El Sincrotrón Alba está inmerso en un proceso de renovación y ampliación que le permitirá realizar más experimentos en áreas como la salud, el cambio climático y la energía. “El proyecto va avanzando de manera potente a todos los niveles”, explica su directora, Caterina Biscari. Con una inversión estimada de 130 millones de euros, permitirá pasar de un sincrotrón de tercera generación a uno de cuarta, mejorando las propiedades de la luz que emite esta infraestructura puntera ubicada en Cerdanyola del Vallès. “Permitirá hacer más ciencia ganando capacidad de investigación y generando más conocimiento”, señala Biscari. La transformación, con el apoyo del Gobierno y la Generalitat, se encuentra en los primeros años de ejecución. Se espera que dure unos diez años, con la previsión de tener acabado Alba II de cara a 2031.
Hace dos años empezaron los primeros estudios y ya se están materializando algunas actuaciones. En primer lugar, la definición de su principal componente, el acelerador, encargado de acelerar electrones para que emitan la luz con la que hacer experimentos. Con el pase de la tercera a la cuarta generación, se ganará resolución y se podrán hacer pruebas más avanzadas en menos tiempo, lo que, a su vez, también contribuirá a incrementar la capacidad de hacer experimentos. “Permitirá que los instrumentos de los que disponemos sean capaces de encontrar y revelar propiedades de la materia que hoy no son accesibles y hacerlo de manera más rápida”, ilustra Biscari, con posibles aplicaciones como el desarrollo de nuevos fármacos y terapias, energías verdes y microchips.
La infraestructura recibió 7,5 millones de euros en noviembre de 2021, provenientes de los fondos europeos, para diseñar el nuevo acelerador y crear un prototipo. Según detalla su directora, los recursos obtenidos ya se están ejecutando. En junio, el Sincrotrón Alba presentó los avances en esta parte del proyecto a la comunidad científica internacional, con una recepción muy positiva, remarca Biscari. El diseño y la construcción del acelerador de cuarta generación está previsto que se realice desde el 2021 hasta el 2029, período en el que el sincrotrón de tercera generación se mantendrá operativo. En 2030, se parará la infraestructura durante un año para desinstalar el acelerador actual y construir el nuevo. Luego, se dedicará otro año a ponerlo en marcha y probarlo, con la previsión de reiniciar la operativa a finales de 2031.
Hasta el cese de la actividad, el Sincrotrón Alba tiene que avanzar en la definición de sus otros componentes, las líneas de luz que rodean el acelerador. Estos laboratorios reciben la luz que se genera con la aceleración de los electrones y la utilizan para analizar muestras y obtener información. La biología, la medicina, la nanotecnología, el medio ambiente o la energía son algunas de las áreas de investigación que cubre el sincrotrón.
El Alba se inauguró con un total de siete líneas de luz y ahora ya cuenta con 14. Diez están haciendo experimentos y este septiembre entrará en funcionamiento la onceava, dedicada a la investigación del espacio, la primera de la infraestructura de Cerdanyola que incidirá en este campo. Luego, hay dos líneas experimentales que se espera que entren en funcionamiento en 2024 y una tercera, para la que se han recibido 10 millones de euros, que está ahora inmersa en el proceso de licitaciones y el año que viene empezará a recibir piezas. Esta última ya formará parte de Alba II, aunque se prevé que empiece a operar antes que el nuevo sincrotrón.
Con la transformación del sincrotrón, se podrán sumar 12 líneas más, hasta llegar a un total de 26. De éstas, ocho tendrán la misma dimensión que tienen las actuales, mientras que cuatro podrán ser más largas, con la posibilidad de salir del edificio. Para ello, a finales de diciembre, el Institut Català del Sòl (Incasòl) le vendió por 16 millones de euros tres parcelas colindantes, con una superficie de más de 21.300 metros cuadrados y una edificabilidad de casi 43.000 metros cuadrados de techo. Es ahí donde se podrán extender las líneas experimentales extralargas. Para los nuevos laboratorios que sumará la infraestructura, se quiere buscar a empresas que ayuden a construirlas
En los terrenos comprados al Incasòl, también se prevé edificar dos centros públicos de investigación e innovación, previstos para antes de la puesta en marcha del Alba II. Aún están por definir muchos detalles, pero está sobre la mesa que uno se dedique a las ciencias de la vida, con el foco en resolver los futuros problemas de salud humana, animal y planetaria, y el otro a las ciencias materiales, con la colaboración del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Se diluye el plan de dedicar un tercer centro a acoger empresas y toma fuerza la idea de que las compañías se integren en los otros centros, siempre que tengan relación con el sincrotrón y aprovechen su luz.
En los nuevos terrenos, se construirán líneas experimentales que se alargarán más allá del edificio en el que actualmente está el sincrotrón y también se prevé edificar dos centros de investigación
Todas estas mejoras de las capacidades de investigación de la infraestructura se acompañarán con la contratación de más personal. Actualmente, la plantilla está formada por 245 trabajadores. Se espera superar los 300 empleados a finales de la década. Biscari indica que están creciendo continuamente y que siempre tienen plazas abiertas, como ahora, con ofertas para contratar a ingenieros, científicos, informáticos, pero también técnicos y administrativos, con experiencia o recién graduados.
“El Alba II es un proyecto esencial basado en una realidad fortísima, toda la evidencia que hemos conseguido en estos últimos más de diez años. Es su evolución natural”, defiende Biscari. En operación desde 2012, Alba ha acogido más de 3.000 experimentos y más de 7.000 usuarios han utilizado sus líneas de luz. “Instalaciones como el sincrotrón son proyectos de país y de futuro que permiten seguir avanzando y ser una parte de la solución. Hay que dar este salto de capacidad para seguir estando en la frontera del conocimiento, sobre todo, el que da servicio a la sostenibilidad del futuro”, agrega Biscari.
“Instalaciones como el sincrotrón son proyectos de país y de futuro que permiten seguir avanzando y ser una parte de la solución”, defiende Biscari
El camino está marcado, solo hace falta que la financiación llegue de aquí a 2031. En ese sentido, se tiene que aprobar el plan económico de la infraestructura científica para los próximos 15 años, trámite que ha quedado congelado hasta la constitución del nuevo Gobierno. En él, se encajará el presupuesto para operar el sincrotrón hasta 2038, así como la construcción del Alba II y de las primeras nuevas líneas —2 líneas largas, que se extiendan a los nuevos terrenos, y 1 como las de ahora—. La directora recuerda que la inversión prevista para construir el sincrotrón de cuarta generación es de 130 millones de euros, aprovechando la infraestructura actual, además de renovar las partes que toquen, en línea con lo que están haciendo el resto de sincrotrones del mundo, que también están dejando atrás la tercera generación. Si se empezara de cero, la factura subiría hasta los 500 millones de euros. Biscari también señala que, si no se ejecuta la renovación, el sincrotrón actual caducará en unos años —tienen una vida útil de 20 años— y no se podrá utilizar más, al estar hecho con una tecnología antigua en un campo que evoluciona rápido.