativo de esa ropa vanguardista que rompió clichés en los sesenta.

Pierre Cardin
El diseñador creó un imperio gracias a las licencias.

“Quería dar a las mujeres la oportunidad de ponerse vestidos que eran para trabajar, sentarse, coger el coche y conducir”, contaba en 2010 en París cuando presentó un recopilatorio de su obra Pierre Cardin Sesenta años de innovación,  que dos años después también mostraría al público barcelonés de la pasarela 080.  Sus diseños de forma cuadrada que liberaban el cuerpo con recortes, aros y mangas satélite, junto a casquetes, minifaldas y medias de colores se unieron a los de Courrèges y Paco Rabanne para expresar una nueva cultura juvenil ligada a la era espacial. Su colección Cosmos, con medias para hombres y mujeres, abrió las puertas al estilo unisex en 1964.

“Este vestido no es de diario ni de baile, ¿para qué sirve?”

En la moda se ha de buscar la simplicidad, que es lo más difícil de conseguir”, les decía a los alumnos de moda en aquella masterclass de 2012, mientras desmontaba con palabras sus creaciones, sin cortarse lo más mínimo: “Éste vestido no es de diario ni de baile, ¿para qué sirve? Éste otro tiene muchas capas inútiles”, les decía uno a uno. “La crítica es la única cosa que te ayuda a avanzar”. Curiosamente, a él también lo criticaron los que no entendían que había llegado una nueva era ready-to-wear,  pero no les hizo ni caso. Cardin, que admiraba a Balenciaga, nunca se sintió a gusto en el ambiente de la alta moda de los años cincuenta. Formado en los talleres de Paquin, Schiaparelli y Christian Dior, escandalizó al mundo de la moda al presentar una línea prêt-à-porter en 1959 y le echaron de la estricta Chambre Syndicale de la Alta Costura.

Imagen de uno de los vestidos que presentó en Barcelona en 2012.

“Cuando empecé la gente decía que estaba loco y nadie quería ponerse mi ropa”, comentaba sabedor que su icónico estilo sigue siendo reinterpretado hoy en día.  Hasta su propia firma seguía bebiendo de sus fuentes en ese año 2012 en que, además de darnos clase, nos mostró sus últimos diseños en el Saló del Tinell, con aros circulares galácticos futuristas y minifaldas coloristas. Se basaba en el futuro, “siempre imprevisible”.

 “Debía conseguir que mi marca fuera comercial”

“Ninguno de vosotros había nacido cuando yo ya veía claro que debía conseguir que mi marca fuera comercial”, nos explicaba en la capilla de Santa Ágata en 2012 este genio de gran visión emprendedora que fue pionero llevando sus diseños al desolado Japón de la posguerra, y en los años 70 a una China todavía por desarrollar. También pasará a la historia por ser el rey de las licencias. Perfumes, vajillas, cinturones, despertadores, muebles, sábanas… Hasta 800 productos.

Decía que su marca valía 1000 millones de euros y que debía aprovechar su nombre, aunque la gran expansión hizo que bajara su interés. Comenzó con las corbatas, (“el día que el ministro francés se la quitó, se redujo drásticamente la producción”, contaba en 2012), y llegó a construir un imperio que incluyó también los productos derivados del icónico restaurante parisino Maxim’s, que compró en 1981. Por allí pasaron todas las estrellas, desde Audrey Hepburn a Marlene Dietrich, a quién calificó de “persona desagradable que trataba a la gente con desprecio” en una conferencia que dio en la Universitat de Barcelona antes de que se constituyera una cátedra con su nombre en su visita de 2012. La cátedra, de la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, quería acercar a los estudiantes personajes relevantes de la cultura.  Siempre bien relacionado, también comentó que Renata Tebaldi tenía una voz más bella que María Callas “pero no era tan esbelta”.

Pierre Cardin con su sobrino y algunos actores de la obra de teatro que presentó en el TNC. ©Marijo Jordan

Vistiendo el cine y produciendo teatro

En esa cita, se realzaba la figura como promotor cultural de Cardin, que aseguraba ser feliz creando espectáculos en l’Espace Pierre Cardin de París (5.000 metros cuadrados en la plaza Concordia) y en el castillo Lacoste Vaucluse, la antigua propiedad del marqués de Sade en la Provenza. Fue más tarde, en su visita de 2017 a la pasarela 080, cuando se pudo ver en el Teatre Nacional de Catalunya una sola vez una obra producida y vestida por el creador: Dorian Gay: la belleza no tiene piedad.

El modista explicaba que, aunque estaba vinculado a los escenarios desde hacía 55 años, sin el soporte económico de la moda nunca hubiera podido hacer teatro. Recordó los tiempos en que realizó vestuario cinematográfico. El de La belle et la bête (1946) para Jean Cocteau y en 1968 en Histoire immortelle, de Orson Welles, vistió a Jeanne Moreau, la mujer a la que amó y con la que tal vez hubiera podido llegar a ser padre si “el orgullo ridículo” de pensar que podían ser el señor Moreau o la señora Cardin no lo hubiera impedido.

No tuvo hijos, pero confiaba plenamente en su sobrino y mano derecha, el pianista y arquitecto Rodrigo Basilicati, que ejercía de guionista y director artístico de la obra musical y lo acompañó en todo momento durante su estancia en Barcelona. Junto a él ideó también el Palacio de la Luz, un rascacielos de cristal de 255 metros de altura, con forma de vestido Cardin que pretendía ser una auténtica ciudad sostenible en una zona degradada de Venecia. Nos habló de ese edificio con entusiasmo en 2012 pero unos años después, el proyecto, criticado por su difícil encaje visual en una ciudad patrimonio, fue desestimado.

Echando de menos a Jackie Kennedy

En 2017, Cardin, que se alojó en el Hotel Omm como en la vez anterior, confesó que le hubiera gustado ser actor y alabó la pasarela 080 (“un lugar lleno de esperanza”) y ropa de los creadores ante el aumento de copias y falsificaciones en un momento que consideraba era de “desorden y confusión”, en el que triunfaba “la moda estilo pobre, con desgarros en las rodillas”. El modista se mostraba alejado de esa estética grunge y se lamentaba por el aumento de paro en el sector de la moda.

“Los ricos causan los problemas y son los pobres los que pierden”, decía este hombre que encabezaba un imperio de licencias y echaba de menos iconos del pasado como Jackie Kennedy, a quién conoció en Capri cuando JFK aún no era presidente. “Fue una abanderada de la moda, hacía trabajar a las fábricas, daba empleo a las costureras… Como digo siempre, la moda es inútil pero necesaria, desnudo no eres nada, la ropa te identifica, crea industria, es maravillosa”.

Detalle del desfile en la 080, en 2012.

Elegante, enfundado en traje y corbata (“antes era excéntrico pero ahora no quiero parecer ridículo vistiendo como un joven”) este hombre que su familia define como alguien “de talentos múltiples y energía inagotable”, nos repitió su fórmula para sentirse joven una vez más, antes de despedirse. Trabajar. “Trabajo porque estoy tan contento de estar vivo que quiero aprovecharlo. Me encanta sentirme útil”.

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