Dalí Exposición Interactiva IDEAL Barcelona
La exposición Dalí Cibernético en el espacio Ideal Barcelona.

‘Dalí Cibernético’: A él le hubiera gustado

Hacía mucho que no podía contar algo con palabras. Me ha pasado en la exposición del espacio Ideal de Barcelona, una muestra que no sólo ha conseguido el permiso y la complicidad de la Fundación Gala-Salvador Dalí, sino que logra provocarte una sensación similar a la del sueño y el delirio.

Si creen que leyendo este artículo ya habrán hecho una visita virtual a esta exposición artístico-tecnológica, no sólo se equivocarán, sino que además no habrán entendido el artículo. Si fuera una exposición de cuadros, tampoco sería posible hacer una visita virtual escrita sin más, pero al menos podrían darse por aproximados al tema. Sin embargo, en este caso hay cosas tan imposibles de fotografiar como de explicar sólo con palabras y éste es un extremo que, lo admito, me molesta.

Hacía mucho que no podía contar algo con palabras o con una foto del móvil. En este caso, les aseguro que la tecnología utilizada hace imposible hacer justicia a la exposición sólo con palabras y ni siquiera con imágenes, dejando en un absurdo debate aquél de si las mil imágenes valen más que las viceversa. Yo intentaré acercarme, y evidentemente explicar a qué me refiero cuando digo que no voy a ser capaz de explicarlo. Pero quedan advertidos, tanto el público, como el Ideal mismo: habrá cosas que sólo se podrán tratar de contar con un abstracto “tienes que ir, no sé cómo explicártelo”, y eso es tanto una ventaja como un inconveniente. Un inconveniente porque, en términos de márketing, será (y es) difícil trasladar al público la sensación. Y una ventaja porque, si realmente cuesta tanto contar, significa que tendrás que ir sí o sí. Y créanme: sí.

Debo decir que la exposición queda algo desnivelada, a nivel de sensaciones, con una traca final tan espectacular que deja demasiado empequeñecidas las dos primeras partes del recorrido. Y esto a pesar de las dimensiones, la tecnología, la calidad de las obras y de los textos, etcétera: pero es cierto que en este caso el impacto es irregular y aun así, vuelvo a repetir, esperar hasta el final compensa y mucho.

Todo comienza con unos paneles explicativos, como casi siempre en el Ideal, para entrar poco a poco en materia y justificar la iniciativa: en este caso, la relación entre Dalí y la ciencia, y la búsqueda de una manera de explicar su cosmogonía con la tecnología inmersiva. Acompañando a estos paneles veremos aparatos de su época, las últimas revoluciones tecnológicas que pudo contemplar el genio, como los primeros ordenadores o las impresoras o los faxes, convenientemente dispuestos a modo de objetos retro.

Dalí era un verdadero enfermo de los avances científicos, aunque siempre repudió las cámaras fotográficas porque nunca alcanzarían el poder expresivo del arte. Era un gran explorador de las células y simetrías de la naturaleza, los fractales, las formas matemáticamente bellas como la hipérbole de un cuerno de rinoceronte, los átomos, los neutrones, los protones, el ADN, de donde de hecho deriva (según él) lo tan darwinianamente indiscutible como que “una polla xica pica pellarica camatorta i becarica va tenir sis polls” exactamente con los mismos atributos. La monarquía de la naturaleza. La crueldad de las cosas tal y como son. El bello sadismo de la ciencia.

Dalí era un verdadero enfermo de los avances científicos, aunque siempre repudió las cámaras fotográficas porque nunca alcanzarían el poder expresivo del arte

El audiovisual de la entrada nos muestra a un Dalí inundado en monedas de oro y explicando el poder de sublimación absoluta que contiene este material, porque todo en Dalí tiene una explicación científica o filosófica, incluso los delirios, donde buscó auxilio de Freud y este acabó tratándole de loco peligroso. Dalí no sólo pinta, sino que simultáneamente escribe, reflexiona, filosofa, se explica. De su arte hace teoría y ciencia, casi incluso teología, cuando dice (como recogen los paneles) que lamentablemente él no puede demostrar la existencia de Dios a través de la fe, pero sí a través de las evidencias científicas: para él, la simetría natural y la belleza intrínseca de los átomos son demostraciones palpables de la inmortalidad y de la jerarquía eterna del Universo. La respuesta a la existencia de Dios está en la materia, no en las almas.

Una de las salas inmersivas de la exposición, con proyecciones de Gala.

La sala grande, la de las inmensas pantallas envolventes con sillones cúbicos en el suelo, está dedicada a las obras dalinianas que más se pueden prestar a la animación: la premonición de la Guerra Civil, los relojes fundidos, Gala en forma de Leda Atómica (ese cuadro donde ningún objeto se toca, ni siquiera el mar toca la playa) y sobre todo la Galatea de las Esferas, que resume en una estratégica composición de bolas la figura de su diosa personal. Un conjunto que implica el gran (e inédito) mérito de haber conseguido el permiso y la complicidad de la Fundación Gala-Salvador Dalí, algo complicado como todo el mundo sabe, y que con las animaciones consiguen llevar a una sensación parecida a la del sueño y el delirio.

No está mal, si no fuera que acabas sufriendo por si el Ideal, con lo que hace en esta sala, ya empieza a repetirse y a no saber sorprender ni en animaciones ni en música. Por un momento esto hace sufrir e incluso preguntarse si Dalí justificaría la intervención, aunque el espacio de La princesa cibernética, dirigido a que los visitantes (y sobre todo los pequeños) puedan enviar su pequeña obra de arte digital a una figura instalada en la pared, es todo un éxito de experiencia interactiva. Hasta que entonces pasamos a la última sala: la del metaverso. La de las gafas. Yo creo que esta última sala es de quitarse el sombrero, la barretina, el pan y el tricornio.

Los icónicos elefantes de Dalí con patas de araña también son protagonistas.

Aquí es cuando ya cuesta contarlo con palabras y con imágenes: decía antes que un pequeño problema puede ser que, si bien se pueden fotografiar paneles y pantallas, no se puede fotografiar la experiencia del Metaverso que nos ofrece Ideal. Yo procedo a darle algunas pinceladas, pero quédense con que no habrán vivido nada parecido a pesar de los numerosos avances con los que constantemente el Ideal nos ha ido obsequiando.

En este caso lo que se convierte en cobre y oro son tus propias manos, así como la cabeza se te transforma (a ojos de los demás) en un oportuno casco de buzo de la época de Monturiol. Y ante ti, una inmensa extensión de cielo y de fenómenos atmosféricos (viento, lluvia, noche, atardecer, amanecer) que acompañan a tu viaje en una gran barca por donde te puedes pasear, tocar y asomarse a todos los rincones. El viaje evidentemente comprende el Cabo de Creus, figuras mitológicas, hormigas, moscas, elefantes con patas de araña, golpes de viento (reales y palpables), luciérnagas y soles nacientes que se abren como un caparazón de huevo. 

Créanme que Dalí habría dicho “Olé!” y que habría considerado adecuado no sólo el tratamiento tecnológico, sino sobre todo el guion. El contenido. El sentido, la filosofía, la teología, la metáfora y el mensaje de cada cosa. No sé si habrán logrado interpretar con exactitud sus sueños: sí sé que han logrado interpretar a Salvador Dalí. Que es, como ya debería saber todo el mundo, la única gran obra de arte que él quería hacer.

Imagen de una de las instalaciones de la exposición Dalí cibernético. ©Guillem Roset/ACN