Judit Subirachs-Burgaya
Judit Subirachs-Burgaya, directora del Espai Subirachs.
ENTREVISTA A JUDIT SUBIRACHS-BURGAYA

“Subirachs se consideraba un artista cerebral que no creía en la inspiración ni en la intuición”

Con motivo de los cinco años de vida del Espai Subirachs, conversamos con la hija del escultor barcelonés para conocer más a fondo los propósitos y retos del equipamiento cultural, así como repasar la obra de un artista extraordinario que ha dejado un gran legado escultórico dentro y fuera de Barcelona

Judit Subirachs-Burgaya (Barcelona, 1959) es doctora en Historia del Arte por la Universitat de Barcelona (UB). Ha comisariado numerosas exposiciones y ha impartido conferencias sobre la escultura catalana de los siglos XIX y XX. También ha escrito múltiples artículos y publicaciones dedicadas a la obra de su padre, el escultor Josep M. Subirachs. Desde 2004 es la conservadora de la obra de Subirachs y dirige en Barcelona el Espai Subirachs, un entorno privado ubicado en el Poblenou, el barrio natal del artista. Este equipamiento tiene como objetivo difundir y acercar al público la obra de uno de los escultores catalanes más internacionales de la segunda mitad del siglo XX.

Con motivo de los cinco años de vida del Espai Subirachs, conversamos con Judit Subirachs-Burgaya para conocer más a fondo los propósitos y retos de este espacio, así como también la obra de este escultor extraordinario, que ha dejado un gran legado escultórico dentro y fuera de nuestra ciudad. En Barcelona, cuenta con una de sus obras más monumentales: el conjunto escultórico de la fachada de la Passión, esculpido en la basílica de la Sagrada Família

— ¿Cuál es la vinculación del artista con el barrio del Poblenou?

— Josep M. Subirachs nació en el año 1927 en el Poblenou cuando era un barrio totalmente diferente al que es en la actualidad. Era un barrio industrial tan lleno de fábricas que lo llamaban el Manchester catalán. Cuando ya era un artista reconocido, se hizo construir una casa-taller al pie del Tibidabo, concretamente en la Carretera de la Rabassada. A pesar de no vivir más en el Poblenou, toda su vida y hasta que murió recordó y reivindicó su origen. La exposición permanente que ofrecemos en el Espai Subirachs se titula Subirachs. Retorno al Poblenou porque es como si hubiera regresado a través de su obra.

— ¿Cómo se encamina Subirachs hacia la escultura? ¿Cuáles son sus orígenes profesionales?

— En 1941, con catorce años, consciente de que su familia humilde no podría costearle una carrera universitaria, Subirachs tuvo que renunciar a su aspiración de cursar estudios de arquitectura y empezó a trabajar. Su primer trabajo fue en el taller de un dorador que era aficionado a la escultura. Fue entonces cuando empezó a modelar figuras de barro que llevaba a cocer a un horno y, en marzo de 1942, entró en el taller del escultor Enric Monjo para hacer de aprendiz. En ese taller, adquirió muchos conocimientos técnicos como los procesos de modelado y de talla, moldeado y vaciado. Pero, de hecho, nunca se sintió atraído por ese tipo de obra, de modo que su verdadero compromiso con la escultura se produciría a partir de 1947, cuando el escultor del Novecentismo catalán Enric Casanovas lo escogió como colaborador. A pesar de la brevedad de aquella maestría y de que Subirachs se distanció pronto de la sobriedad novecentista, de la obra rotunda, plena y redondeada, él siempre recordó a Casanovas con un gran respeto y, en numerosas ocasiones, declaró que se consideraba discípulo.

— ¿Qué importancia tiene el dibujo en la obra de Subirachs?

— Subirachs se consideraba un artista cerebral que no creía en la inspiración ni en la intuición. Todo lo que creaba respondía a una profunda reflexión y, por eso, hacía muchos estudios y bocetos antes de pasar a la obra definitiva. Daba mucha importancia al dibujo porque consideraba que era la semilla, el origen y los fundamentos, la verdad. También decía que, en el dibujo, la materia es tan escasa que no se puede ocultar nada.

“Todo lo que creaba respondía a una profunda reflexión y, por eso, hacía muchos estudios y bocetos antes de pasar a la obra definitiva

— ¿Cómo surgió la idea de abrir un espacio dedicado a la obra de Subirachs? ¿Es algo que había tenido siempre en mente?

