MWC 2024 mobile
El MWC recibió a más de 100.000 visitantes en su edición de 2024. © Maria Asmarat/ACN

Un Mobile sin móviles

La historia del World Mobile Congress explica la transición del mundo de las redes sociales al imperio incipiente de la Inteligencia Artificial

Desde 1987, el World Mobile Congress se ha incrustado con tozudez en el imaginario de los barceloneses, alcanzando prácticamente el peso existencial de las enormes y horripilantes torres de la Sagrada Família. La presencia del Mobile en nuestras vidas tiene cierta gracia, pues hay pocos acontecimientos a los que la conciudadanía haya dedicado tantas tertulias y digresiones sin poner nunca sus pies en el lugar. Servidora no es excepción; el único contacto que he tenido con el famoso congreso es lo que he podido leer en la prensa, así como la presencia constante de alegres manadas de congresistas emborrachándose en los restaurantes de Ciutat Vella y saliendo de sus puertas dando volteretas, para mayor satisfacción de nuestro eminente Gremio de Atracadores (y desgracia de aquellos barceloneses a los que todavía nos complace dormir sin tanto griterío).

Todo esto son contingencias menores; porque aquí lo importante es que el omnipresente John Hofmann (uno de los calvos más célebres de la historia de Catalunya), haga como cuando Juan Antonio Samaranch gritaba que cada olimpiada era mejor que la anterior, así como certificar que Barcelona sigue siendo una de las capitales mundiales de congresos de todo el planeta. Se demuestra, en definitiva, que nuestras autoridades viven cada día más felices diseñando una ciudad de visita (dicho de otro modo, una Barcelona sin barceloneses); recomiendo a los novelistas distópicos de la tribu que se apresuren a escribir retratos apocalípticos de la ciudad pues, de seguir la dinámica de tantos congresos y el exilio de indígenas, la imagen de una urbe habitada únicamente por hombres engominados y con etiqueta corporativa devendrá harto real.

Sea como fuere, la historia del Mobile también implica cambios de paradigma de alcance global, como la transición de la telefonía al nuevo imperio de la Inteligencia Artificial. Durante el cambio de siglo, saludamos la telefonía móvil y la aparición de las redes sociales con una alegría inmensa; Facebook nos permitió recuperar el contacto con los compañeros de COU, mientras Twitter e Instagram tuvieron la gracia de hacernos parecer mucho más agudos y guapos. Por lo que dicen los cronistas, lo de la social network ya no interesa tanto, porque las pretensiones de la IA se basan más bien en el ideal transhumanista de optimizar nuestra capacidad cognitiva al máximo. Teclear un whats ya no tiene glamour; ahora lo que nos excita es escribir un texto y que la todopoderosa nube lo convierta en una peli. 

Teclear un whats ya no tiene glamour; ahora lo que nos excita es escribir un texto y que la todopoderosa nube lo convierta en una peli

El cambio no es menor. Las redes sociales no dejaban de ser el espejismo de una comunidad real, aunque sus individuos han acabado cayendo en la esquizofrenia e infoxicación del logaritmo y la falsa sensación de que escogen los contenidos a voluntad. Pero la IA lleva a la máxima expresión el cambio de la red social hacia la figura del creador de contenidos. Muy pronto, por mucho que parezca ciencia ficción, uno podrá llegar a casa y pedirle a su asistente virtual que le prepare un filme sobre una historia de amor agridulce entre transexuales asiáticos, que dure 24 minutos y que ocurra en Caldes de Malavella ; y no falta mucho tiempo para que la hipervisualización del mundo que permite la imagen nos ofrezca ver un partido del Barça con la minicámara que Lewandoski llevará incrustada entre cejas.

Servidor no es un tecnófobo ni se asusta por todas estas invenciones. Como le he escuchado decir recientemente al colapsólogo Tyler Austin Harper en el magnífico podcast The Gray Area del gran Sean Illing, la humanidad ha afrontado muchas transformaciones tecnológicas que han producido una escisión entre quienes pensaban que la innovación implicaría o bien la realización de una utopía sin conflictos o bien la extinción de los individuos. Pero la historia nos muestra, dice Austin Harper, que incluso en casos de extrema tensión por trastos tecnológicos tan peligrosos como las bombas atómicas, las naciones han sabido regular sus peligros de forma sabia. En ese sentido, no deja de ser significativo que los propios inventores de la IA hayan pedido a los gobiernos que regulen su alcance y castren sus usos más abusivos.

A mí el cambio de paradigma no me preocupa por el temor (comprensible) de hombres y mujeres que temen que, en el futuro, la IA pueda sustituir nuestra capacidad creativa. Me inquieta, por otra parte, que el uso más banal de este nuevo ámbito tecnológico nos aleje aún más de los demás seres humanos y que la aparente optimización de contenidos producidos por una máquina que piense por nosotros nos enajene aún más del mundo. Habrá que seguir, por tanto, la evolución del virtualismo en futuras ediciones de este nuevo Mobile sin móviles. Y para quienes quieran dormir tranquilos en Barcelona, ​​que no se preocupen; hoy la prensa anunciaba que, posteriormente al congreso, Barcelona recibirá 30.000 springbreakers de EE.UU., dispuestos a llenar nuestras discotecas de cerveza y a vomitarla felizmente en la esquina de nuestras casas.

Pero no os quejéis, cascarrabias, que somos la ciudad donde se cuece el nuevo paradigma.