Fachada de la casa Lleó Morera. © Vicente Zambrano González
Fachada de la casa Lleó Morera. © Vicente Zambrano González
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La Barcelona de los chaflanes

Una exposición en el Col·legi d’Arquitectes rinde homenaje a las esquinas abiertas de las manzanas del Eixample ideadas por un visionario Cerdà

Barcelona es muchas Barcelonas, y desde diversos puntos de vista. Si hablamos de historia, tenemos una Barcelona romana, gótica, modernista u olímpica. Tenemos las Barcelonas que representan los distintos barrios y distritos, como el Eixample, y dentro de este, la Barcelona de los chaflanes. Así lo podemos comprobar en la exposición El repte del xamfrà, que desde el 19 de febrero se puede visitar en la sede del Col·legi d’Arquitectes.

La muestra está formada por una serie de fotografías de Rosa Feliu y textos de los arquitectos Lluís Clotet, Xavier Monteys y Josep Lluís Mateo. Quedan pocos días. Cerrará el próximo sábado 3 de abril, pero vale la pena darle un vistazo, pues permite poner en valor esta especie de sobrante del Eixample de Ildefons Cerdà y comprobar su valor urbanístico, arquitectónico y visionario cuando se ideó.

Aunque el recurso urbanístico del chaflán —también llamado ochava— ya se utilizaba antes del Eixample, fue Cerdà quien de él hizo virtud. A primera vista, se trata de un elemento más útil desde un punto de vista urbanístico que arquitectónico, pues al ampliar los cruces se mejora de la circulación, especialmente los giros, que los conductores pueden maniobrar de forma menos forzada y con mayor visibilidad que si tuvieran que hacerlo en ángulo recto si las manzanas hubieran sido cuadradas en lugar de octogonales.

Cerdà fue realmente un visionario y un avanzado a su época. A mediados de los años 90, publiqué un reportaje sobre su figura en el que lo definí como el Julio Verne del urbanismo. Hoy me reafirmo en ello, pues concibió un Eixample igualitario, higienista y, muy importante, de calles amplias. Es decir, previó la presencia masiva del automóvil en las ciudades mucho antes de su invención. El diseño de las islas rematadas en cuatro chaflanes fue la guinda a esa concepción.

Exposición sobre los chaflanes de Barcelona
Exposición sobre los chaflanes de Barcelona en el Col·legi d’Arquitectes, abierta hasta el 3 de abril.

Hoy nadie duda del acierto que el Eixample de Cerdà supuso para Barcelona, pero en su día fue muy contestado porque fue impuesto desde Madrid, dejando sin efecto la propuesta ganadora del concurso convocado por el ayuntamiento de Antoni Rovira i Trias, con un modelo radial que aún se puede contemplar en el monumento a su memoria en la plaza de Gràcia del mismo nombre. Según demuestra la exposición, ese acierto no fue tan solo urbanístico, sino que también los arquitectos han sabido a lo largo de los años aprovechar la singularidad del chaflán para dar rienda suelta a su creatividad, sacando provecho de lo que de entrada era un inconveniente.

El chaflán obliga a que los edificios que en ellos se erigen adapten su forma, pues su geometría genera una deformación del espacio que impide encuentros en 90 grados. Esta particularidad la supieron aprovechar genios como Antoni Gaudí en su Pedrera —por cierto, también incomprendida en su tiempo y hoy elogiada por todos— o Lluís Domènech i Montaner en la casa Lleó Morera, por citar únicamente dos inmuebles representativos del paseo de Gràcia del esplendor modernista.

La Pedrera iluminada de noche. © Vicente Zambrano González
La Pedrera iluminada de noche. © Vicente Zambrano González

Se calcula que hay cerca de 5.000 chaflanes en la trama del Eixample con sus respectivos edificios. Algunos, como los dos citados anteriormente, son auténticas obras de arte. Otros son edificios de viviendas más convencionales y de todos los estilos. Pero todos tienen en común su singularidad planimétrica, lo que configura una especie de hermandad arquitectónica que acaba siendo una singularidad muy barcelonesa.

Vamos, que uno acaba descubriendo gracias al trabajo de Rosa Feliu expuesto en el Col·legi d’Arquitectes que el chaflán tiene su encanto y que acaba siendo más creativo que la fachada lineal. Uno se percata también, cuando profundiza en el chaflán de Cerdà, que igualmente adquiere valor cuando no existe. Me refiero a la evolución de la trama Eixample cuando llega al Poblenou. Allí, la uniformidad se relaja y algunas de las manzanas de la Vila Olímpica y del 22@ se abren a otras soluciones arquitectónicas que prescinden del chaflán. Sin embargo, se conserva en la trama viaria.

Barcelona es, pues, el reino del chaflán y Cerdà su profeta.

Chaflanes en edificios de viviendas convencionales
Los chaflanes también se encuentran en edificios de viviendas más convencionales y de todos los estilos, más allá de los más emblemáticos, como el de la Pedrera.