'Homenaje a Maruja Mallo' exposición Carmen Alvar Sala Parés
El Homenaje a Maruja Mallo de Carmen Alvar.

La Sala Parés se rejuvenece con la artista Carmen Alvar

Paisajes obsidionales es su segunda exposición individual en la galería, donde reivindica las malas hierbas y la memoria

Por obsidional se entiende todo aquello que surge en un lugar sitiado durante una guerra, originado directa o indirectamente por el conflicto bélico. Esta definición se aplica a las conocidas como malas hierbas, que crecen en zonas devastadas por las bombas, entre las ruinas, muchas veces traídas por los propios militares, que llevan sin saberlo semillas enganchadas en las suelas o esporas en la ropa. La artista Carmen Alvar (Madrid, 1989) ha decidido reivindicar a esta vegetación imprevista, etiquetada como mala y muy poco valorada, en su segunda exposición individual en la Sala Parés, enmarcada en el festival de arte emergente Art Nou.

Alvar trabaja con la Parés desde 2018, gracias al concurso Art<35, organizado por la sala de la calle Petritxol y el Banco Sabadell. Desde entonces, se ha convertido en una de las pocas artistas jóvenes que la galería barcelonesa, la más antigua de España, tiene en cartera. Con una oferta integrada por más de 30 profesionales, solo cinco son mujeres —además de Alvar, están Dominika Berger, Leticia Feduchi, Gloria Muñoz y Brigitte Szenczi— y pocos nacieron después de los sesenta, con cinco artistas, de los cuales, solo Alvar y Adrián Espinós (1985) aún no han superado la cuarentena. La mayoría son artistas que nacieron en los sesenta, aunque también tienen bastante peso los que lo hicieron en los cincuenta.

Con la exposición Paisajes obsidionales, que se podrá visitar hasta el sábado 10 de septiembre después del parón vacacional, Alvar ha abordado uno de sus grandes temas, si no el principal, la memoria. “Las malas hierbas me sirven como excusa para interpretar las ruinas y mostrar cómo, a pesar de la destrucción de la guerra, que parece que acaba con todo, puede crecer algo nuevo, remoto y que no tiene por qué ser autóctono”, explica. A partir de ahí, la artista madrileña ofrece una serie de lecturas del paisaje como ruina y espacio de memoria, acompañándolas con diferentes plantas y aproximaciones formales, desde el collage, su técnica más usada, y la pintura hasta la escultura.

Una serie de cinco dibujos con escenas cotidianas se ve invadida por malas hierbas, como recordatorio de que la guerra puede trastocarlo todo. Desde unas campesinas hasta un coro de niñas jugando y unas hermanas leyendo en un patio. “Cualquiera de estos escenarios podría convertirse en un paisaje obsidional”, remarca. Todos estos momentos de vida Alvar los ha rescatado del montón de fotografías que compra en mercados como el Rastro de Madrid, un pequeño paraíso que “hace de sus puestos un lugar de descanso donde los transeúntes se inmiscuyen en la vida de individuos ya desaparecidos”. Los dibujos de estas instantáneas, hechos a mano con lápiz, se acompañan de la silueta de la planta que, a su vez, tiene a su doble en un cuadro al lado, aislado y consiguiendo la importancia que nunca ha tenido.

El recortar y aprovechar todo lo que sobra, como el soporte del que ha obtenido la silueta de una mala hierba, es una de las constantes de Alvar. Donde más se aprecia es en la serie de Paisajes portátiles, creada a partir del material sobrante de los alumnos de una de las clases que imparte, centrada en el collage. Cuando ellos buscan personajes y desechan los fondos de las fotografías que recortan, ella se los queda y los convierte en nuevos escenarios: “No uso una única fotografía para crear un espacio montañoso, sino que creo un nuevo paisaje a partir de fragmentos de otros. Como sucede a veces con la memoria, que se construye con diferentes recuerdos”. Esta parte de la actual exposición, en la que hace un poco de montadora de cine, es la que más conecta con la primera que protagonizó en la Sala Parés, titulada como Vestigios y cimientos (2019), donde analizó las ruinas desde un punto de vista más arquitectónico y no tan botánico como ahora.

Carmen Alvar Exposición Sala Parés
Alvar, junto a una de las obras que integran la exposición Paisajes obsidionales.

Puede que en la parte de la muestra en la que queda más manifiesta la guerra es aquella en la que las granadas copan toda una pared. A pesar de la violencia que llevan instintivamente asociada, la artista les ha dado un nuevo revestimiento, delicado, con representaciones vegetales que tradicionalmente han sido las protagonistas de la cerámica peninsular y que pueden resultar familiares de “haberlas visto en casa de los abuelos o en las visitas al pueblo”. “Desvirtuo así el uso del objeto y lo descargo de sus connotaciones negativas, lo que permite embellecer la ruina y la destrucción como también hacen las plantas obsidionales”, expone.

Las diferentes aproximaciones que ha hecho en la Sala Parés de la memoria, los paisajes y las malas hierbas confluyen en el homenaje a la pintora surrealista Maruja Mallo y su obra La sorpresa del trigo, inspirada en el brazo que vio agarrando una barra de pan en una manifestación del 1 de mayo en 1936. Alvar la adapta, teniendo en cuenta que es una planta que brota de unas manos inmersas en la multitud, que puede convertirse en un caos como lo son las ruinas, y toma sus manos como modelo, “estableciendo un estrecho diálogo” con Mallo: “Soy una artista actual que miro al pasado y a ella, y la traigo al presente para que no caiga en el olvido”.

Malas hierbas exposición Carmen Alvar Sala Parés
Una de las malas hierbas que puede crecer en la cotidianeidad. © theNBP

La exposición se completa con más sorpresas, siempre oportunas, como la maraña de recuerdos de infancia que puede representar una cometa o telas que ponen en valor otro olvido, los oficios que se pierden en la España vaciada. “Son fundamentales para entender lo que somos hoy en día”, defiende y piensa en otros artistas como Rodrigo Cuevas y las Tanxungueiras. Cada una de las piezas, todas ellas pintadas con motivos vegetales que se representaron en abundancia en textiles históricos, está acompañada por una lanzadera, sin hilo, para visibilizar aún más aquello que es intangible. “Es esencial recordar que una parte importante de nuestro patrimonio procede del mundo rural y, en el momento en que sus artífices desaparezcan, lo harán con ellos sus oficios. Así, la cultura material recogida en los museos será más difícil de contextualizar, siendo menos comprensible por no saber cómo se ejecutó”, recalca.

Cuando las malas hierbas de Alvar se descuelguen de las paredes de la Parés y se guarden en sus almacenes, la galería inaugurará una gran exposición dedicada a Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948), su primera muestra individual en la sala. Con motivo de la Barcelona Gallery Weekend, supondrá el regreso del pintor andaluz a la capital catalana después de dos décadas. Lo hará repasando sus últimos diez años de trabajo con más de 70 obras, entre temples sobre madera y lienzo, acuarelas y dibujos a lápiz, así como una selección de objetos personales que le acompañan en su proceso creativo.

Granadas exposición Carmen Alvar Sala Parés
Carmen Alvar le ha dado un nuevo significado a las granadas, con representaciones vegetales utilizadas en cerámica. © theNBP