— Cuando murió Subirachs, en 2014, sus herederos nos encontramos con un inmenso legado artístico, un contenido patrimonial, pero nos faltaba un continente, un espacio digno con las condiciones adecuadas para poder ponerlo a disposición del público, que era el deseo del artista. Ofrecimos el legado a las instituciones, pero no les interesó. Los herederos, y especialmente yo como historiadora del arte, hemos suplido la indiferencia hacia la figura y la obra de Subirachs que han demostrado las instituciones. Y lo hemos hecho abriendo en la ciudad de Barcelona un equipamiento cultural privado, sin ningún tipo de soporte, sin patrocinadores, sin mecenas, sin subvenciones públicas. Hemos constatado que, lamentablemente, el arte no está en la agenda política, no es una prioridad, porque los políticos, en general, piensan que la cultura no les proporciona votos.

— ¿Cuál era el objetivo que tenía cuando decidió abrir el Espai Subirachs?

— Se trataba de redescubrir uno de los exponentes más representativos del arte catalán de la segunda mitad del siglo XX. Subirachs fue un artista de trayectoria prolífica y dilatada, un creador polifacético cuyo foco de interés no fue solamente la escultura. Su amplia producción incluye miles de dibujos, así como también pinturas, grabados, litografías, carteles, tapices, escenografías, diseños de joyas y medallas. Nuestra tarea consiste en conservar, catalogar, estudiar y difundir su legado.

Galatea, 1978
Detalle de la obra Galatea (1978) expuesta en el Espai Subirachs.

— Después de cinco años, ¿cree que lo ha conseguido? 

— La mayor parte de los visitantes que ha recibido el Espai Subirachs han sido personas anónimas, tanto locales como extranjeros. Me ha gustado que entraran sin prejuicios y contemplaran y analizaran las obras libremente. Asimismo, siempre he valorado más la calidad que la cantidad, de manera que lo que más me ha complacido ha sido que la mayoría de personas que han venido han manifestado que salían muy satisfechas con la visita, con la sensación de que les había interesado el contenido y, en muchos casos, que habían descubierto un Subirachs que desconocían. Me hubiera gustado tener más visitantes, ¡está claro!, pero soy consciente de que, en todo caso, lo que ha fallado ha sido la difusión porque, sin contar con ningún soporte, ha sido imposible poder financiar publicidad.

— ¿Cuáles son los proyectos de futuro que tiene el Espai Subirachs?

— Nuestra situación económica actual es delicada por la falta de apoyos. La gente, en general, no se imagina el coste que supone mantener abierto un equipamiento de concurrencia pública. De hecho, durante cinco años, hemos estados ofreciendo la visita con entrada gratuita. Solamente hemos cobrado las visitas comentadas que hemos hecho para grupos y para las que hacía falta pedir hora. Como hemos comprobado que, curiosamente, han funcionado mejor las visitas con cita previa y, dado que no podemos contratar personal, a partir de ahora el Espai Subirachs únicamente se podrá visitar pidiendo hora y pagando, aunque sea una cantidad simbólica, porque está claro que lo gratuito no se valora lo suficiente. Por otra parte, seguiremos acogiendo presentaciones, conferencias, lecturas y debates, y participaremos en todos aquellos actos donde se nos invite como la Noche de los Museos o los Talleres Abiertos del  Poblenou. Por descontado, seguiremos con la labor de conservación, catalogación, estudio y difusión del legado de Subirachs.

“Fue un artista de trayectoria prolífica y dilatada, un creador polifacético, y su foco de interés no fue solamente la escultura”

— Actualmente, hay una exposición dedicada a la obra de Subirachs en uno de los espacios de la Fundación Vila Casas. ¿Su figura aún despierta interés en otros equipamientos culturales?

— Subirachs fue un artista que ha dejado huella en el espacio público en numerosas obras monumentales, ya sean esculturas exentas o intervenciones en edificios (frisos, murales, relieves, puertas…). Sin duda, la obra pública y monumental es la que le valió el reconocimiento del público. Aun así, hay otro Subirachs más desconocido, con una obra más a escala humana, que también creó muchas piezas de formato medio destinadas al coleccionismo. Esta obra, más de experimentación, es la que exponemos en el Espai Subirachs porque hay pocos equipamientos culturales que hayan mostrado interés por exponerla.

— ¿Cree que su obra tiene el reconocimiento que se merece a nivel institucional?

— En este país, ha sucedido un hecho insólito que afecta no solamente a Subirachs sino a toda la generación de artistas de posguerra, unos creadores que, en un contexto artístico y social extremadamente difícil, en un momento en el que no era fácil acceder a las artes de vanguardia internacionales, rompieron con el academicismo e hicieron aportaciones innovadoras y extraordinarias a la historia del arte catalán contemporáneo. Pero esta generación no está bien representada en los museos. También hay que añadir que, de un tiempo para aquí, el Museu Nacional d’Art de Catalunya ha hecho diversas actuaciones para romper la barrera cronológica que hacía terminar el discurso museográfico con la Guerra Civil y, poco a poco, va incorporando a las salas algunos artistas de la posguerra. Pero, como siempre, la falta de espacio y la falta de financiación eternizan el proyecto.

Espai Subirachs
Judit Subirachs-Burgaya en una visita comentada.

— Y, ¿a nivel del público? ¿Cree que, con los años, los espectadores ven su obra con mejores ojos que cuando se hizo la fachada de la Sagrada Família?

— Entre las numerosas obras que realizó Subirachs, destaca, sin duda, su último gran reto: el conjunto escultórico de la fachada de la Pasión de la Basílica de la Sagrada Família. Esta obra, de dimensiones extraordinarias, fue un encargo que Subirachs recibió cuando ya tenía sesenta años y una trayectoria consolidada. Es evidente que una obra de tanta envergadura, tan célebre y a su vez tan polémica, ha eclipsado el resto de su inmensa producción, pero también le ha aportado un reconocimiento internacional. Subirachs se arriesgó haciendo una obra muy personal porque no quería de ninguna manera imitar el estilo de Gaudí, precisamente, por el respeto que le tenía. De entrada, lógicamente, su aportación causó mucho impacto, con grandes admiradores y detractores. Lo que he constatado es que la fachada de la Pasión gusta cada vez más a la gente porque se ha entendido que la estrategia de Subirachs fue honesta. Por otra parte, ya en los años sesenta, Subirachs fue un artista que, con creaciones rompedoras y radicalmente diferentes a la estatuaria convencional, supo integrar la escultura contemporánea al espacio público y, de hecho, consiguió conectar con un público amplio.

“Lo que he constatado es que la fachada de la Pasión gusta cada vez más a la gente porque se ha entendido que la estrategia de Subirachs fue honesta”

— Como historiadora del arte, ¿qué obra de Subirachs es su preferida?

— Hasta hoy, hemos catalogado unas diez mil obras de Subirachs, pero se trata de un work in progress porque hemos ido descubriendo piezas que estaban en localizaciones desconocidas. Ante esta cantidad de obras, me resulta difícil escoger una sola. Más que obras concretas, prefiero destacar etapas de su trayectoria y, personalmente, creo que la etapa expresionista y abstracta son las más interesantes por las innovadoras propuestas plásticas que aportó.

— Personalmente, ¿cómo le influenció la figura de su padre en el momento de escoger su camino profesional y dedicarse a la Historia del Arte?

— Mi padre siempre quiso tener el taller unido a la vivienda y, por lo tanto, en casa seguíamos muy de cerca todo lo que implicaba el proceso creativo. El ambiente artístico y cultural formaba parte de nuestro entorno cotidiano. Nos llevaban a museos y galerías de arte a ver exposiciones y a talleres de amigos de mis padres que también eran artistas. Desde muy pequeña supe que las técnicas se pueden aprender, pero la creatividad la llevamos dentro. De esto me di cuenta viendo que mi hermano Roger, dos años mayor que yo, llenaba bloques con unos dibujos magníficos que le salían a raudales, sin usar nunca la goma de borrar, mientras que yo no lo lograba. Descarté, por lo tanto, estudiar Bellas Artes y me decanté por la parte teórica, la Historia del Arte. En 1992, me doctoré con una tesis sobre la escultura catalana del siglo XIX.

Passió de la Sagrada Família
Detalle del conjunto escultórico de la fachada de la Pasión de la Sagrada Família.